A lo largo de su vida sexual, cuatro de cada cinco argentinos van a entrar en contacto con alguna de las 100 variantes del virus del papiloma humano (VPH). A pesar de esta alta probabilidad de exposición y que afecta tanto a hombres como mujeres, sólo algunos de ellos terminarán padeciendo enfermedades.
No por eso hay que subestimar la situación: aquellos pacientes que tengan una infección persistente en la zona genital o anal podrían desarrollar un cuadro más grave. El de mayor riesgo es el cáncer de cuello uterino.
“La incidencia del cáncer de cérvix en Argentina es de 13,3 casos cada 100 mil mujeres, el tercer registro más alto de Latinoamérica. A nivel global, estamos dentro del segundo grupo de países en el ránking de incidencia”, explicó el oncólogo clínico Gonzalo Giornelli (MN 95788), quien dirige el área de Ginecología Oncológica del Instituto Alexander Fleming (IAF).
El experto plantea que la falta de estadísticas confiables dificulta el análisis de cómo evolucionó este tipo de cáncer en los últimos años. De todas formas, marca dos pautas negativas.
“Por la inequidad en la disponibilidad de drogas de alto costo en la enfermedad avanzada, que brindan excelentes resultados llegando a triplicar la sobrevida en los últimos 15 años, los valores de mortalidad seguramente se incrementaron. Y a la vez, por la falta de testeo con PAP durante la pandemia, más pacientes se están diagnosticando con enfermedad localmente avanzada”, describió.
Ante este escenario, y en el contexto del Día Mundial del Cáncer de Cuello Uterino que se conmemora este domingo 26 de marzo en todo el mundo, los especialistas remarcan que es imperioso reforzar las medidas de prevención y promover el acceso a los tratamientos adecuados para cada estadio de la enfermedad.
Un mal lento, pero silencioso
Las últimas estadísticas oficiales de la Argentina, publicadas por el Ministerio de Salud, son de 2020 e indican que se detectan cada año cerca de 4.600 nuevos casos de cáncer de cuello uterino en todo el país, lo que representa casi el 7% de los tumores detectados en las mujeres. Es el tercero en incidencia detrás del de mama y el colorrectal.
Este tipo de cáncer se produce por el crecimiento anormal de las células del cuello del útero. “En el 90% de los casos está asociado a la infección por VPH, que es la enfermedad de transmisión sexual más común. No todos los subtipos lo producen y solo algunos son considerados de ‘alto riesgo’. Las mujeres más frecuentemente diagnosticadas están entre los 35 y los 45 años”, detalló el doctor Giornelli. Se estima que sólo el 5% de las infecciones en las que el virus produce algún tipo de lesión derivarán en tumores.
Uno de los obstáculos en la lucha contra la enfermedad es que se suele desarrollar en forma silenciosa. “El cáncer de cuello uterino puede no generar ningún síntoma hasta etapas avanzadas. Por lo que en todas las campañas de prevención se hace énfasis en realizar los controles de rutina sin esperar que haya una señal de alerta”, apuntó la doctora Verónica Fabiano (MN 122874), médica ginecóloga y mastóloga del Instituto Alexander Fleming.
Cuando la patología finalmente presenta síntomas, los más frecuentes son: menstruaciones o flujo con olor fétido, sangrado con las relaciones sexuales, sangrado en la pos menopausia o sangrados fuera del ciclo menstrual y dolor pelviano.
Como contrapartida, este tipo de tumores pueden tardar entre 10 y 20 años en desarrollarse, por lo que es amplia la ventana de tiempo para diagnosticarlos antes de que lleguen a etapas avanzadas. “Es fundamental la detección precoz para mejorar las opciones de tratamiento y disminuir la mortalidad. El cáncer de cuello uterino en la mayoría de los casos evoluciona en forma lenta, dando la posibilidad de detectar lesiones precursoras que al tratarlas evitan la aparición del cáncer”, sumó la experta del IAF.
Cómo prevenir y detectarlo a tiempo
La principal estrategia para prevenir este tipo de tumores es la vacunación contra el virus del papiloma humano. Desde 2011 se aplica a todas las niñas de 11 años y en 2017 la cobertura se extendió también a los varones de la misma edad, por lo que actualmente está incluida dentro del Calendario Nacional de Vacunación. Son dos dosis separadas por un intervalo de 6 meses. Un dato importante: no requiere orden médica y es gratuita en todos los vacunatorios, hospitales públicos y centros de salud del país.
“El objetivo es disminuir la cantidad de portadores del virus y como consecuencia reducir la mortalidad por cáncer de cuello uterino y otros tipos de tumores asociados a este virus, como ser el cáncer de ano, pene, vulva, vagina y orofaríngeos. La vacunación también está indicada en personas entre 11 y 26 años con VIH y trasplantados”, destaca la doctora Fabiano.
Tal como explicaba anteriormente la experta, la detección a tiempo es la llave para ganarle la batalla a la enfermedad. Para eso, es fundamental la realización de los controles de rutina, basados en estudios sencillos como el Papanicolaou o el test del VPH. Según las nuevas guías de la Sociedad Argentina de Patología del Tracto Genital Inferior y Colposcopía, en conjunto con otras sociedades, se recomienda realizar el PAP a partir de los 3 años del comienzo de la actividad sexual en todo individuo con cuello uterino independientemente de su género.
“Siempre es importante la consulta médica ya que en algunos casos el tamizaje podría comenzar antes (como por ejemplo en individuos inmnosuprimidos). También puede utilizarse el test del VPH a partir de los 30 años. La periodicidad quedará a criterio del médico tratante según los resultados que se encuentren en estos estudios”, remarcó Fabiano. “En el IAF implementamos un día exclusivo al chequeo ginecológico que incluye PAP y colposcopía, mamografía, ecografía mamaria, ecografía transvaginal y consulta ginecológica”, sumó. Este programa se desarrolla los sábados en el Centro Mamario del instituto y permite organizar en un solo circuito los diferentes estudios para tener un diagnóstico integral.
De la extirpación a la quimio
El tratamiento del cáncer de cuello uterino depende del estadio en que se diagnostique la enfermedad; es por eso que cuanto más precoz sea, mejor. “Cuando se trata de lesiones que aún no se transformaron en cáncer o tumores muy pequeños, la opción es la extirpación del cuello del útero, preservando el útero”, explicó el doctor Giornelli. En tanto, si se diagnostica como carcinoma con lesiones menores a los dos centímetros, el tratamiento más habitual es la cirugía de extirpación de útero, en la que se pueden preservar o no lo ovarios, según la gravedad del caso.
“En tumores más grandes o que ya se han extendido fuera del útero -por ejemplo a los ganglios regionales- , se necesita un tratamiento que incluya todas las zonas posibles de diseminación, incluyendo radioterapia con quimioterapia semanal. Finalmente, si el tumor se presenta en estadios más avanzados (con diseminación a distancia) o en pacientes en que el tumor recae luego del primer tratamiento, se usa quimioterapia asociada o no a inmunoterapia”, detalló el experto.
“El desarrollo de nuevos tratamientos en cáncer de cérvix sigue avanzando, con la aparición de nuevas drogas para pacientes que progresan a primera línea de quimioterapia. Se destacan los anticuerpos conjugados a drogas, que entregan la quimioterapia directamente en el tumor”, concluyó el doctor Giornelli, quien remarca la necesidad de cumplir con la vacunación y los estudios de control ginecológico para poder atacar la enfermedad en etapas menos avanzadas y así reducir la cantidad de pacientes que requieran tratamientos más complejos.
A todo esto, se suma otro factor no menos importante: el cuidado durante las relaciones. “El preservativo es un elemento esencial para prevenir enfermedades de transmisión sexual y embarazos no planificados. En el caso del VPH, la protección no es absoluta ya que este virus puede alojarse en la zona perineal no cubierta por el látex. Sin embargo, se recomienda fuertemente la utilización del mismo para disminuir el riesgo de contagio de esta y otras enfermedades”, cierra la doctora Fabiano.
Seguir leyendo