A medida que aumenta la temperatura, y como si se tratara de un axioma indiscutido, se elevan las búsquedas de dietas que permitan un descenso de peso. Las redes sociales tales como Tik Tok, toman el rol de consultorios truchos y los “especialistas” sin conocimiento ganan espacios donde el anonimato o el poco conocimiento pueden ser herramientas de un riesgo latente. Se trata de un comportamiento que se convirtió en una peligrosa realidad.
El denominado “intrusismo médico” es cuando una persona, sin título o experiencia sanitaria, brinda consejos sobre una enfermedad o cómo seguir una dieta específica.
Las consecuencias de este comportamiento se pueden contar por miles cuando se analizan las denuncias, reclamos y quejas que surgen de redes sociales, el mismo lugar del que tomaron estas iniciativas. Aquellos que se autodenominan médicos sin brindar una matrícula o los que se apoyan en experiencias personales, poco conocen de quienes se encuentran del otro lado de la pantalla. Más aún de su actualidad médica, historia clínica o enfermedades de base, popularmente conocidas gracias al COVID como comorbilidades. Todos estos aspectos son ingredientes indiscutidos de un futuro con consecuencias graves.
Los niños, niñas y adolescentes son un párrafo aparte de esta realidad. La credulidad o la ambición por alcanzar un objetivo poco realizable los impulsa a adoptar comportamiento que, en el peor de los casos, les puede provocar la muerte. No hace falta poner nombre propio a esta realidad, ya que los medios de comunicación son los responsables de evidenciar los graves resultados del intrusismo médico en los menores.
“Hay millones de búsquedas en Google y una de cada 20 es sobre salud. Es decir que cada minuto hay 70 mil consultas sanitarias en este buscador, pero solo una de cada 10 llega a un lugar serio. Algunas personas consultan en internet antes de ir al médico, para después ver si corroboran con el profesional. Otras consultan primero con el médico para después corroborar con Google. Y otras consultan directamente con el buscador web en lugar de ir al médico. Y ahí es donde está la complicación porque es como una ruleta rusa. Todo depende de dónde haya caído”, había destacado en diálogo con Infobae el médico nutricionista Alberto Cormillot (MN 24.518) .
En ese sentido, el experto en nutrición y obesidad advirtió que esto también ocurre mediante grupos de Whatsapp, donde incluso, cuando se trata de dietas, se suma un coach.
“Son un curanderismo más. No tienen validez científica, como tampoco la tienen los pastores sanadores, los pai, el tarot, la predicción del futuro según el vuelo de las aves que se practicaba en la Antigua Grecia o la borra de café. Se trata de tratamientos basados en la superstición”. El tratamiento de la obesidad es una combinación de atención médica, nutricional, actividad física y grupos de apoyo de personas recuperadas que complementan, pero no sustituyen al profesional de la salud”, recalcó.
Con ese misma premisa se había expresado la médica especialista en nutrición Mónica Katz (MN 60164). “Recibo pacientes que han estado en esos grupos como si fuera un tratamiento más. Son prácticas preocupantes porque usan estos espacios de Whatsapp sin que tengan evidencia científica de seguridad ni de eficacia. La persona que administra esos grupos sin ser médico o nutricionista no puede indicar un tratamiento”, advirtió.
“Es un intrusismo médico: los que coordinan grupos para adelgazar están tratando pacientes con obesidad sin tener el título habilitado como médico o como nutricionista. Las autoridades sanitarias deberían ocuparse del problema, más allá de que aún no estén reguladas las redes sociales o las plataformas como Whatsapp. La salud se cuida con matrícula”, había aseverado la experta.
La también nutricionista Romina Pereiro (MN 7722) en varias oportunidades busca derribar estos mitos en torno a la alimentación y los “gurús” en redes sociales. “Me tropiezo con distintos portales y redes sociales donde encuentro influencers dando y mostrando indicaciones precisas, paso a paso, de métodos engañosos, que no tienen respaldo científico para bajar de peso”, resaltó la experta.
Según señaló la especialista, una encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Nutrición a principios de año indicó que “6 de cada 10 argentinos (56,9%) admitieron haber subido de peso durante la pandemia. La mayoría aumentó de uno a tres kilos y, según manifestaron, una de las principales causas es la ansiedad”. Es por eso que, en el marco de la denominada “cultura de la dieta”, es más importante conocer que “esos métodos atentan contra la salud física y psíquica de las personas. Además de que es antiético y una estafa”. “Para que quede claro: ninguno de esos métodos es efectivo, no funcionan, no existe evidencia científica que avalen semejantes barbaridades”, recalcó.
“En los últimos años se produjo el fenómeno de piedra libre para hablar sobre nutrición y alimentación pero esto se agravó últimamente, cuando personalidades populares con gran cantidad de seguidores, por ser modelos, panelistas, profesores de gimnasia, coach health, periodistas o simplemente no siendo nada pero habiendo logrado un cuerpo supuestamente perfecto comenzaron a usar sus redes como un medio de comunicación y transmisión de mensajes que muchos intentan seguir, sin saber si son recomendaciones realmente saludables o servirán personalmente para ellos”, había resaltado la médica especialista en Nutrición, Virginia Busnelli (MN 110351), en diálogo con Infobae.
Y pese a que la idea de figuras perfectas parece haber comenzado a ceder, “en el marco de querer lograr el cuerpo de esa modelo, los estándares de belleza y la perfección física que postulan las influencers de la moda o las costumbres aconsejadas por periodistas con alta tendencia fanática, aparecen rígidas inclinaciones alimentarias”, había destacado.
De acuerdo con la médica cirujana Cristina Sciales (MN 66.744) el problema de cómo se ven las personas y el deseo de mejorar su imagen se incrementó durante la pandemia. “El shock del inicio de la pandemia, sobre todo los primeros meses, generó en la mayoría de la sociedad un desorden de hábitos, caracterizado por mala o excesiva alimentación, poco descanso, sedentarismo, mayor ingesta de alcohol, etc”, había señalado a Infobae.
“Entre los adolescentes, las redes juegan un rol importante que les permite ampliar y mejorar las relaciones sociales, acercar a las personas que están lejos y permite compartir experiencias de forma instantánea, algo que antes no era posible. Pero a la vez, en la red existe un vacío legal que permite que lamentablemente los malos hábitos o los patrones conductuales peligrosos se contagien”, había destacado, en ese tono, Busnelli.
Con esto en mente, y tomando en cuenta que todos y cada uno de los que se refiere a esta realidad cuenta con algo tan importante como una matrícula médica, para lo cual estudiaron incluso una década, la idea de que una persona que se autodenomina médico y evita mostrar sus credenciales debe encender las alarmas.
Quién habla desde el otro lado de la pantalla, debe conocer no solo el objetivo de su interlocutor, como puede ser bajar de peso o una mejora ante una dolencia, sino también su historia clínica, donde se suceden hecho innegables que permiten un mejor abordaje y, sin lugar a dudas, un tratamiento óptimo e, incluso, una cura.
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