Desde la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) expresaron su preocupación por el aumento del consumo problemático de sustancias como el alcohol, las bebidas energizantes, el tabaco y la marihuana. También marcaron un uso excesivo de las tecnologías de información y comunicaciones (TICs), como celular, videojuegos y pantallas en general. La información fue desarrollada en un documento denominado La Sociedad Argentina de Pediatría y el consumo problemático: una responsabilidad de todos.
En el trabajo, la SAP aclara que, aunque muchos de estos consumos están arraigados en la sociedad en todos los grupos etarios y forman parte de la cotidianeidad, sin ninguna duda pueden afectar negativamente -en forma ocasional o sostenida en el tiempo- la salud física, psíquica, las relaciones interpersonales y/o con la ley, sobre todo en los niños, niñas y adolescentes, cuyo organismo se encuentra en pleno desarrollo.
Esas cuatro sustancias mencionadas son las que más consumen los y las adolescentes y jóvenes actualmente en Argentina, según la última encuesta de Sedronar sobre este tema, pero se pueden agregar como consumos problemáticos y adicciones conductuales el uso de tecnologías de información y comunicaciones (TICs) y nuevas tecnologías, las cuales se incrementaron durante y después de la pandemia.
“En este sentido, la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (CIE 11) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5) encuadran el uso problemático de las TICs como parte de las adicciones comportamentales”, sostuvo la médica pediatra especializada en Adolescencia, Nora Poggione, quien es secretaria del Comité Nacional de Adolescencia de la SAP. Entre las TICs más utilizadas, los especialistas destacan a las redes sociales, el correo electrónico, los videojuegos, los servicios ofrecidos en el celular, las pantallas en general y el comercio electrónico.
De acuerdo con los datos de la Encuesta Mundial de Salud Escolar del año 2018 (EMSE), la mitad de los estudiantes de 13-17 años bebieron alcohol en los últimos 30 días, siendo mayor en el grupo de 16-17 años (67,6%) que en el de 13-15 (47,7%). Entre quienes consumieron alcohol, uno de cada tres refirió haberse emborrachado alguna vez y este indicador también fue mayor en el grupo de 16-17 años (56,0%) que en el de 13-15 (28,5%). La borrachera, según dicho relevamiento, fue mayor en las mujeres que en varones en el grupo de 13-15 años (30,7% vs 26,1%) y entre quienes consumieron alcohol, dos de cada tres estudiantes se iniciaron antes de los 14 años.
Para el prosecretario del Comité Nacional de Adolescencia de la SAP, doctor Fabio Bastide, “es interesante destacar la manera en que se contextualiza el consumo colectivo de una determinada sustancia o TIC, resaltando sus aparentes valores positivos, así se afirma erróneamente: ‘una copa de vino es buena para el corazón’ o ‘la marihuana es natural y se utiliza con fines medicinales, por lo que es menos dañina que el tabaco’. Son todos artilugios con el objetivo de encubrir y olvidar los efectos negativos”.
“El alcohol es la primera causa de cirrosis, daño cerebral, alteraciones en el sueño y el comportamiento, lesiones en la vía pública y relacionadas a la violencia; su consumo durante el embarazo y la lactancia puede configurar una de las primeras causas de retraso mental prevenibles -agregó en tanto la secretaria del Grupo Nacional de Trabajo de Consumos Problemáticos de la SAP, Silvia Cabrerizo-. Asimismo, el cannabis afecta el desarrollo cognitivo y de los comportamientos”.
En el documento de la SAP se reconoce que el consumo de alcohol en los jóvenes tiene un carácter vincular, representa una forma de pasar el tiempo con los amigos y establecer relaciones sociales en grupo y obtener reconocimiento.
“Para estudiar este problema en forma integral necesariamente se debe referir la interacción de variables de orden individual (biológicas, fisiológicas y psicológicas), familiar (consumo de los padres, disponibilidad de las bebidas, reglas difusas y violencia), social (formas de convivencia asociadas al consumo, presión del grupo de pertenencia, disponibilidad de sustancias, legislación deficiente para regular la venta y publicidad de bebidas alcohólicas) y cultural (simbolismos, creencias, representaciones, rituales, costumbres o tradiciones que legitiman el consumo)”, refiere el trabajo de la SAP.
Pero el problema lejos está de ser exclusivo del alcohol y las TICs: también se ve un incremento del consumo de marihuana y de bebidas energizantes y de tabaquismo en gente joven. Según el mismo trabajo EMSE, en promedio uno de cada diez estudiantes consumieron marihuana alguna vez en su vida y casi cuatro de cada diez adolescentes de 13 a 17 años probó alguna droga ilegal antes de los 14 años. Uno de cada cinco (20,4%) estudiantes de 13 a 17 años consumió algún producto de tabaco durante los últimos 30 días, siendo más frecuente en mujeres que en varones. Este consumo es el doble entre los estudiantes de 16 a 17 años respecto de los de 13 a 15 (28,3% vs. 14,6%).
Si bien no se cuenta con estadísticas más actualizadas, los especialistas de la SAP reconocen que en la actualidad los niveles de consumo problemáticos han aumentado luego de la pandemia, y es algo que se ve día a día en los consultorios pediátricos. Por tal motivo, la recomendación enfática respecto de todos estos tipos de consumos problemáticos es la de comenzar con la prevención antes, desde la infancia, incluyendo la reflexión de los padres sobre los modelos de consumos familiares e involucrando a distintos actores, fundamentalmente la escuela, pero también clubes, centros comunitarios y ONG, entre otros.
“Otro de los consumos problemáticos está dado en la marihuana, que es una de las drogas más consumidas a nivel mundial. Su aumento se relaciona con la desinformación respecto de los efectos que puede producir a corto y largo plazo. En niños, niñas y adolescentes pueden aparecer síntomas psicóticos, alteraciones cardiovasculares y alteraciones del neurodesarrollo, alteraciones de la memoria, de la concentración e incluso, cuando se usa en forma crónica, puede producir ‘anhedonia’, que es la incapacidad de poder disfrutar de las actividades o situaciones que en el pasado sí resultaban placenteras”, describió la médica María Eugenia Braschi, miembro del Grupo Nacional de Trabajo de Consumos Problemáticos de la SAP.
Y completó: “El consumo del adulto de marihuana no es lo mismo que su uso medicinal, como medicamento se indican cannabinoides determinados a una dosis determinada para una enfermedad determinada, con un producto de calidad farmacéutica y con acompañamiento y control médico”.
Respecto del tabaco, Poggione afirmó que “actualmente, una de las formas de incorporación de nicotina y derivados del tabaco se da a través del uso de dispositivos de vaporización denominados cigarrillos electrónicos y ‘vapeadores’. Esto suma a los efectos tóxicos del tabaco la de los demás componentes de los aceites, saborizantes y otras sustancias que vaporizan. La industria tabacalera dirige sus publicidades al público adolescente a través de redes por las que circulan y promocionan estos productos como posible ‘tratamiento’ para la cesación tabáquica. Como consecuencia de ello, los adolescentes ingresan al consumo de nicotina”.
El trabajo de la SAP recuerda que “la OMS desde 2014 afirma que el vapor que liberan estos dispositivos no es inocuo porque contiene nicotina y otros químicos tóxicos y cancerígenos. En diciembre de 2016, a través de una Evaluación de Tecnología Sanitaria, la ANMAT decidió reiterar la prohibición para importar, distribuir y comercializar cigarrillos electrónicos y sus accesorios, lo que incluye su publicidad, promoción y patrocinio”.
“Las bebidas energizantes, cuyo consumo se ve incrementado por la copiosa publicidad en los distintos medios, contienen alta cantidad de azúcares y cafeína -entre otras sustancias- y no ofrecen ningún beneficio para la salud de los y las adolescentes. Sus múltiples componentes pueden facilitar la aparición de efectos adversos y tóxicos si se combinan con medicamentos de uso habitual y otras sustancias -señaló Bastide-. A su vez, su uso concomitante con el alcohol puede enmascarar los efectos depresores de este y facilitar la aparición de complicaciones cardíacas. En nuestro país, está prohibida su venta a menores de 18 años, pero esto no se cumple en la práctica. Y es frecuente su uso en la adolescencia temprana como ‘ritual de iniciación’ de esa etapa de la vida”.
“Como equipo de salud debemos trabajar en la prevención y acompañamiento a través de las políticas de reducción de daños, como así también en los procesos de tratamiento y rehabilitación. Tarea cada vez más difícil teniendo en cuenta la cantidad de publicidades que hay en torno a una droga legal como el alcohol, leyes que no se cumplen como la prohibición de venta de alcohol a menores de edad o la naturalización de su consumo en las previas para que haya un ‘consumo cuidado’; sin olvidarnos que vivimos en una sociedad de consumo donde consumir está bien visto”, concluye el documento de la SAP.
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