La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel que no es contagiosa, pero que genera enrojecimiento, descamación y picazón intensa, lo que lastima e infecta la piel. Siendo que, 6 de cada 10 niños (59%) presentan, además, comorbilidades asociadas al proceso inflamatorio subyacente de esta enfermedad, conocido como inflamación de tipo 2, fundamentalmente respiratorias (asma o rinosinusitis).
Cuando se desarrollan los brotes significativos, a los pacientes les cuesta dormir de noche, concentrarse en la escuela o en el trabajo. Incluso, deben elegir una vestimenta que no exponga sus lesiones, pero que tampoco irrite más la piel, entre otros aspectos cotidianos.
“Es sumamente importante poder seguir a pacientes en su camino con la enfermedad y medir con parámetros objetivos su calidad de vida y la de su entorno, además de la eficacia y seguridad de los tratamientos”, indicó la doctora Paula Luna, médica especialista en Dermatología y Dermatología Infantil del Hospital Alemán.
En ese sentido, señaló que “seguramente, la mayoría de aquellos con dermatitis atópica moderada o severa estén recibiendo algún tratamiento, pero, para que puedan lograr el mejor control posible, es crítico que sea la terapia más adecuada para su grado de severidad”.
Ahora, un estudio aportó ‘evidencia de la vida real’ y buscó reflejar lo que sucede día a día en los consultorios médicos con sus pacientes. Es que el 27,9% de los niños con dermatitis atópica en Argentina presenta las formas moderada o severa de la enfermedad, pero tal como sugirió la doctora Luna, “el PEDISTAD refleja que existe una población pediátrica significativa que no logra un control adecuado de su enfermedad con los tratamientos tópicos estándar, que son cremas y emolientes, y requiere tratamiento sistémico”.
El trabajo, denominado como PEDISTAD, es una investigación internacional observacional, de la que participa Argentina, que incluyó más de 700 niños con dermatitis atópica moderada o severa de hasta 12 años. Los resultados confirman que esta enfermedad tiene una alta carga para los pacientes que la tienen y sus familias.
En particular, el objetivo de esta observación era describir las características clínicas y epidemiológicas y la respuesta a los tratamientos de niños con dermatitis atópica, que, por la severidad de su cuadro, eran candidatos a tratamientos sistémicos, como biológicos o los inmunosupresores clásicos.
En ese sentido, los expertos detectaron que los niños tratados con un tratamiento biológico lograron una mejoría significativamente mayor en los signos y los síntomas de la dermatitis atópica, con un menor porcentaje de efectos adversos y necesidad de discontinuar la terapia, que aquellos tratados con los inmunosupresores clásicos a 2 años de tratamiento. Además de ser el más eficaz para controlar la enfermedad, es el que sostiene esos beneficios a más largo plazo, sin necesidad de interrumpir el tratamiento, en comparación con el resto.
Asimismo, Luna aclaró: “La confirmación de los beneficios del tratamiento biológico es relevante por la robustez de los datos y porque estos provienen de la vida real, siendo consistentes con lo que vemos en nuestra práctica diaria y con lo que habían arrojado los estudios clínicos. Uno de los hallazgos más importantes de la investigación es la eficacia sostenida en el tiempo y el perfil de seguridad superior en comparación con otros tratamientos, lo que es muy importante para los pacientes y sus familias”.
“En los últimos años ha ido creciendo el entendimiento que tenemos sobre esta enfermedad, los mecanismos que intervienen en su desarrollo y las herramientas que van llegando para tratarla. Este es un aporte de conocimiento útil para nuestra práctica diaria, porque nos permite reconfirmar cuáles son las mejores opciones que tenemos a disposición para ofrecer a los pacientes”, subrayó la experta.
El proceso inflamatorio subyacente
El PEDISTAD arrojó que 6 de cada 10 niños (59%) presentaban además comorbilidades asociadas al proceso inflamatorio subyacente de esta enfermedad, conocido como inflamación de tipo 2, fundamentalmente respiratorias (asma o rinosinusitis).
“Identificar que la inflamación de tipo 2 está involucrada en el desarrollo de estas enfermedades nos da la pauta de las decisiones terapéuticas que tenemos que tomar para que el paciente, en aquellos casos que corresponda, logre el mejor control posible del cuadro en forma integral, considerando la dermatitis y el resto de las manifestaciones que presenta”, agregó Luna. Este hallazgo sobre la elevada presencia de comorbilidades refuerza la necesidad de realizar un abordaje multidisciplinario del paciente, junto con especialistas en alergias y neumonología.
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