La OMS estima que alrededor de 500 millones de personas en el mundo padecen hepatitis, es decir 1 de cada 12 personas. El mayor problema es que, al ser una enfermedad asintomática, muchos no lo saben, por lo cual las organizaciones de salud bregan por dar visibilidad al problema y con ese objetivo fue declarado el Día Mundial contra la Hepatitis, que se conmemora hoy, 28 de julio.
Esta misma situación tiene su reflejo en Argentina, donde unas 500 mil personas viven con hepatitis B o C y solo el 30% está diagnosticada.
Las enfermedades hepáticas son un grupo de alteraciones que se producen en las funciones del hígado, ya sea en la producción de bilis, en la síntesis de factores que actúan en la coagulación, entre otras, generando un daño agudo y/o un daño crónico. Este daño, a su vez, puede ser congénito, es decir desde el nacimiento, o ser adquirido, lo que significa que previamente hubo un hígado sano, explicó el doctor Ricardo Mastai (MN 56066), jefe de Servicio de Hepatología del Hospital Alemán.
Teniendo en cuenta las múltiples funciones que realiza el hígado, este órgano puede ser atacado a menudo por diferentes factores: virales, sustancias tóxicas, medicamentosas, sin importar el sexo o la edad o la condición social. “Sin embargo, debemos destacar que el hígado es un órgano muy noble, que puede seguir trabajando a pesar de estar muy dañado, porque en general, en un comienzo, produce pocos síntomas, y por eso muchas personas con problemas hepáticos pueden no ser conscientes de padecer esta enfermedad”.
El experto puntualizó que las causas de la hepatitis son muy diversas y mencionó las siguientes como las más importantes:
1. Metabólicas
2. Infecciosas (daño por virus, bacterias, parásitos)
3. Depósito de sustancias toxicas (exceso de cobre, hierro, grasa)
4. Daño hepático directo (alcohol, fármacos)
5. Formación de tumores (benignos, malignos).
Tres tipos de hepatitis
La hepatitis C: “Desgraciadamente es la que mayor impacto tiene en el mundo en la actualidad, ya que no tiene una vacuna específica”, dijo Mastai. El 50% del contagio se produce por vía transfusional, es decir, pacientes que han sufrido transfusiones, sobre todo antes de los (años) ‘90, que es el período en el que comienza a detectarse la hepatitis C”.
“Cualquier persona que haya sido transfundida antes de ese período debería realizarse obligatoriamente un test de hepatitis C”, recomendó.
Se estima que la hepatitis C afecta alrededor del 1% de la población de Argentina, según datos difundidos por el Hospital Británico de Buenos Aires. Las características principales de la infección por el virus C son la evolución a formas crónicas en el 80% al 90% de los casos y la ausencia de síntomas. A pesar de eso, la hepatitis C “progresa en silencio” y es una causa frecuente de cirrosis y cáncer hepático.
La buena noticia es que más del 95% de los casos se curan con el uso de nuevos tratamientos antivirales que son de corta duración (8 a 12 semanas) y con muy pocos efectos adversos.
“Actualmente, se estima que alrededor de 500 mil personas en Argentina viven con hepatitis B y C, pero sólo un 30% está diagnosticada. Esto genera dos problemas graves: el primero es el riesgo de contagiar a otras personas y el segundo es la posibilidad de que esta hepatitis produzca daño crónico del hígado que puede llevar a la muerte o a la necesidad de un trasplante hepático”, explicó el doctor Federico Villamil, jefe del Centro de Hepatología y del Servicio de Trasplante Hepático del Hospital Británico.
La hepatitis B: la gran mayoría de los países del mundo tienen un plan de vacunación para este tipo de hepatitis. El contagio se produce a través de las vías sexual y sanguínea, por ejemplo, compartiendo agujas en la inyección de drogas endovenosas, o a través de herramientas para realizar tatuajes o piercings que no hayan sido higienizadas correctamente.
Es por ello que habitualmente se pone el foco de la prevención en la población adolescente, sobre todo en los comienzos de su vida sexual. El problema de la hepatitis B y en mayor grado la C es que evolucionan hacia la cronicidad.
“Éstas se transforman en la principal causa de trasplante en el mundo, y la principal causa de desarrollo de hepatocarcinomas, carcinoma hepatocelular (el tumor más frecuente primario del hígado)”, explicó Mastai.
Además de la transmisión por sanguínea o sexual también puede ocurrir en forma vertical de la madre al recién nacido. La hepatitis B puede prevenirse con una vacuna, que todos deben recibir, y se tiene que controlar de manera muy efectiva con tratamientos antivirales. Se trata de una hepatitis que puede reactivarse si bajan las defensas como ocurre por ejemplo con la quimioterapia.
La hepatitis A: Es la forma más benigna de la enfermedad, ya que nunca evoluciona hacia la cronicidad, y en Argentina el 80% de la población por arriba de los 20 años tiene anticuerpos contra este tipo de hepatitis. Habitualmente se contagia a través de aguas contaminadas.
Mastai explicó que también existe un número importante de fármacos que pueden producir una hepatitis medicamentosa. “Los analgésicos, fármacos para el dolor, y los antipiréticos, y en especial el paracetamol, para la fiebre, son una causa frecuente de inflamación del hígado”, dijo. Estos medicamentos pueden causar daño en dosis similares a la dosis terapéutica recomendada.
Sin embargo, las personas que ya tienen una enfermedad hepática preestablecida son las que están más propensas a presentar una hepatitis tóxica. El único tratamiento específico para la mayoría de los casos es la suspensión del fármaco, que hace desaparecer la hepatitis medicamentosa en días o semanas. En forma excepcional, puede ser responsable de una insuficiencia hepática aguda grave.
La hepatitis A se cura sola en la gran mayoría de los casos. Raramente el virus de la hepatitis A produce formas fulminantes que llevan a la muerte o a la necesidad de un trasplante, explicó Villamil. “Se la puede contraer a través de agua y comida que estén contaminadas con materia fecal que contiene el virus y producir epidemias con cientos o miles de casos”, manifestó.
La prevalencia de infección por el virus A tiene una estricta relación con el desarrollo sanitario de las comunidades. Los casos de hepatitis A en Argentina, especialmente los fulminantes, han disminuido notablemente desde que se incorporó al calendario la vacuna en el primer año de vida, dijo el especialista del Británico.
Factores de riesgo para la hepatitis
· Ingerir agua y/o alimentos contaminados
· Tener sobrepeso u obesidad
· Llevar una vida sedentaria
· Abusar del consumo de bebidas alcohólicas
· Uso de sustancias tóxicas, drogas intravenosas
· Automedicación
· Tener sexo inseguro
· Hacerse tatuajes, piercing, acupuntura en condiciones no higiénicas
· Compartir agujas contaminadas
· Tener algún tipo de enfermedades como la hemofilia o estar en diálisis o haber recibido un trasplante de un órgano
Trasplantes
Villamil explicó que “el trasplante está indicado en pacientes con enfermedades hepáticas avanzadas e irreversibles, para las que no se dispone de ningún tratamiento alternativo”. Asimismo, aseguró que “el 80% de los trasplantes se realizan en personas con cirrosis hepática que es la etapa final de diversas enfermedades crónicas (como las hepatitis B o C, entre otras) luego de años o décadas de evolución. La indicación del 20% restante de los trasplantes es la hepatitis fulminante que se caracteriza por la destrucción acelerada y masiva del tejido hepático y se asocia a un muy elevado riesgo de muerte”.
Tanto el especialista del Hospital Alemán como del Británico recomendaron no esperar a presentar síntomas o la alteración de laboratorio, sino solicitar la serología convencional en los controles de rutina. Ya que estos estudios son fáciles y nada costosos.
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