Unas 50 millones de personas padecen epilepsia en todo el mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que convierte a esta enfermedad en uno de los trastornos neurológicos más comunes.
Del 5 al 10 de septiembre, la Liga Argentina contra la Epilepsia (LACE) celebra la Semana Nacional de la Epilepsia 2022 para informar sobre esta enfermedad y concientizar a la población. Desde la organización afirman que existen falsas creencias con respecto este trastorno cerebral, uno de los más comunes y difundidos, es el mito de que está relacionado a una actividad anormal de las neuronas.
Al respecto, la médica neuróloga María del Carmen García, presidenta de LACE y Jefa de Sección Epilepsia del Hospital Italiano de Buenos Aires, sostuvo en diálogo con este medio que padecer esta afección “es mucho más que tener crisis”.
“Hay muchas comorbilidades asociadas que frecuentemente interfieren con la calidad de vida de los pacientes, por ejemplo la sexualidad. Se estima que el 75% de las mujeres y el 63% de los hombres con epilepsia tienen alguna alteración sexual”, detalló.
Sin embargo, considerar a la epilepsia como un cuadro que genera indefectiblemente una marcada limitación para la persona es uno de los mitos que vale la pena derribar, dado que, como recalca García, “el 70% de los casos responde en forma positiva a los tratamientos. Esto significa que no deberían sentir afectada su calidad de vida”.
“Aún así continúa el alto nivel de estigmatización, lo cual, por ejemplo, muchas veces impide a los pacientes acceder a ciertos empleos, a pesar de contar con una alta calificación”, remarcó.
El cerebro es una estructura altamente compleja, compuesta por millones de células nerviosas llamadas neuronas. Generalmente, su actividad está organizada y posee mecanismos de autorregulación. Las neuronas son responsables de una amplia gama de funciones, incluyendo la conciencia, la generación y el reconocimiento de palabras, los movimientos y las posturas corporales.
Las crisis ocurren cuando el sistema eléctrico del cerebro deja de funcionar correctamente por un breve período de tiempo. En lugar de descargar la actividad eléctrica en forma auto controlada, las neuronas continúan descargando en forma anormal. Esta alteración puede ser causada por desórdenes propios del cerebro (causa intrínseca) o más raramente, por un factor externo como la falta temporaria de oxígeno o glucosa.
En la Argentina, “se estima que alrededor de 230.000 individuos tendrán en 2022 un diagnóstico de epilepsia”, puntualizó la médica neuróloga y señaló que, a pesar de la alta prevalencia, existen todavía falsas creencias con respecto a este trastorno, definido por los cuadros clínicos relacionados a una actividad anormal de las neuronas.
Además, la especialista indicó que en las situaciones de difícil control -llamadas epilepsias refractarias- hay nuevas alternativas terapéuticas que brindan resultados favorables. Y que, también, hay que tener en cuenta que existen diferentes tipos de crisis y que estas pueden presentar grados y una frecuencia variables.
Síntomas, causas y diagnóstico
Existen dos tipos fundamentales de crisis epilépticas: las generalizadas, donde las descargas afectan a ambos hemisferios, y las crisis focales, donde la descarga comienza en una zona particular del cerebro y que, en ocasiones, se propaga por el resto de la corteza.
En la mayor parte, las crisis aparecen de forma súbita e inesperada. Son breves, duran unos segundos o como mucho unos minutos. Las más llamativas son las convulsiones (crisis tónico clónicas generalizadas) donde la persona pierde la conciencia, se pone rígida y comienza a sacudirse. Hay otro tipo de crisis que se reducen a una desconexión momentánea con el entorno que persiste por unos segundos, llamadas ausencias.
En las crisis focales la persona actúa como si estuviera despierta a medias o confusa, pueden tener movimientos automáticos, otro pueden tener solo movimientos bruscos como sacudidas localizados en un brazo o en una pierna, o bien pueden sentir por segundos un gusto diferente, o percibir un sonido inexistente, o ver las cosas con colores o formas diferentes, o déjà vu, etc.
Durante el interrogatorio en la consulta con el médico se investigan: antecedentes familiares de epilepsia, antecedentes personales: historia de sufrimiento fetal o trastornos en el parto, antecedentes de traumatismos sobre la cabeza meningitis o encefalitis, si presento crisis febriles en la infancia, etc.
Posteriormente se indaga sobre cómo ocurrió la crisis y en qué contexto la presento, si tuvo algún aura, que modificaciones observaron en el comportamiento los testigos que hayan podido presenciar la crisis. Si hubo algún factor desencadenante. Si fue una crisis única o si fueron varias separadas en el tiempo.
La segunda parte del diagnóstico tiene que ver con las pruebas, donde se incluye el electroencefalograma (EEG) que mide la actividad eléctrica cerebral para identificar las descargas eléctricas anormales que precipitaron la crisis, la resonancia magnética (según los casos) para descartar cualquier lesión intracerebral. Hay otros estudios que se realizan en ocasiones puntuales, como el Video-Electroencefalograma, el Spect Cerebral, el PET y la evaluación cognitiva y psiquiátrica.
Las causas varían según el tipo de epilepsia pudiendo ser por un lado, sintomáticas a una lesión estructural. Por otro, en muchas ocasiones no se descubre una causa concreta y se denominan epilepsias genéticamente determinadas. En un tercer grupo ocurren las llamadas crisis focales y se sospecha que hay una causa estructural pero no se puede demostrar por las imágenes y se las denomina epilepsia probablemente sintomática.
La epilepsia se puede presentar a cualquier edad, sin distinción de sexo, origen étnico, o clase social. Las crisis tienden a aparecer en la infancia o en la adolescencia tardía, pero la incidencia aumenta nuevamente después de los 65 años de edad.
Para la doctora Eliana Garino (MN 138245), médica neuróloga, miembro de la Comisión Directiva de LACE, especialista del Área de Epilepsia y Sueño del Instituto de Neurología de Swiss Medial, “se puede tener epilepsia en la tercera edad ya que hay dos picos de incidencia a lo largo de la vida, siendo el segundo luego de los 60 a 65 años, de hecho es el momento donde más frecuentemente podemos desarrollar epilepsia”.
Alrededor de un 20 a 30% de los pacientes con epilepsia, no van a controlar sus crisis con la medicación, ya sea con uno o más fármacos. A este grupo se lo llama “refractarios” al tratamiento, y pueden ser estudiados para evaluar alguna otra alternativa de tratamiento, como cirugía, neuroestimulación o dieta cetogenica.
“Una persona que sobrevive hasta los 80 años tiene la chance de tener una convulsión independientemente de que sea epiléptico o no, por lo tanto es importante saber como actuar ante una persona que tiene una convulsión”, destacó la doctora María Sol Pacha (MN121870), Medica Neuróloga de la planta de la sección de Epilepsia del Hospital Británico y el Hospital Churruca.
Por otra parte, las especialistas destacan la aprobación por parte de la ANMAT del uso de cannabis farmacéutico en los síndromes de Lennox-Gastaut, Dravet y las epilepsias asociadas a esclerosis tuberosa, y en otras formas de epilepsia refractaria. Y explican que Convupidiol es el primer medicamento con CBD -el componente de la planta de cannabis con mayores propiedades terapéuticas- en contar con esta denominación.
“Es un cambio auspicioso que impactó en la sociedad y en la comunidad médica, el CBD tiene resultados demostrados tanto para el control de las crisis como para la mejora en la calidad de vida”, resumió García.
También puede indicarse en casos puntuales que el neurólogo considere, con la estrecha supervisión de su evolución terapéutica. El requisito en cualquier circunstancia es que el aceite cumpla con los estándares de seguridad y trazabilidad exigidos, como ocurre con cualquier otra medicación, para así poder evaluar sus efectos de manera confiable.
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