Fernando Polack se acuerda de uno de los dibujitos animados de infancia y sonríe: el Correcaminos. El médico argentino que tuvo un rol central durante la peor etapa de la pandemia de coronavirus cree haberle puesto un moño a su carrera de investigador científico. El mismo equipo que testeó en el Hospital Militar la primera vacuna del mundo contra el COVID (Pfizer-BoiNTech) acaba de concluir un estudio de una vacuna contra un virus que Polack conoce muy bien: el virus sincicial respiratorio (VSR), uno de los agentes de la bronquiolitis.
El sincicial respiratorio fue el objeto de investigación de Polack desde finales de la década de 1990. En 2020 el médico pediatra encabezó el estudio de la vacuna contra COVID-19. Pero en 2022, en el testeo de la vacuna de Pfizer contra el VSR —finalizado hace unos días— acompañó a Gonzalo Pérez Marc , que intervino como investigador principal, a Romina Libster y Silvina Coviello y a más de 700 profesionales de la salud y de soporte técnico y logístico de los estudios.
Hace unos días Pfizer comunicó que la eficacia de la vacuna es del 85,7%. El es decir que, cuando se apruebe, habrá una vacuna contra el VSR. Después de más de 20 años de investigar sobre el VSR, Polack y su equipo reclutaron 8.000 voluntarios en Argentina y de esa manera contribuyeron con el estudio llamado Renoir que se hizo en varios países.
La prueba de la vacuna contra el sincicial respiratorio tiene algo especial para Polack. Es que desde 1999 que investiga ese virus. Fue en aquel entonces cuando vivía en Estados Unidos que dejó de estudiar el virus del sarampión y empezó con el sincicial respiratorio. Intentó explicar por qué había fallado una vacuna contra el VSR aplicada en 1967 y que había causado muertes. Se metió de lleno en esa investigación, se equivocó, reformuló su hipótesis y finalmente logró determinar qué había fallado hace 55 años. Desde aquel momento Polack trabajó para definir criterios de seguridad para vacunas nuevas y colaboró para encontrar una vacuna que protegiera contra el sincicial respiratorio.
En 2003 había vuelto a la Argentina y se dedicó a investigar cómo afecta el virus a los chicos que nacen en los sectores más desposeídos. Por su trabajo en VSR, en 2006 la Sociedad Pediátrica de EEUU le había otorgado el premio al mejor investigador Joven. Cuatro años después lo eligieron como el mejor investigador pediátrico.
Su equipo de investigación de sincicial respiratorio en Argentina se convirtió en un actor central de investigación de ese virus en el mundo. Recibieron reconocimientos y publicaron una enrome cantidad de información.
En medio de la pandemia además de liderar el testeo de la vacuna, hicieron el primer estudio de la utilidad del plasma de recuperados para evitar la infección grave con COVID-19. Luego se hicieron otros estudios en Estados Unidos que corroboraron lo que había determinado Polack y su equipo, un año antes.
En 2022 aquella carrera de investigación parece haber llegado a la meta. El objetivo del testeo encargado por Pfizer fue hallar una vacuna contra un virus poco conocido pero que genera graves consecuencias en dos sectores de la población: los recién nacidos y los mayores de 60 años.
El equipo del investigador, que lleva más de 20 años dedicado a estudiar enfermedades respiratorias, testeó la primera vacuna que se mostró altamente eficaz contra el VSR. “Es como si el Coyote después de tanto tiempo pudo atrapar al Correcaminos”, dice Polack y sonríe.
Luego de que se conociera el nivel de eficacia de la vacuna Polack habló con Infobae.
—¿El virus sincicial respiratorio está vinculado con el COVID?
—No, pero tiene un funcionamiento muy parecido al COVID y ese fue el motivo por el cual a mí me llamaron para encabezar el programa de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus. Yo era parte de los asesores científico spara el desarrollo de vacunas contra sincicial respiratorio en Estados Unidos y en organizaciones de la Unión Europea, y por eso me convocaron cuando comenzó la pandemia. Muchas compañías farmacéuticas y los organismos internacionales de salud necesitaban expertos para entender un virus que no había existido nunca, por lo tanto no había expertos en el mundo. Entonces muchos buscaron a los que sabíamos de sincicial respiratorio
—¿Así empezó su relación con el COVID-19?
—Sí. Por eso yo podía pensar COVID más fácil, porque el germen era tan parecido al sincicial en como se comportaba. Y yo hacía más de 20 años que investigaba sobre sincicial respiratorio. Yo sabía que el plasma con anticuerpos sólo iba a funcionar de tal manera, porque yo sabía cómo funcionan los anticuerpos contra el sincicial respiratorio. Y entendía que la vacuna sólo iba a funcionar de ciertas maneras, porque yo sabía cómo no funcionaban contra sincicial respiratorio.
—¿Puede explicar qué produce el VSR, ese virus que venía persiguiendo en sus investigaciones?
—Es la principal causa de hospitalización en los chicos menores de un año en la Argentina y en el mundo. Y si vos vas a un sanatorio del Capital Federal o un hospital de conurbano entre fin de mayo y agosto el 70% de los chicos internados, es decir 7 de cada 10 tienen sincicial respiratorio.
—¿Cuál es el diagnóstico que les dan a las madres cuando llegan al hospital?
—En principio, el VSR es el agente de la bronquiolitis. La bronquiolitis es una enfermedad que afecta alrededor de casi un 20% de los chicos, y hospitaliza entre el 1 y el 3%.
—¿Cuáles son los efectos que produce el sincicial respiratorio?
—El sincicial respiratorio tanto en Argentina como en el resto del mundo es la principal causa de muerte de los bebés entre un mes y un año de vida.
—¿Qué sucede durante el primer mes de vida?
—En el primer mes de vida los riesgos son otros: lo que mata son los problemas perinatológicos. Eso muestra la calidad de atención obstétrica y neonatal que tiene un país. Si se controla a las embarazadas, se controla el parto y existen herramientas para que haya un parto seguro, eso se refleja en la cantidad de chicos que sobreviven a esas instancias. En los países con más recursos, hay muy baja mortalidad, los países de medianos recursos tienen mortalidad intermedia, y en los países de bajos recursos las mujeres suelen tener los partos no controlados en sus casas y llegan a tener mortalidades siderales.
—¿Y luego de esa etapa qué sucede?
—Una vez que pasa el primer mes, una variable que pasa a ser importante para medir la calidad de atención en salud publica es la mortalidad en el hogar. Los países con más recursos económicos no tienen casi muertes en el hogar, salvo muertes excepcionales asociadas a muerte súbita. Los países de estructuras deficientes, como los latinoamericanos incluyendo el nuestro, tienen muertes en el hogar en las áreas más vulnerables a las que llaman “muertes súbitas” porque no las investigan. Entonces toman el nombre que usan los países desarrollados para describir la causa de muerte que típicamente padecen allí. Por ejemplo, Estados Unidos tiene 4 millones de nacimientos por año y de sincicial respiratorio en un año se mueren aproximadamente 50 chicos.
—¿Qué sucede en países como el nuestro?
—La Argentina tiene 600.000 nacimientos de los que mueren probablemente cerca de 300-600 chicos por sincicial respiratorio. Cincuenta veces más que en Estados Unidos, difícil saber exactamente la diferencia. La mayor mortalidad se da en lugares pobres de varias provincias y en algunos sectores del conurbano. Allí, alrededor de tres chicos de cada 100 se internan por bronquiolitis por sincicial respiratorio y uno de cada 2.000 se muere. Todo este trabajo para entender mejor lo que sucedía en Argentina lo realizamos durante más de una década con el apoyo del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, el Molecular Research Council de Gran Bretaña, el Conicet, y la Fundación Gates.
—¿En todos lados es igual la tasa de mortalidad?
—No. En áreas como la Ciudad de Buenos Aires, el que muere por sincicial respiratorio es un chico que tiene muchos problemas previos de salud. Por ejemplo, tiene fallas de crecimiento en los pulmones, problemas graves en el corazón, o daño previo severo en el cerebro. Ese es el chico que muere en Estados Unidos, en Europa occidental y que se muere en Capital o en ciudades como Córdoba o Mendoza.
—¿Y en lugares menos favorecidos?
—El chico que muere por sincicial respiratorio en las zonas más pobres de los distintos continentes es un chico que está mayormente sano y que muere de pobreza. Ese chico se muere de dos maneras: se muere en el hospital porque no hay infraestructura o equipamiento para sostenerlo y entonces se sobreinfecta con otro bicho que anda dando vueltas, o el hospital no tiene el respirador o el equipo apropiado. Esa es la causa de aproximadamente el 50% de las muertes. La otra mitad de los chicos muere en la casa de una familia carenciada, que no tiene ni el suficiente soporte del Estado para llegar a salvar ese chico (porque ese chico en la Capital no se moriría) y no tiene tampoco el registro familiar de lo grave de la situación. Allí sufren muchas madres que crían solas a sus hijos, la gente vive agredida por problemas de contaminación ambiental, los problemas de estructura de vivienda son graves, el acceso a la salud fuera de las horas del día es una quimera, y en invierno hace un frío húmedo que no se siente en un departamento del centro. Entonces esos chicos mueren”muertes silenciosas” en el hogar.
—¿Eso fue lo que ustedes investigaron?
—Lo que nosotros hicimos durante más de 20 años es investigar estrategias de prevención para mitigar esas tragedias, entender esas muertes tanto en hospitales como en poblaciones del sur del conurbano bonaerense que nadie había sospechado asociadas al sincicial ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Esto no es, en absoluto, privativo de Argentina, aunque eso no lo hace mejor en absoluto.
—¿En qué consistió el trabajo en esos lugares?
—Entre otras cosas, hicimos estudios que mapearon las causas biológicas y sociales de enfermedad y muerte en los chicos con más vulnerabilidades, entrenamos a personal provincial en cómo realizar autopsias mínimamente invasivas para poder encontrar esas causas antes ignoradas, mapeamos la dieta de las madres para ver que intervenciones podían bajar los riesgos de sus bebes, trabajamos con chicos prematuros, y otras tantas cosas.
—¿En qué se enfocaron?
—Por ejemplo, trabajamos mucho en lactancia materna, que es un factor de enorme protección contra el sincicial respiratorio. Un hallazgo muy interesante y revelador que hicimos hace años trabajando en el Hospital Garrahan y la Maternidad Sardá fue que la lactancia materna protege contra el sincicial respiratorio mejor a la mujer prematura que al varón prematuro.
—¿Por qué?
—La mujer sabe hacer algo con la leche que absorbe durante la lactancia que el hombre no descifra tan hábilmente. Todos precisan la lactancia, sencillamente la mujer la usa mejor. Debemos pensar esto desde el punto de vista evolutivo, cómo seguimos dando vueltas en el mundo a millones de años del primer prototipo nuestro que apareció. Según la lógica darwiniana de irnos fortaleciendo frente a los desafíos que vamos enfrentando,lo que no puede ocurrir, si queremos que los humanos sigamos por aquí, es que desaparezcan la mayoría de las mujeres. Porque 50 hombres y una mujer desembocan en una guerra, mientras que un hombre y 50 mujeres pueden mantenernos circulando. Entonces, evolutivamente la naturaleza protege a la mujer mejor que al varón, impulsando el crecimiento y desarrollo del pulmón durante la lactancia.
—¿Frente a los virus respiratorios?
—Fundamentalmente para los virus respiratorios. En el resto de los problemas, no conozco la evidencia que sugiera que también difieren los beneficios por sexo. Sencillamente no sé lo suficiente. Pero en lo respiratorio,el sincicial representa siete de cada diez infecciones graves cada invierno. Ha sido el dueño de los inviernos, hasta ahora...
—¿Y eso lo aplicaron acá?
—Trabajamos luego durante cinco años en Chaco y Corrientes con un programa muy ambicioso, ya que había muchas mamás que no podían o no querían dar el pecho. Nosotros queríamos definir si un bebé prematuro que no lactaba se podía beneficiar recibiendo leche de una madre donante. Y armamos un enorme estudio randomizado (ahora todo el mundo entiende esta palabra) para testearlo contra lo que esos chicos tomaban habitualmente, que era formula maternizada. Entonces, como para repartir leche de madre donante necesitábamos muchas madres que donaran leche para alimentar a más de un chico, pusimos en marcha un programa enorme apoyado por una fundación privada de Estados Unidos para promover la lactancia y conseguir donantes. Inesperadamente, llevamos la lactancia hasta arriba del 90%. Entonces, nos quedamos sin bebés que no lactaban, con lo que no pudimos hacer el estudio.
—Es decir que no pudieron hacer el estudio pero las madres amamantaron
—Por suerte los chicos estaban más protegidos, pero no pudimos concluir el estudio. Fue una victoria por el lado inesperado. Un tiempo después pasó lo mismo con un proyecto similar de investigadores italianos.
—¿Qué otra cosa hicieron?
-Armamos un enorme programa en el conurbano con la Fundación Gates que trabajaba en mapear y bajar la mortalidad en el hogar. En paralelo, trabajamos en enfermedad grave y mortalidad por sincicial respiratorio en hospitales. Allí, por una serie de hallazgos, terminamos estudiando la dieta materna de las embarazadas. Y nos topamos de frente con los efectos de la dieta paleolítica: cuanto más azúcar, harinas y almidones comían las embarazadas, más riesgo tenían sus recién nacidos de tener problemas serios con el virus. Como la dieta paleolítica no estaba aún de moda, nos demoró un tiempo entender lo que estábamos viendo. Nosotros, en aquel entonces, poníamos las fichas en las dietas grasas o hiperproteicas, pero el efecto era claramente en los hidratos de carbono. Eso es lo lindo de la ciencia: casi siempre empezás equivocado. Hoy, todo el mundo sabe que el azúcar es un bicho de cuidado.
—¿Descubrieron algo más en las investigaciones en Argentina?
—También descubrimos que había un gen que, cuando estaba mutado, a la población de clase media de la Capital Federal le aumentaba considerablemente la severidad de la enfermedad por sincicial respiratorio. Contrariamente, a los chicos de los sectores más vulnerables del conurbano, tener ese gen mutado los protegía contra la misma enfermedad. Ese estudio me permitió, por primera vez, conseguir fondos para trabajar en Argentina.
—¿Cómo se explica?
—Eso se llama interacción del gen con el medio ambiente. Un hallazgo fascinante. Todo depende de la cantidad de bacterias que viven en tu ambiente. Cuando se vive en un ambiente muy limpio, ese gen mutado (que nació para cuidarnos del exceso de agentes infecciosos) se vuelve loco ante la ausencia de señales y dispara respuestas parecidas a la alergia. Entonces a esos chicos les va peor con el sincicial respiratorio. Cuando vivís en un ambiente con más carga bacteriana, ya sea porque vivís hacinado o no tenés cloacas, estás expuesto a más carga bacteriana y esa mutación, tal como lo hacía en la era paleolítica con todo el mundo, te protege. Ese fue uno de los primeros trabajos que hicimos con la Fundación Infant hace 20 años. Pero fue una investigación muy larga; duro una década descifrar bien lo que sucedía.
—¿Cuándo los contactaron desde la Fundación Gates para probar vacunas?
—Yo había trabajado en programas de la Fundación Gates vinculados al sarampión en África en la década de 1990 en Johns Hopkins y conocía gente en los programas respiratorios de la organización. En un momento, hace como 15 años, la Fundación comenzó a enfocarse más en virus sincicial respiratorio. Es difícil calibrar lo fenomenal que ha sido la Fundación Gates en mejorar o resolver problemas del mundo en desarrollo. Aquellos que en los años 90 discutíamos apasionadamente sobre las respuestas de ratones a virus en el laboratorio, fuimos impulsados al terreno a buscar soluciones concretas para los chicos. Y eso, en gran medida, lo hizo la Fundación Gates. Si bien inicialmente hubo un poco de resistencia a la aparición de una fuerza tan potente impulsando a muchos científicos hacia donde no preveían ir, no cabe duda que el efecto ha sido sensacional. Así que luego de muchos años de trabajar con nosotros en los efectos del virus en terreno, como muchos otros sponsors, nos dijeron que era importante que desarrolláramos la capacidad de testear vacunas. Ellos veían que las vacunas que vendrían contra el sincicial respiratorio iban a necesitar muchos sitios de testeo, y querían datos concretos del mundo en desarrollo porque era en esas poblaciones que querían obtener protección. Nosotros sabíamos mucho de la inmunidad necesaria para proteger, de la enfermedad, y allí aprendimos como equipo como armar el mejor sitio de vacunas posible.
—¿Sabían cómo hacerlo?
—Testear vacunas es un negocio diferente, es otra historia, otra cosa, entonces nosotros empezamos a armar una estructura de testeo de vacunas.
—¿Cuándo fue eso?
—No recuerdo exactamente, tal vez después de que ayudamos a definir los criterios de vacunación pediátrica contra la gripe para el mundo entero con un trabajo muy famoso que lideró Romina Libster. Ese año, 2010, también hicimos un trabajo muy importante explicando por qué se morían los adultos de edad mediana durante las pandemias de gripe, algo que asusta muchísimo. Habrá sido entonces cuando la Fundación Gates mandó un equipo de especialistas a Buenos Aires para asesorarnos. Cuando terminaba la visita, y yo llevaba al director del grupo al hotel, el tipo me dice ‘lo que ustedes hacen es maravilloso, pero de testear vacunas en fase III no tienen la menor idea`. Ahí nos dimos cuenta de que teníamos mucho que aprender. Y Romina Libster se fue a Estados Unidos a la universidad donde yo era Profesor Titular de Pediatría, y estuvo cinco años en la unidad de vacunas del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Cambiamos el tipo de trabajo que veníamos haciendo con Gonzalo Pérez Marc, quien tenía ya experiencia en ensayos clínicos y un inmenso talento para armar las estructuras más inverosímiles. Silvina Coviello, que es bioquímica y estuvo conmigo en la Fundación Infant desde el primer día, empezó a trabajar en la protección de derechos e información de los sujetos que se involucran en los estudios. Y así armamos el primer programa de testeo de vacunas. Eso creció con la gente que trabajaba conmigo y con Gonzalo, se expandió con centenares de trabajadores voluntarios durante el proyecto de plasma, y alcanzó más de 1.000 personas empleadas en la pandemia durante el testeo de COVID. La expansión fue tal que, por ejemplo, permitió la construcción de nuevas áreas en el Hospital Militar que ha sido un “compañero de trabajo“ excelente. Modificamos el modo en que se estudian las vacunas para que lleguen bien y antes a la gente.
—Una década antes del COVID-19
-Romina decía que teníamos que prepararnos por si venia una pandemia y yo me reía. Me sonaba absurdo. El COVID estaba lejos cuando armamos el primer programa para testear una vacuna para embarazadas contra sincicial respiratorio. Para que la aprobara la Food and Drug Administration (FDA), tenía que tener aproximadamente el 40 % de eficacia. La vacuna que terminamos de testear ahora alcanzó el 85,7 % de eficacia en adultos mayores, un número ridículo propio de los avances sucedidos en los últimos años.
—Como sucedió con algunas vacunas contra el COVID-19
—Claro. Antes eso no sucedía. Aquella vacuna contra el sincicial respiratorio alcanzó un 39 % de eficacia, y no alcanzó. Pero en la Argentina y en Sudáfrica la eficacia era notablemente mayor. Y tenía varios beneficios secundarios inesperados. En los países en donde había mayores condiciones de vulnerabilidad la vacuna funcionaba muy bien. En los países centrales funcionaba mal y eso bajaba el promedio de eficacia.
—Entonces la situación de los países centrales impidió que se obtuviera la vacuna
—Acá aparece una cuestión importante. Como es muy difícil para países con muchos vaivenes políticos y pocos recursos tomar decisiones sanitarias individuales fundamentadas en datos propios, se importan muchas veces decisiones de los países centrales y algunos productos nunca llegan. Eso es un problema común a todo América latina, algunos sectores de Asia y al África. En América del Sur, tener un Mercosur de expertos para poder evaluar decisiones complejas – que no es otra cosa que aprender la lección de la Unión Europea- es imperativo.
—Además hay una búsqueda de maximización de ganancias de las farmacéuticas
-Sucede que los mercados centrales son mucho más potentes y si la vacuna no va a venderse en Estados Unidos, Europa y Japón, el atractivo es menor. De allí el enorme valor de la Organización Mundial de la Salud, que brega por acercar productos a países que obviamente los necesitan.
—¿Cómo fue el inicio del estudio de la vacuna de sincicial respiratorio?
—Terminamos de trabajar en aquella vacuna que no había alcanzado la eficaciad deseada y nos disponíamos a testear la vacuna de Pfizer contra el sincicial respiratorio. Y en ese momento, vino la pandemia. El COVID se cruzó en el camino. Paramos y retomamos los ensayos contra sincicial este año.
—¿Por qué se probó en principio en personas mayores de 60?
—Estas vacunas suelen testearse en los dos grupos, niños (en este caso en embarazadas que le pasan anticuerpos por la placenta a sus bebes) y en adultos mayores. Acá se conjuga además de la obvia necesidad imperativa de proteger a los recién nacidos, proteger a los mayores de 60 cuando necesitan evitar una enfermedad grave. Eso representa una oportunidad de llegar con vacunas a muchísima gente, ya que cada vez la vida se extiende más. Por lo tanto, es una poblacion a la que todos los desarrollos le prestan mucha atencion.
—¿Ya explicó cómo afecta a los niños, cómo afecta a los mayores?
—La infección por sincicial respiratorio aumenta significativamente los riesgos de ir a terapia intensiva cuando sos una persona mayor, aumenta el riesgo de tener neumonía, probablemente dispara crisis asmáticas y además aumenta el riesgo de tener infartos. Si vos tuviste una infección por sincicial respiratorio, durante la semana posterior a la infección, tus chances de infartarte son 250 % más que las de alguien que no se infectó. Ese es el valor de esta vacuna. Sacar buena parte de eso del medio.
—Ya terminó la prueba en mayores de 60 años. ¿Y cómo sigue?
—Una vacuna similar se está probando en embarazadas. Habrá que ver si funciona tan bien como en adultos mayores.
—¿Cuándo cree que puede estar la vacuna para proteger a los recién nacidos?
-Siempre hay que esperar. Cada población es diferente. Un recién nacido es distinto a una persona de 70 años. Ojala sea pronto. Igualmente, ha habido excelentes resultados con anticuerpos monoclonales de otras compañías. Allí, la accesibilidad dependerá del costo del producto.
—¿A las embarazadas les dan la misma vacuna que a los mayores de 60?
—Es conceptualmente la misma vacuna en el caso de Pfizer.
—Entonces se puede colegir que tendrá la misma efectividad
—Hay que esperar a los resultados del estudio. No se pueden extrapolar los datos de un estudio a otro.
—Ustedes ya testearon la vacuna contra el sincicial respiratorio que hizo Pfizer, pero están haciendo otro estudio.
—Sí, estamos testeando una vacuna de Moderna con el mismo objetivo. Es muy potente para nuestro grupo avanzar con dos productos de compañías sofisticadas casi en paralelo. Y una enorme satisfacción, ya que estos estudios no llegaban antes a la Argentina y empezaron a venir por nuestro trabajo.
—¿A qué se debe el interés de dos de los más grandes laboratorios del mundo en el virus de sincicial respiratorio?
—Para lograr este tipo de objetivos hay que galvanizar un montón de esfuerzos que frecuentemente están disociados o dispersos. Lo que hicieron en buena medida la Organización Mundial de la Salud y la Fundación Gates fue poner al sincicial respiratorio como foco de atención de un montón de investigadores, de agencias internacionales y de las compañías.
—¿Terminó el COVID-19?
—Cuando lo conocimos, el COVID era un animal salvaje y ahora es una mascota hogareña. Va a seguir causando resfrío, fiebre y dolor de garganta pero, en la enorme mayoría de los casos y salvo imprevistos, no va a causar más que eso.
—¿Qué viene después de haber probado la vacuna de sincicial respiratorio que es lo que estudió toda su vida?
—Seguir trabajando. Y, sobre todo, empieza lo que yo considero el mejor proyecto de mi vida. Sin duda alguna, el proyecto más transformador y generoso en el que haya participado. Pero no tiene nada que ver con las vacunas. Si funciona como imaginamos, va a dar vuelta un paradigma anclado en la sociedad desde la revolución industrial. Es un proyecto que va a cambiar la suerte de miles y miles de chicos, y no por medio de terapia alguna.
—¿Se puede saber algo más?
—No por ahora. Paso a paso.
SEGUIR LEYENDO