Algunas personas pueden marearse, sentir náuseas e incluso desmayarse de un momento al otro ante la sola visión de sangre. Puede ser en una extracción sanguínea, un procedimiento médico, en la aplicación de una inyección o ante una herida, propia o ajena. Este temor incontrolable tiene un nombre: hematofobia.
Según explicó a Infobae el licenciado en Psicología Alexis Alderete (MP 85367), especialista en trastornos de ansiedad y entrenamiento en habilidades, “la hematofobia es una fobia específica que se caracteriza por un miedo intenso e irracional, que se genera ante la presencia de sangre, agujas y heridas de consideración. Se manifiesta por conductas de evitación ante lugares, objetos y situaciones que expongan a la persona ante la presencia de sangre, agujas y heridas”.
La licenciada Gabriela Martínez Castro (MN 18627), directora del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (CEETA) definió a Infobae: “La hematofobia es una fobia simple, cuya característica esencial es un temor irracional, agudo, persistente a una situación aparentemente no peligrosa. Este temor tan fuerte lleva a un descenso de la presión arterial, probablemente a sudoración y muchas veces culmina en el desmayo”.
Aclaró que este tipo de reacciones no son comunes en otro tipo de fobias simples, como temor, por ejemplo, a los perros, a las arañas o a los botones. “Es decir, tiene una reacción neurovegetativa diferente. En otro tipo de fobias aumenta la tasa cardíaca, la tasa respiratoria y este tipo de descargas parasimpáticas. En el caso de la hematofobia no, disminuye el ritmo cardíaco, se genera sudoración, baja la presión y muchas veces ocurre el desmayo, a diferencia de otras fobias”.
La hematofobia suele aparecer en la infancia, la sufren con mayor frecuencia las mujeres y parece atenuarse con la edad. También puede ir asociada a otros trastornos de ansiedad, y su severidad y el grado de angustia que provoca en los pacientes no suele diferir de lo que experimentan otros fóbicos.
“Es un temor irracional, inexplicable, no tiene basamento real para la persona que lo sufre, simplemente le teme, y mucho, y se descompone frente al objeto fobígeno que sería en este caso es la sangre u otros procesos médicos”, expresó Castro.
A veces afecta a miembros de la misma familia y puede interferir en las conductas de prevención de enfermedades y poner así en riesgo la salud del hematofóbico. Por ejemplo, una proporción de quienes se negaron a vacunarse durante la epidemia de COVID-19 padecían esta fobia.
“Los trastornos de ansiedad son los trastornos mentales más frecuentes. Entre los diferentes subtipos, las fobias específicas son las más comunes. Debido a la pandemia de SARS-CoV-19 en curso, la fobia a las lesiones por sangre e inyección ha ganado una mayor atención en el contexto de las campañas de vacunación a gran escala y la salud pública”, citó un articulo publicado en la revista Frontiers.
Claves de una fobia diferente
En general, una fobia puede definirse como un miedo irracional, agudo y persistente a una situación o un objeto que no supone una amenaza real para la integridad de la persona. Esta sensación suele ir acompañada de aceleración del ritmo cardíaco, aumento de la presión arterial, hiperventilación o sudoración. Pero en el caso de la hematofobia, curiosamente, la reacción fisiológica es distinta y aún no se conoce con exactitud a qué se debe.
El licenciado Alderete explicó: “Se diferencia del resto de las fobias debido al real desmayo que produce, llamado síncope. En el resto de las fobias las personas tienen la sensación de hormigueo en los músculos y perciben que se están por desmayar, pero la hematofobia es la única en la que el miedo es tan intenso que produce un síncope vasovagal. Cuando una persona con hematofobia se enfrenta a la sangre, su sistema nervioso autónomo puede reaccionar de manera extrema, con una pérdida temporal del flujo sanguíneo hacia el cerebro, lo que resulta en un desmayo”.
“El síncope vasovagal produce una disminución de la frecuencia cardíaca y esto lleva a que la presión arterial baje rápidamente. Esto hace que el flujo sanguíneo al cerebro disminuya y se pierda el conocimiento por unos momentos. Incluso la persona afectada puede lastimarse durante un episodio de síncope vasovagal, debido a los elementos cercanos contra los cuales puede golpearse”, completó el psicólogo.
Se han hecho estudios para determinar las causas del descenso brusco y pronunciado de la presión arterial, que disminuye el riego sanguíneo cerebral y causa el mareo y la pérdida de conciencia. Al mismo tiempo, la hiperventilación causaría una disminución de los niveles de dióxido de carbono en la sangre (hipocapnia), lo que también contribuiría a las náuseas y el desmayo.
Posibles desencadenantes
“La hematofobia, la mayoría de las veces, se produce por eventos que son traumáticos para la persona durante alguna etapa de su vida, en la cual no pudo gestionarlos y queda como un trauma aprendido no resuelto que, ante la visión de la sangre o todo lo que esté relacionado, le producirá un miedo intenso e irracional, ya que cree que está en peligro”, señaló Alderete, y aclaró: “Una persona puede haber presenciado un evento traumático que esté relacionado con la sangre, como una extracción de sangre dolorosa o una lesión o accidente médicos. La persona relaciona la sangre con un miedo intenso de que lo mismo le pueda suceder a ella”.
Castro explicó: “Generalmente la hematofobia tiene un alto contenido genético, es decir, que se heredan este tipo de predisposiciones. Después, tiene que ver con la crianza, con el ambiente, si ha visto a la familia u otras personas que se han desmayado o que se sienten muy mal a la hora de sacarse sangre y tienen este tipo de reacciones, obviamente va a facilitar este tipo de fobias y, por último, elementos desencadenantes que pueden ser una situación traumática a la hora de sacarse sangre o de ver a otra persona que luego de la extracción termina desmayada, descompuesta o dolor en el pinchazo y esto le causa impresión”.
Cómo enfrentarla
Para alivio de los hematofóbicos existen varios tipos de tratamiento para hacer frente a este pánico irracional, que se aplican aisladamente o en combinación.
Alderete explicó: “El tratamiento específico para tratar la hematofobia y otras fobias en particular es la terapia cognitivo conductual, que abordará las creencias y los pensamientos distorsionados de la persona, logrando una reestructuración cognitiva de la misma para que vaya perdiendo el miedo a través de enfrentarse a diversas situaciones controladas donde vea la sangre hasta que vaya aprendiendo que no tendrá ningún riesgo para su vida. Además, así irá manejando y disminuyendo los síntomas propios de la ansiedad, como la taquicardia, la sudoración y evitación de las situaciones relacionadas”.
Por su parte, la licenciada Castro coincidió en que el tratamiento para la hematofobia es la terapia cognitivo-conductual por ser breve en el tiempo y focalizada en el problema. Generalmente, lo que se hace es una exposición al objeto fobígeno, es decir, a este tipo de situaciones relacionadas con la sangre. Se realiza en forma gradual para que la persona no se asuste y no quiera volver a exponerse. Así lo va tolerando hasta que se recupere y pueda afrontar este tipo de situaciones”, concluyó la psicóloga.
Seguir leyendo: