Se sabe que la comida chatarra, también conocida como rápida o procesada, no es buena para la salud. De hecho, este tipo de alimentación, favorece a posibles enfermedades crónicas como el cáncer. La lactancia materna es la mejor forma de alimentar a un bebé. La leche humana está perfectamente diseñada para satisfacer las necesidades nutricionales e inmunológicas protegiendo a los niños y niñas de enfermedades comunes, a corto y a largo plazo.
Asimismo, los beneficios van más allá de los chicos, ya que también se extienden a la madre y a la salud pública, disminuyendo el riesgo de mortalidad infantil. Como en muchas prácticas de salud, la pandemia de coronavirus también impactó en el amamantamiento al provocar un retroceso en la promoción y el apoyo de esta herramienta natural de vital importancia para generar un mundo más saludable.
Se plantea entonces un nuevo desafío mientras la sociedad se reacomoda tras el duro impacto que produjo el COVID-19. “El aislamiento y las normas de distanciamiento físico redujeron las consultas presenciales, por lo que las familias tuvieron menos oportunidades de recibir asesoramiento especializado”, explicó en una nota reciente con Infobae la doctora Ana Pedraza (MN 42867), jefa de Neonatología de la Clínica y Maternidad Suizo Argentina.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando una futura madre consume una dieta rica en azúcar y grasas, como hamburguesas, papas fritas y bebidas gaseosas? Una investigación reciente indica que puede afectar negativamente a la leche materna y a la salud del bebé, incluso antes de que el niño sea concebido. El nuevo estudio que utiliza ratones de laboratorio ha descubierto que incluso el consumo relativamente corto plazo de una dieta de comida rápida afecta a la salud de las mujeres, reduciendo su capacidad para producir leche materna nutricional después de dar a luz. Esto puede afectar al bienestar del recién nacido, así como aumentar el riesgo de que tanto la madre como el niño desarrollen afecciones potencialmente mortales como enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes en etapas posteriores de la vida.
Los nuevos hallazgos involucraron a científicos del Laboratorio Sferruzzi-Perri del Centro de Investigación de Trofoblastos de la Universidad de Cambridge y del Departamento para la Promoción de la Salud de la Mujer y el Recién Nacido de la Universidad de Chile en Santiago, y son publicados por la revista Acta Physiologica.
La coautora principal, la profesora Amanda Sferruzzi-Perri, profesora de Fisiología Fetal y Placentaria y miembro del St John’s College de Cambridge, dijo: “Las mujeres que comen dietas que tienden a tener un alto contenido de azúcar y grasas pueden no darse cuenta del impacto que eso podría estar teniendo en su salud, especialmente si no hay un cambio obvio en su peso corporal”.
Y agregó: “Pueden tener una mayor adiposidad, mayores niveles de masa grasa, que sabemos que es un predictor de muchos problemas de salud. Eso puede no tener un impacto abierto en su capacidad para quedar embarazada, pero podría tener consecuencias para el crecimiento del bebé antes del nacimiento y la salud y el bienestar del bebé después del nacimiento”.
Se sabe: una dieta alta en grasas y azúcar contribuye al aumento del índice de masa corporal (IMC) y obesidad no solo en los países desarrollados, sino también en los países en desarrollo en urbanización. Como resultado, poco más de la mitad de las mujeres (52,7%) en muchas poblaciones de todo el mundo tienen sobrepeso o son obesas cuando conciben, lo que provoca problemas tanto para lograr como para mantener un embarazo saludable.
En este nuevo estudio, se alimentó a un grupo de ratones con una dieta de gránulos con alto contenido de grasa procesado con leche condensada endulzada durante solo tres semanas antes del embarazo, durante las tres semanas de embarazo en sí y después del nacimiento. Esta dieta fue diseñada para imitar el contenido nutricional de una hamburguesa de comida rápida, patatas fritas y un refresco azucarado.
El objetivo era determinar los impactos en la fertilidad, el crecimiento del feto y los resultados neonatales. Los investigadores descubrieron que incluso una dieta alta en grasas a corto plazo y alta en azúcar impactó en la supervivencia de los cachorros de ratones en el primer período posterior al nacimiento, con una mayor pérdida durante el tiempo que la madre estaba alimentando a su descendencia. Las proteínas de la leche son muy importantes para el desarrollo del recién nacido, pero se descubrió que la calidad era mala en las madres ratón que comen la dieta alta en grasas y azúcares.
“Queríamos saber qué estaba pasando, porque las madres se veían bien, no eran grandes en cuanto a su tamaño. Pero lo que encontramos fue que, aunque los ratones parecían tener tasas aceptables de quedar embarazadas, tenían mayores cantidades de tejido adiposo, grasa, en su cuerpo durante y al comienzo del embarazo”, dijo el profesor Sferruzzi-Perri.
Entre las conclusiones se determinó que terminaron con hígados grasos y hubo una formación alterada de la placenta. El peso del feto en sí no se vio afectado. Fue evidente que la nutrición del feto cambiaba en el embarazo. Se descubrió que el desarrollo de la glándula mamaria y su composición de proteínas de la leche estaban alteradas.
El profesor Sferruzzi-Perri dijo que es importante que las mujeres sean educadas sobre cómo llevar una dieta saludable y equilibrada antes de intentar quedar embarazadas, así como durante el embarazo y después. También le gustaría ver más apoyo para el embarazo adaptado a las madres individuales, incluso si se ven exteriormente saludables. “Se trata de tener una dieta de buena calidad para que la madre tenga leche de buena calidad para que el bebé pueda prosperar”, dijo.
La importancia de los primeros 1000 días
Consultada por Infobae, la licenciada Nadia Hrycyk (MN 5430 Nutricionista- UBA) sostuvo que cada vez mas estudios científicos demuestran que una nutrición adecuada en las primeras etapas de la vida influye en el crecimiento, el desarrollo y en la prevención de enfermedades que puedan desarrollarse en la edad adulta. “Por este motivo se habla de los primeros mil días, que van desde el comienzo del embarazo hasta que el bebe cumple los 2 años de vida, donde influye no solo la genética sino también el ambiente y los hábitos donde se desarrolla ese niño”, dijo.
“La calidad de la alimentación de la madre y sus hábitos son fundamentales porque también esta demostrado que la ingesta de alimentos procesados, comidas rápidas, jugos y gaseosas con exceso de grasas y azúcares, durante el embarazo y la lactancia, puede dañar la placenta en el periodo embrionario y aumentar el riesgo de la madre, del bebe o de un niño que recibe cantidades elevadas de azúcar y grasas, de desarrollar enfermedades metabólicas como diabetes, sobrepeso, obesidad, hígado graso o enfermedades del corazón, a lo largo de toda su vida”, agregó la especialista quien además se desempeña como nutricionista de Servicios Saludables.
“Los primeros mil días es el período mas importante y con mayor oportunidad para incorporar buenos hábitos en la mujer embarazada, como también durante la lactancia y para promover el desarrollo de todas las potencialidades del niño porque es una etapa de mayor plasticidad, se forman órganos y tejidos, y se presenta el mayor desarrollo del potencial físico e intelectual”, sumó Nadia Hrycyk.
Según detalla la especialista, durante el embarazo y la lactancia, “se recomienda que la madre tenga una alimentación saludable basada en proteínas como carnes, huevos, legumbres, frutos secos, rica en calcio y en fibra con la mayor variedad de frutas y verduras”, cuanto mas variada sea la alimentación de la madre, mas sabores va a percibir el bebe en la leche materna porque “esta demostrado que los diferentes alimentos pueden cambiar el sabor de la leche y esto acostumbra al bebe a nuevos sabores y es menos probable que rechace alimentos nuevos cuando comienza la alimentación complementaria a partir de los 6 meses de edad”, expresó.
“Es importante destacar que el sistema inmunológico del bebe tiene que ser capaz de combatir infecciones y muchas otras enfermedades, y las responsables de entrenar ese sistema inmune son las baterías del intestino, antes llamado flora intestinal y ahora bien llamado microbiota, y son todos los microorganismos que maduran con el bebe, por eso es importante durante el embarazo y la lactancia evitar los productos procesados con exceso de azúcares y grasas para que la mama tenga la mejor microbiota posible porque las bacterias del intestino materno pasaran al intestino del bebe y también pasaran las mejores baterías de la mama a través de la leche materna lo que representa una buena salud para el bebe a largo plazo”, cerró Hrycyk.
Si bien son múltiples los nutrientes que forman parte de un plan alimentario equilibrado, la incorporación del calcio es clave durante el embarazo y el periodo de lactancia ¿Por qué? Porque el bebé en desarrollo necesita del calcio para formar huesos y dientes, así como también para el desarrollo de su corazón, nervios y músculos. El consumo adecuado de calcio por parte de la mujer embarazada puede reducir el riesgo de hipertensión arterial e incluso de preclampsia, una complicación propia de las embarazadas asociada a la alta presión.
“Los productos lácteos juegan un papel fundamental durante el embarazo y la lactancia ya que nos aseguran un adecuado aporte de energía, proteínas de alto valor biológico, son fuente de aminoácidos esenciales, vitaminas del grupo B, calcio y vitamina D, entre otros nutrientes”, explicó en una nota reciente con Infobae la licenciada en Nutrición Silvina Tasat (MN 1495).
La Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, y las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA), en el ámbito nacional, recomiendan el consumo de 1200 miligramos de calcio por día, a partir del segundo trimestre del embarazo y durante todo el período que dure la lactancia materna.
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