Los debates en torno a las complicaciones coronarias a partir del la aparición del COVID han sido una constante en cientos de informes científicos. Con las vacunas para combatir el virus, resurgieron las dudas sobre los efectos en el corazón. Ahora, en un análisis detallado de casi 43 millones de personas, los científicos confirmaron que el riesgo de miocarditis en personas no vacunadas después de la infección por COVID-19 fue al menos 11 veces mayor en comparación con las personas que desarrollaron miocarditis después de recibir una vacuna contra el COVID-19 o una dosis de refuerzo.
Así lo revela una nueva investigación que acaba de publicarse en Circulation, la revista de la American Heart Association. Este análisis incluyó información obtenida de la base de datos de Inmunización Nacional de Inglaterra para personas mayores de 13 años que recibieron al menos una dosis de una vacuna COVID-19 entre el 1 de diciembre de 2020 y el 15 de diciembre de 2021 en dicho país.
Varios estudios e informes anteriores de agencias de salud pública de todo el mundo, incluidos los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, por sus siglas en inglés), han resaltado una posible conexión y un riesgo potencialmente mayor de miocarditis después de recibir una vacuna de ARNm contra el COVID-19, lo que generó un interés científico, político y público considerable.
La miocarditis es la inflamación del músculo cardíaco, el miocardio. Esta condición es poco común y puede debilitar temporal o permanentemente el músculo cardíaco y el sistema eléctrico del corazón, lo que hace que lata normalmente. Un episodio de miocarditis puede resolverse por sí solo o con tratamiento, y puede provocar un daño permanente en el corazón. En la población general, sin pandemia, se estima que aproximadamente de 10 a 20 personas de cada 100.000 son diagnosticadas con miocarditis cada año, según datos de la American Heart Association.
“Descubrimos que en este gran conjunto de datos, que el riesgo de miocarditis después de la vacunación contra el COVID-19 fue bastante pequeño en comparación con el riesgo después de la infección -afirma la primera autora del estudio, Martina Patone, estadística del Departamento Nuffield de Ciencias de Atención Primaria de la Salud de la Universidad de Oxford en Inglaterra-. Este análisis brinda información importante que puede ayudar a las campañas de vacunación de salud pública, particularmente porque la vacunación contra el COVID-19 se ha expandido en muchas partes del mundo para incluir a niños de hasta 6 meses de edad”.
En este estudio, Patone y sus colegas evaluaron la base de datos de vacunación contra el COVID-19 para todas las personas de 13 años o más que habían recibido al menos una dosis de ChAdOx1 (una vacuna contra el COVID-19 con vector de adenovirus de dos dosis desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca), Pfizer-BioNTech o la vacuna Moderna entre diciembre el 1 de diciembre de 2020 y el 15 de diciembre de 2021. Este conjunto de datos sumaba casi 43 millones de personas, que incluían a más de 21 millones que habían recibido una dosis de refuerzo de cualquiera de las vacunas contra el COVID-19 (lo que significa que habían obtenido un total de 3 dosis de una vacuna).
La base de datos detalló el tipo de vacunas COVID-19 recibidas, las fechas en que fueron aplicadas y la secuencia de dosis, junto con información demográfica individual que incluye la edad y el sexo de cada individuo. Casi 6 millones de personas dieron positivo para la infección por COVID-19 antes o después de la vacunación durante el período de estudio.
Los científicos, luego, cotejaron los registros de la base de datos de Inmunización Nacional de Inglaterra y compararon con las oficinas nacionales con datos sobre la infección por COVID-19, el ingreso hospitalario y los certificados de defunción para el mismo período. Las personas se clasificaron según edad y sexo para detectar qué grupos tenían el mayor riesgo de miocarditis después de una vacuna COVID-19 o después de la infección y hospitalización por COVID-19.
Los autores utilizaron el método de serie de casos autocontrolados (SCCS, por sus siglas en inglés), que fue desarrollado para estimar la incidencia relativa de un evento agudo en un período de riesgo predefinido posterior a la vacunación (1-28 días), en comparación con otros tiempos. Los análisis encontraron menos del 0,007 % de las personas fueron hospitalizadas o murieron de miocarditis durante el período de estudio de un año.
A su vez, confirmaron que las personas que estaban infectadas antes de recibir cualquier dosis de las vacunas tenían un riesgo 11 veces mayor de desarrollar miocarditis durante los días 1 a 28 después de una prueba positiva de COVID-19. El riesgo de miocarditis relacionada con la infección se redujo a la mitad entre las personas infectadas después de la vacunación, quienes recibieron al menos una dosis de una vacuna contra el COVID-19.
“Es importante que el público entienda que la miocarditis es rara y que el riesgo de desarrollar miocarditis después de una vacuna contra el COVID-19 también lo es. Este riesgo debe sopesarse con los beneficios de las vacunas contra el COVID-19 para prevenir el COVID-19 grave. También es crucial comprender quién tiene un mayor riesgo de miocarditis y qué tipo de vacuna está asociado con ello”, indicó el profesor Nicholas Mills, presidente de cardiología de la Butler British Heart Foundation en la Universidad de Edinburgh y coautor del artículo.
“Estos hallazgos son valiosos para las recomendaciones sobre el tipo de vacunas COVID-19 disponibles para personas más jóvenes y también pueden ayudar a las políticas y estrategias de salud pública para los refuerzos de vacunas COVID-19. El virus SARS-CoV-2 continúa cambiando y surgen más variantes contagiosas; nuestra esperanza es que estos datos puedan permitir una discusión mejor informada sobre el riesgo de miocarditis asociada a la vacuna cuando se lo compara con los beneficios netos de la vacunación contra el COVID-19″, concluyó la también coautora, Julia Hippisley, profesora de epidemiología clínica y práctica general en la Universidad de Oxford.
SEGUIR LEYENDO: