“La pandemia no es sólo una crisis sanitaria”, dice convencida a Infobae la infectóloga Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE). La emergencia de salud pública internacional que desató la irrupción del COVID-19 confinó al mundo y tensionó al límite los sistemas de salud y -además de dejar en evidencia el poder de un patógeno desconocido hasta entonces y el poder de las vacunas para frenar su avance- mostró de forma descarnada cómo los vínculos humanos son cruciales en momentos de dramatismo y agonía.
La pandemia, más que nunca antes, reflejó la necesidad de la mirada humana en la relación médico-paciente. Como un vasto grupo de la población, la doctora Cahn ya no es la misma que antes del 2020. Algo que ya experimentaba en su práctica médica cotidiana afloró con más fuerza: la importancia de ponerse en el lugar del otro y tomar conciencia que además de médica, ella también puede ser, y es, paciente.
En la actualidad, además de presidenta de la SAVE, se desempeña como directora de la división de Vacunas de la Fundación Huésped, es subdirectora médica del Centro Médico Huésped y miembro de la comisión de vacunas de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI). Desde 2020 también se dedica a la divulgación de temas de salud como columnista en el programa Perros de la calle de Andy Kustnetzoff (Radio Urbana Play).
Florencia es hija del reconocido infectólogo Pedro Cahn, pionero en la investigación y el tratamiento del VIH en Argentina, referente en la región y director científico de la Fundación Huésped. Uno de los desafíos que tuvo que enfrentar en su época universitaria fue la decisión de dedicarse a la misma disciplina que su padre, confirmándose a ella misma y a los demás que la infectología y las enfermedades infecciosas eran una pasión propia y compartida, pero no heredada o impuesta.
Con ideas y planteos que rondaban en su mente aun antes de la pandemia, la doctora Cahn plasmó en su reciente libro “Yo médica. Yo paciente” (Editorial Paidós), cómo supo que era portadora de una mutación genética que incrementa el riesgo de cáncer de mama, lo que implicó someterse a distintas intervenciones quirúrgicas y ahondó sus cuestionamientos sobre la empatía con los pacientes y el derecho de las personas que se enfrentan a un diagnóstico o tratamiento médico.
Todo este proceso personal como paciente lo vivió mientras el COVID-19 avanzaba, llenaba las terapias intensivas, cobraba miles de vidas y la encontraba en la primera línea de batalla. Como presidenta de la SAVE y, justamente por su experiencia en vacunología, también como parte del llamado “comité de expertos”, el grupo de especialistas de distintas áreas que el Gobierno Nacional y de las provincias escuchaba para entender cómo se comportaba el SARS-CoV-2, ese virus del que poco se sabía en los primeros meses del 2020.
El próximo mes la doctora Cahn va a cumplir dos décadas de ejercicio de la medicina y en los últimos años viene sintiéndose fuertemente interpelada por una serie de cuestionamientos sobre los aspectos humanos de la actividad médica y sanitaria, como las falencias en la formación de los profesionales de la salud. “La enseñanza en medicina en general es bastante fragmentada y por ahí se pierde el pequeño gran detalle de que estamos frente a una persona que no es un diagnóstico ni un número, sino que es una persona a la que le pasan cosas”, relata a Infobae.
“En nuestra formación, y obviamente que estoy generalizando -me formé en la UBA y me recibí hace 20 años- pero las cosas no han cambiado demasiado, no estamos lo suficientemente preparados para afrontar determinadas situaciones. Y esto no está relacionado sólo con la pandemia, también tiene que ver con la comunicación en el consultorio a la familia de un paciente que está pasando un mal momento, o la comunicación con los periodistas. No nos preparan para eso, entonces tenemos que ser autodidactas en un montón de cuestiones”, señala.
Justamente en 2020 la doctora Cahn empezó a vivir más profundamente el hecho de ser paciente en primera persona. Cuenta que esa experiencia, aún con todas las “comodidades” que implica tener una prepaga y contar con un sistema de salud que respondiera, no hizo más que reafirmar todos los cuestionamientos que venía planteándose.
A la hora de escribir, se sintió interpelada por la posibilidad de reflexionar sobre esta dinámica desde los “dos lados” del consultorio -como médica y como paciente- y repensar conceptos arraigados en la práctica médica: “Existen muchas cosas que nos enseñaron en la carrera que probablemente las olvidemos a las dos semanas y no nos enseñan otras que son muchísimas más importantes”.
— Al contar las instancias previas a una de las intervenciones quirúrgicas menciona que “como paciente hice todo mal, a las apuradas, sin preguntar lo que tendría que haber preguntado”
— A veces es bueno preguntarse o plantearse si lo que estamos diciendo de determinada manera es adecuado, ese es un primer paso aunque después las soluciones no siempre llegan en lo inmediato. Existe un tema de derechos, un tema de empatía sobre cómo se comunica desde la palabra y también sobre cómo se desarrolla la comunicación no verbal hacia los pacientes: las caras, la mirada, los gestos. Son cosas que por ahí en la práctica diaria y en la vorágine del sistema de salud -que también está muy golpeado y muy precarizado- hace que uno desde el lugar de médico no lo note, pero desde la vulnerabilidad de los pacientes sí. Detrás de todo lo que decimos y lo que hacemos como médicos, hay una persona que además de poner el cuerpo y además de estar preocupada y sufriendo, es una persona a la que nosotros (los médicos) podemos duplicarle el sufrimiento con determinadas actitudes.
— ¿Cuáles son esos derechos de los pacientes a los que hace referencia y que a veces por una situación de vulnerabilidad los pacientes no ejercen?
— A preguntar sin miedo a ser juzgado o a pensar que quizás las preguntas son “tontas” y esto no es así, existe el derecho a preguntar sobre algo que va a suceder en mi propio cuerpo. Cuando uno pone el cuerpo tiene derecho a saber. A veces es preferible hacer el esfuerzo de buscar otro profesional que tenga la empatía suficiente como para respondernos. Porque como siempre digo, no hay crisis sanitaria, ni ningún ningún tema referente a lo deficitario del sistema de salud, que justifique la falta de empatía hacia el paciente.
— Otro de los conceptos a los refiere es a la medicina vertical (como una estructura de poder con jerarquías rígidas) y la medicina horizontal y toma el ejemplo de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE) como una sociedad interdisciplinaria que involucra a médicos, vacunadores, enfermeros, abogados y hasta periodistas científicos, ¿en qué consiste la diferencia entre esos términos?
— La temática de la prevención de enfermedades a través de las vacunas es una temática justamente horizontal y que atraviesa diferentes disciplinas y por eso la SAVE es un entidad científica pero no somos una sociedad sólo de médicos. Hay muchas sociedades médicas que tienen su comisión de vacunas y que son referencia desde las recomendaciones de salud. Pero tal vez no se tiene en cuenta un montón de cuestiones -como es la comunicación, por ejemplo- y por eso en la SAVE participan profesionales de distintas áreas, como vacunadoras y vacunadores que nos advierten de cuestiones prácticas, que tienen mucha experiencia en la gestión, en la distribución y en el almacenamiento de las vacunas. Porque la única manera de ver un problema sanitario en su totalidad es verlo de manera interdisciplinaria. Creemos que ese es el valor agregado que puede aportar la SAVE.
Las palabras y los gestos importan
Las palabras dichas en el ámbito de la salud a veces legitiman sistemas y modelos que debería quedar en el pasado -sostiene- y mientras se sigan utilizando, será difícil desarmar esos modelos. “Ya venía pensando en todo eso antes del libro, hasta incluso venía planteándome si era correcto usar el término ´orden médica´ o ´paciente´ y otros términos que habitualmente usamos en práctica médica cotidiana. En ese contexto de replanteos, llega la pandemia y como lo dije siempre, y lo reafirmo, el virus es solo una parte de la problemática de la pandemia”.
“Si bien la pandemia originalmente se genera por la aparición del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, desde el momento en que no nos permite seguir con nuestra vida tal como era y tuvimos una etapa de aislamiento social, preventiva y obligatorio, el problema además de ser un fenómeno sanitario empezó a ser económico, social y psicológico, solo por nombrar algunos aspectos importantes”, puntualiza.
“Aún estamos viendo las consecuencias”, dice la doctora Cahn y eso implica desde la alteración del comportamiento de otros virus respiratorios hasta el fenómeno del COVID prolongado, un conjunto de casi 200 síntomas que emergen como secuela de la infección inicial por SARS-CoV-2. El COVID prolongado o persistente es un término que costó mucho definir y poner en palabras.
“Cuando aparecen enfermedades nuevas, de las cuales no hay un libro escrito, ahí se ve cuán importante es escuchar a los pacientes y hablar con nuestros colegas. Con el COVID prolongado fue así -relata la infectóloga- uno decía ´esta semana vi 20 pacientes y cinco que tuvieron COVID-19 dicen que siguen con cansancio y una tos que no se les va´, en esas cuestiones uno empieza a recolectar la información, a hablar con colegas y empieza a hacer búsqueda bibliográfica, y entonces dice sí, esto que tiene es COVID prolongado”.
La empatía con el paciente no se trata solo de la escucha activa y de prestar atención a los gestos y miradas, la doctora Cahn también destaca que debe tenerse en cuenta la salud mental y el contexto emocional del paciente, aunque “todo lo que nos enseñan de salud mental se reduce a un cuatrimestre o a la materia psiquiatría”, y eso es, quizás, lo que deba cambiar.
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