Desde hace algunos años se ha popularizado el término tóxico para referirse a personas con las cuales nos relacionamos, que nos generan daño o nos hacen mal. La referencia se establece en relación a las sustancias tóxicas.
El tóxico es un objeto, no una persona, así, paradójicamente, el “tóxico” es estigmatizado transformándolo en algo (no alguien) dañino. En muchos casos, en realidad, esos seres tóxicos lo son y presentan algunos componentes o varios de ellos, para ser clasificados como psicópatas o narcisistas. Son relaciones altamente emocionales y que dejan en muchos casos huellas.
¿Cómo diferenciar el uso excesivo de una clasificación popular de una clínica? y en el complejo caso de no ser excesivas sino ciertas, ¿se puede hacer algo o solo padecer?
Abordar, tratar, lidiar, todos los verbos posibles son apropiados, para con una persona con rasgos tóxicos o narcisistas. Puede ser, sin duda, una verdadera prueba de masoquismo. Sostener esa relación es a veces equiparable a los torneos televisivos inspirados en los juegos del hambre (Hunger Games), o del Calamar (Squid Games), en los que en cada desafío se pierde un personaje, pero que es una parte de nuestro ser, para complacer a la prueba y, especialmente, al examinador.
Hablamos de personalidades narcisistas y también del microtrauma cotidiano, no percibido, banalizado y de alguna manera aceptado, y esta forma constante, a veces en su mínima expresión de goteo, es por ejemplo el destrato.
El goteo persistente en el tiempo no siempre es constante, lo que hace olvidar que el mismo existe, pero termina por llenar esa vasija que es nuestra capacidad adaptativa o resiliente emocional, dejando así sensaciones de frustración, impotencia y malestar en general.
En cualquiera de las formas que iremos presentado en próximas notas, respecto a diferentes tipos de relaciones pero todas frente al mismo tipo de personalidad, sea el amigo, el familiar (padres, hijos, hermanos), la pareja, el jefe, es muy importante poder reconocer ante nada qué es, pero también qué no es, narcisismo/tóxico, y poder encontrar a partir de esto algunos indicios de estrategia.
Términos diferentes
Antes que nada, una aclaración: la gran difusión del término “tóxico” por parte de autores que lo definían desde los años 80 (en razón de un libro de los años ´60 de Rachel Carson, “Primavera silenciosa”, que hablaba de los efectos de los agrotóxicos en las personas y luego se trasladó el concepto a lo emocional), llevaría a llamar así a personas que calificaban como mentirosos, gente con tijeras, malos, molestos, inmaduros etc..
Esto ha llevado a la práctica algo que ilustra la siguiente paradoja: ¿Cómo se esconde un elefante en una tienda?, la respuesta obvia es la de buscando a Wally, pero de elefantes, todo son elefantes. El peligro del uso para toda persona que de alguna manera consideramos que es dañina para nosotros, es que deja de lado las definiciones o límites mucho más útiles en la práctica.
Una persona puede ser egoísta y/o mentirosa, pero eso no la convierte en tóxica, narcisista o psicópata y quizás así perdemos de vista al verdadero narcisista-tóxico, mucho más silencioso, integrado. Se usa a veces para aquel que muy frecuentemente logra ocultar y de hecho presentar la imagen inversa de sus rasgos psicopáticos. Una última aclaración quizás innecesaria, es que hoy en cuanto a las diferentes formas de la sexualidad, el modelo hombre-mujer se repite en todas las variedades imaginables.
Qué es una relación tóxica
Es una relación en la cual uno de los miembros presenta caracteres abusivos, controladores y manipuladores, entre otros. Esta relación reviste muchas situaciones graves que permanecen ocultas hasta que se manifiestan a veces bajo forma de tragedia. El caso de la hibristofilia o enclitofilia en la criminología, los casos Tablado o Cuchan en nuestro medio (dos femicidas), son ejemplos. La relación tiene carácter de abuso, psicológico, sexual, o físico, así como busca generar el aislamiento en su víctima, quizás debamos darle el nombre que corresponde. El uso de la culpa, el miedo, el arrepentimiento, la famosa montaña rusa emocional deja exhausta a la persona afectada.
¿Qué es una pareja narcisista? Es una que a veces hace pensar en el “tal para cual”, pero sin ver el costo para uno o ambos. El ego sobredimensionado, la creencia de estar por encima de los demás (intelectual, social, físicamente, etc.), la necesidad de admiración y atención, la expresión de estas de manera explícita y la falta de empatía, se ven no en uno sino en ambos, frecuentemente complementando las modalidades, es decir, uno puede parecer admirar al otro pero el rédito buscado es que está con esa persona que coloca en un pedestal, el cual utilizará para hacerlo caer de más alto.
En esta modalidad, la palabra, actos concretos que saben serán decodificados como amenaza de abandono, o el sexo, son usados como arma. Otras veces, ambos compiten por la misma variable, por ejemplo, el reconocimiento social, profesional etc., o son muy críticos del otro, o compiten por una variable estética (a quien ven más joven por ejemplo).
Modalidades de afrontamiento
¿Cómo manejarse con una pareja tóxica/narcisista? Previamente a este título quizás deba existir la afirmación “si ello es posible”, y en muchos casos no lo es.
Por otro lado, vale aclarar que esta nota u otra similar en cualquier idioma o búsqueda por inteligencia artificial, son solo de mero uso informativo. En los casos en los que existe la sospecha de peligro, como todo tema de salud y bienestar, se debe pedir ayuda calificada. Sin embargo, existen algunas modalidades que suelen tener algún efecto. Para mencionar a las simples (las otras las verá con su terapeuta):
1. Poner en evidencia, sacar a la luz las diferentes formas de control o manipulación. Para ello lo que antes mencionaba, ver que sí y que no entra en estos criterios, es importante.
2. Fijar límites: Teniendo uno claro que debe tratar de manera no confrontativa, o al menos no polémica, ser claro en eso que ve. Para utilizar el ejemplo frecuente, expresar que no soportará más formas de violencia física, aun sutiles (empujones al pasar, acercarse demasiado al hablar discutiendo algo, etc.), o de abuso verbal (etiquetados, adjetivar, etc). Es claro que hay que tener presente que esto puede generar consecuencias y deberemos tener pensado previamente qué hacer en tal caso, como hablarlo con alguien que eventualmente pueda dar alojamiento inmediato.
3. Comenzar a armar una red de gente confiable, amigos, familiares, inclusive asistencia profesional psicológica/psiquiátrica y eventualmente legal. Contar hoy con números telefónicos relativos a violencia (144 en nuestro medio pero el correspondiente a cada zona) puede ser indispensables, así como números (teléfono, WhatsApp, bots varios) de grupos de ayuda y soporte, o ONG que al menos asesoren sobre pasos a seguir o inclusive refugios.
4. Entender que se está en una situación de riesgo, aunque no se note mientras no se haya desbordado el vaso. Al igual que una persona que consume alcohol y empieza a notar los perjuicios (por ejemplo en la memoria), en esto hay que entender que se está en una situación que va a minar la salud no solo psíquica sino también la física. A veces signos indirectos como variaciones de peso, dolores o malestares crónicos, pueden ser de alerta y así advertir la necesidad de ayuda, y como decía en el punto anterior, el grupo soporte podrá verlo mejor y con más perspectiva que la víctima.
No intentar entrar en la lógica de argumentaciones y conflictos, de querer hacer razonar algo, o a alguien cosas que no pasan por la razón. Esas charlas o discusiones larguísimas y eternas son signos que también sirven para detectar el estar atrapado en una relación de este tipo.
5. Considerar seriamente terminar con la relación. De la misma manera que existe una ilusión de control en las adicciones farmacológicas (drogas, alcohol, psicofármacos etc.), esta situación es irreal y una montaña rusa emocional de la cual no se sale nunca, a menos que se deje de participar en el juego. No hay términos medios, en particular aclarando que esto excluye la violencia como respuesta, que es una de las formas de mantener el juego del goce perverso del otro.
En este último caso, buscar toda la ayuda necesaria y tomarlo muy en serio aunque nos parezca no ser tan grave.
Asumir que se está en un problema que no podemos manejar, menos aún solos, y pedir ayuda son los primeros pasos.
El siguiente es saber que no es el fin sino el cierre necesario a un comienzo libre de esa toxicidad. La vida no termina allí, sino que empieza.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster (MN 63406) se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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