Encontraron un vínculo entre la diabetes tipo 1 y la contaminación aérea

Quienes desarrollan la enfermedad presentan mayor cantidad de sustancias contaminantes en la sangre, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oslo

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La alimentación saludable, el ejercicio
La alimentación saludable, el ejercicio físico regular, el mantenimiento de un peso normal y la evitación del consumo de tabaco previenen la diabetes de tipo 2 o retrasan su aparición (EFE/FRANCK ROBICHON)

La contaminación del aire daña la salud y, cada vez con más frecuencia, los científicos encuentran evidencia del vínculo entre la polución y el desarrollo de diversas enfermedades, no sólo las referidas al sistema respiratorio. Esto ocurre porque un gran número de contaminantes ambientales, como los PCB y los pesticidas, pese a estar prohibidos, aún permanecen presentes tanto en el ambiente como en algunos alimentos.

Miles de personas en todo el planeta sufren las secuelas de estas sustancias tóxicas. Según una reciente investigación de la Universidad de Oslo (UiO), Noruega, esas micropartículas están vinculadas con el desarrollo de diabetes tipo 1, ya que, incluso en bajas concentraciones, estos contaminantes pueden provocar que las células produzcan menos insulina.

Según explicaron los científicos, cada año, unos 400 niños y adolescentes son diagnosticados con diabetes tipo 1 en Noruega. Una cifra que, desde 1970, se ha duplicado en dicho grupo etario. Pero eso no es todo, ya que también los adultos padecen esta enfermedad.

Según datos recientes de la
Según datos recientes de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, por sus siglas en inglés), 537 millones de adultos en todo el planeta padecen diabetes mellitus (Getty Images)

La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune caracterizada por una destrucción de las células beta del páncreas que producen insulina, ya que el sistema inmune cree que estas células son células extrañas y dañinas que necesitan ser destruidas”, explicaron los expertos de la Universidad de Oslo (UiO), quienes trabajaron junto a varios equipos de investigación en los Estados Unidos y científicos de la Universidad de Tromsø.

Sophie Bresson, Ph.D. estudiante del Departamento de Medicina Molecular del Instituto de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de Oslo, explicó: “Encontramos que una mayor proporción de personas con diabetes tipo 1 tenían contaminantes en la sangre. En promedio, también tenían una mayor concentración de varios tipos de contaminantes ambientales”.

En palabras de los científicos, tras realizar una comparación entre las muestras de sangre de los que fueron diagnosticados con la patología y aquellos que no padecía diabetes tipo 1, definieron evaluar estos descubrimientos en modelos animales e investigar sobre cómo funcionan estas células beta, las cuales fueron modificadas para tal fin, en ratas.

Cada año, unos 400 niños
Cada año, unos 400 niños y adolescentes son diagnosticados con diabetes tipo 1 en Noruega. Una cifra que, desde 1970, se ha duplicado en ese grupo etario (Getty)

“Descubrimos que las células beta producían mucha menos insulina, incluso después de sólo dos días y con concentraciones muy bajas de contaminantes ambientales. Cuando las células beta estuvieron expuestas a los contaminantes durante un período de tiempo más prolongado, murieron. Por lo tanto, creemos que los contaminantes ambientales desempeñan un papel en el desencadenamiento de la diabetes tipo 1“, aseguró Bresson, quien junto al profesor Jerome Ruzzin y su equipo, publicaron los descubrimientos en la revista Environment International.

La experta forma parte del grupo de investigadores de la casa de altos estudios que analizó los contaminantes ambientales presentes en las muestras de sangre de niños y adolescentes estadounidenses que fueron diagnosticados con diabetes tipo 1.

Entre los contaminantes estudiados, los científicos señalaron que algunos de ellos, como los PCB y los pesticidas, se encuentran prohibidos desde hace más de 20 años por el Convenio de Estocolmo.

“La diabetes tipo 1 es
“La diabetes tipo 1 es una enfermedad autoinmune caracterizada por una destrucción de las células beta del páncreas que producen insulina”, explicaron los expertos

Sin embargo, estas sustancias o sus residuos se encuentran presentes tanto en alimentos, como en plásticos, pinturas, materiales de construcción, el suelo y el agua, siendo que en estado natural, su descomposición es mínima.

Los PCB (bifenilos policlorados), también conocidos como “askareles o BPCs”, son sustancias químicas compuestas por cloro, carbono e hidrógeno. Son resistentes al fuego, estables, no conducen la electricidad y tienen baja volatilidad a temperaturas normales; no son solubles en el agua y tienen un punto de ebullición a alta temperatura (+170ºC).

Más allá de todos estos aspectos, los PCB están incluidos en la denominada “docena sucia”, el listado con los 12 contaminantes más persistentes del planeta.

El Convenio de Estocolmo regula
El Convenio de Estocolmo regula el tratamiento de los Contaminates Orgánicos Persistentes (COPs) que perduran por tiempos prolongados, con el objetivo de proteger la salud humana y el ambiente. Entró en vigor el 17 de mayo del 2004 (AFP)

“Consumimos la mayoría de los contaminantes ambientales a través de los alimentos que comemos. Una vez que estos contaminantes ingresan al cuerpo, lamentablemente no hay nada que podamos hacer para erradicarlos”, afirmó Bresson. Al tiempo que señaló que algunos de estos tóxicos también pueden haber quedado atrapados en el hielo, que al derretirse por el calentamiento global, suma aún más contaminantes.

Es más, según alertaron los científicos, existe un gran número de países que no adhirieron al Convenio de Estocolmo y aún utilizan estas sustancias tóxicas como agrotóxicos.

Por otro lado, al evaluar si podría haber diferencias en estos aspectos entre países o regiones, Bresson aseguró: “No tenemos ninguna razón para creer que existen diferencias significativas. Pero tenemos que estar seguros”. “El 90% de los contaminantes ambientales que consumimos a través de los alimentos provienen del pescado, la carne y los productos lácteos”, dijo a su turno Jason Matthews, profesor del Departamento de Nutrición de la Universidad de Oslo.

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