Tras dos años de pandemia, uno de los grandes desafíos de la ciencia es el tratamiento del COVID prolongado o persistente, un conjunto de más de 200 síntomas que pueden desarrolar quienes cursaron la infección por coronavirus luego de ser dados de alta.
Los estudios científicos calculan que entre el 10% y el 30% de las personas que se contagiaron SARS-CoV-2 pueden manifestar síntomas a largo plazo. Además, las personas que transitaron la enfermedad de COVID-19 tienen un mayor riesgo de desarrollar complicaciones cardiovasculares dentro del primer año después de la infección, según reveló recientemente un estudio de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, EEUU.
La investigación fue realizada por el Departamento de Asuntos de Veteranos de EEUU con 150.000 personas que tuvieron coronavirus y detectó varios trastornos corazón entre los participantes: arritmias, inflamación del corazón, coágulos de sangre, accidente cerebrovascular, enfermedad de las arterias coronarias, ataque cardíaco e insuficiencia cardíaca.
Entre los datos más relevantes, el estudio concluyó que el riesgo de sufrir un ataque cardíaco aumentó en un 63% después de cursar la enferemedad de COVID-19, mientras que la probabilidad de sufrir una enfermedad de las arterias coronarias o un derrame cerebral aumentó en un 72% y un 52%, respectivamente.
Los electrocardiogramas, ecografías y otras pruebas clínicas de rutina para evaluar la salud cardíaca suelen marcar que los pacientes que superaron la enfermedad por coronavirus no tienen daños cardíacos evidentes. Esto es un problema para los médicos, pues hay un riesgo latente luego de la infección, que estos exámenes no señalan: “Cuando hacemos todas esas pruebas, la verdad es que tienen un aspecto bastante bueno”, afirmó Ruwanthi Titano, cardióloga del Centro de Atención Post COVID del Hospital Mount Sinai de Nueva York, EEUU, al diario The New York Times.
Debido a esto, los médicos han tenido que reformular el modo de diagnosticar y tratar a las personas con problemas cardíacos que persisten mucho tiempo después de una infección por coronavirus.
Si el paciente tiene “síntomas relacionados con el corazón, ya sea opresión o dolor en el pecho, dificultad para respirar, latidos acelerados, mareos o fatiga extrema, es posible el médico quiera realizar estas pruebas básicas para descartar cualquier anormalidad o daño en el sistema cardiovascular”, dijo la especialista y agregó: “Pero nuevos estudios sugieren que el responsable puede ser el daño a las fibras nerviosas que ayudan a controlar la circulación. Y este daño tiene un nombre: neuropatía de fibras pequeñas”.
“La gente no va a tener que vivir con estos síntomas post COVID el resto de su vida. La gran mayoría de las veces, estos síntomas, que van desde las palpitaciones hasta el mareo, se resuelven a los seis meses de tratamiento”, indicó Salim Hayek, cardiólogo y codirector de la Clínica de COVID Persistente de Michigan Medicine en Ann Arbor, Detroit.
Aquí, una lista de recomendaciones para la rehabilitación post COVID:
1 - Ejercicios de Respiración
Muchos pacientes con COVID persistente pueden ver una mejora inmediata con unos simples ejercicios de respiración. “Una de las primeras cosas que enseñamos es la respiración diafragmática”, dijo Amy Ridgway, fisioterapeuta y gerente de Emory Outpatient Rehabilitation al diario New York Times.
Practicar la respiración abdominal profunda todos los días permite a los pulmones absorber el oxígeno que tanto necesitan y ayuda a reducir el dolor y la ansiedad. “Es una técnica estupenda para cualquier persona”, afirmó Ridgway.
2 - Administrar el gasto de energía
En la mayoría de los pacientes, los síntomas del COVID prolongado aparecen después de cualquier tipo de esfuerzo, por eso los terapeutas recomiendan administar la actividad diaria, hasta puede ser útil tener apuntado en un diario personal y anticipar qué actividades pueden ser demasiado agotadoras mental o físicamente.
Esta técnica de autocontrol es utilizada a menudo por quienes padecen el síndrome de fatiga crónica, y parte de la base de que las personas tienen una cuota de energía determinada que pueden gastar cada día. Cada paciente debe basarse en su propio autoconocimiento y evaluar cuáles son las acciones cotidianas que le demandan menos energía (como bañarse, vestirse, preparar el desayuno) y cuáles requieren más, como caminar distancias largas, lavar el auto o salir a andar en
bicicleta.
3 - Actividad física gradual
La necesidad de volver a hacer ejercicio a un ritmo muy lento es una característica habitual en los pacientes que sufren COVID persistente. Esto significa empezar por reaprender el acondicionamiento aeróbico básico y hacer ejercicios de fuerza en posición reclinada o sentada antes de avanzar a movimientos más intensos en posición vertical.
Activar el centro del cuerpo, la zona abdominal, realizar ejercicios de equilibrio o hacer entrenamiento de cardio sentado en una bicicleta fija o una máquina de remo puede ser de ayuda. “Es probable que el médico controle la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de oxígeno mientras se hacen estos ejercicios y se asegure de que no se produzcan saltos en los latidos del corazón ni ningún otro síntoma cardiovascular”, explicó Titano. Poco a poco, según la respuesta de cada paciente, se puede ir aumentando la intensidad y pasar a una cinta caminadora o a una máquina elíptica.
4 - Monitoreo en casa
Gracias a la tecnología, los pacientes pueden hacer un seguimiento de sus datos con un monitor de frecuencia cardíaca en un reloj inteligente, un tensiómetro o un oxímetro de pulso.
Esto disminuye la ansiedad por progresar, ya que los avances en el control de los síntomas del COVID prolongado pueden ser muy lentos, y estas aplicaciones ayudarán a identificar la mejoría con el tiempo.
5 - Medicamentos, en caso de necesitarlos
“En función del riesgo individual de enfermedad cardíaca y de los síntomas actuales, algunos medicamentos para la presión arterial, como los betabloqueantes o los antagonistas del calcio (también conocidos como bloqueadores de los canales del calcio), pueden ayudar a aliviar los mareos extremos y a tratar el dolor torácico y los ritmos cardíacos anormales”, explicó el codirector de la Clínica de COVID Persistente de Michigan Medicine.
Si el paciente experimenta “síntomas realmente debilitantes” que le impidan realizar las tareas cotidianas como lavar la ropa, ir al trabajo o cuidar de sus hijos, “es posible que necesite ayuda adicional de fármacos recetados y una supervisión más cercana por parte de un profesional de la salud. Y estos medicamentos pueden reducirse una vez que los síntomas cardiovasculares disminuyan”, indicó Hayek
Sin embargo, esto no debe trasladarse al tratamiento de los adolescentes y los niños pequeños con COVID persistente ya que la mayoría no son aptos para tomar fármacos cardíacos. Lo más recomendable es cambios en el estilo de vida que, además de la fisioterapia, pueden ayudar a los pacientes a concentrarse en la escuela y a recuperar su resistencia deportiva, señaló Sindhu Mohandas, experta en enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Los Ángeles.
Los cambios en el estilo de vida, como administrar el gasto de energía cotidiano o el aumento gradual de la capacidad de ejercicio, pueden parecer pequeños pasos, pero son capaces de tener un gran efecto en la reducción del riesgo a largo plazo de sufrir un ataque al corazón, concluyeron los expertos.
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