Antes que el COVID-19 irrumpiera en el mundo y la pandemia dominara la vida cotidiana, era habitual que tras el inicio de clases apareciera una seguidilla de niños con mocos, tos y demás síntomas respiratorios.
En estos días, tras dos años de pandemia y con el temor que se generó en torno a contraer el nuevo coronavirus, el comienzo del presente ciclo lectivo, ya sin tantos protocolos ni burbujas en las escuelas llena de intranquilidad a muchos padres.
Como era de esperar, los virus respiratorios no tardaron en hacer su aparición en escena, con el “agravante” de que entre ellos ahora también circula el SARS-CoV-2.
¿Qué hacer, entonces, si un niño presenta un cuadro de esos que antes del COVID no llevaban más que unos días de vapor y descanso en casa? ¿Cómo diferenciar cuándo es de preocupación?
“Los niños tienen que vincularse con el medioambiente, es normal y habitual que la mayoría de ellos tenga secreciones respiratorias, y es por eso que se los llama ‘mocosos’. En la medida que crecen y se enfrentan con distintos agentes se transforman en inmune a estos agentes que vienen por el aire y es esperable que los niños tengan menos episodios respiratorios”. Andrea Uboldi es médica infectóloga pediatra (MP 10537) y ante la consulta de Infobae comenzó a explicar: “El regreso de las actividades implica el reencuentro de los niños con sus compañeros, y con ello, más posibilidades de poder transmitirse entre ellos agentes que pueden portarse en la vía respiratoria o agentes que se encuentran ocasionalmente como por ejemplo una infección”.
“En general, al volver a la escuela, y sobre todo en las primeras etapas de jardín y los primeros años de primaria es cuando ocurren el mayor número de infecciones en niños pequeños. Lo mismo ocurre en aquellos que asisten a guarderías o jardines maternales cuyo sistema respiratorio es aún más inmaduro”, amplió.
En la misma línea, la médica infectóloga pediatra María Cecilia Torroija (MN 95152) señaló que “cuando los niños más pequeños ingresan por primera vez a los jardines maternales, su sistema inmune aún no está del todo desarrollado debido a que aún no se han expuesto a los múltiples microorganismos como virus, bacterias, hongos y parásitos que habitualmente causan enfermedades infecciosas. Las actividades como jugar y comer facilitan el contacto cercano, sumado al hábito de los más pequeños de llevarse los juguetes a la boca, lo que permite que las infecciones se propaguen rápidamente”.
“Con respecto a los virus, lo que ocurrió principalmente es que tuvimos un impacto muy grande del SARS-CoV-2, que desplazó a todo el resto de los virus respiratorios y por otro lado, las medidas que se tomaron, como los cierres, aislamientos, uso de barbijo, la ventilación y el lavado de manos contribuyó a disminuir todas las infecciones que se transmiten de persona a persona”, continuó Uboldi, quien destacó que “los virus que en general suelen contraer los niños son virus respiratorios como rinovirus, parainfluenza y adenovirus, y en este momento está habiendo un resurgimiento del virus de la gripe, de la variedad A con la clasificación H3N2, que es el que se denomina generalmente virus estacional”.
Consultada acerca de cuáles son las enfermedades más comunes que los niños pueden contraer en las escuelas, la especialista, que es miembro del Comité de Infectología de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) precisó que “en general, los cuadros de infecciones respiratorias, es decir, infecciones producidas por agentes virales o bacterianos que afectan a las vías respiratorias se suelen presentar con cierta estacionalidad y son bien característicos del otoño y del invierno por las condiciones de frío y humedad”.
“Los cuadros pueden ser de vías aéreas superiores, esto es moco, resfrío, congestión, faringitis o con compromiso de la vía respiratoria como ocurre en los casos de laringitis, bronquiolitis, bronquitis, lo que se llama enfermedad tipo influenza o gripe, cuadros de neumonitis y neumonía”, detalló Uboldi, quien agregó que otras de las patologías que son usuales entre los más chicos “son las otitis, conjuntivitis y gastroenteritis, algunas causadas por virus respiratorios como el adenovirus”.
“Otra de las enfermedades que se están presentando es el síndrome mano-boca-pie, que es una enfermedad contagiosa causada por un virus de la familia de los enterovirus, que provoca sobre todo ampollitas en la mano, los pies y la boca, con fiebre y síntomas gastrointestinales”, añadió la experta.
Torroija, en tanto, destacó que “las infecciones respiratorias y las gastrointestinales son las enfermedades más frecuentes que se presentan durante toda la etapa preescolar y escolar”. “Las infecciones respiratorias a menudo causan tos y resfrío que suelen durar algunos días, la mayoría resuelve sin tratamiento específico y sin complicaciones. Se estima que, en promedio, un niño menor de dos años puede presentar entre seis y ocho infecciones respiratorias banales al año y a medida que va creciendo estos cuadros suelen ser menos frecuentes”, sostuvo la especialista de la Fundación del Centro de Estudios Infectológicos (Funcei).
En este punto, Uboldi reconoció que “es difícil hacer un diagnóstico diferencial porque los síntomas son sumamente parecidos”. Y amplió: “El resfrío común se presenta con poca fiebre y poco dolor muscular y mucha congestión, en tanto que en la gripe es característica la fiebre de 38° o más, de inicio brusco, dolores musculares, de cabeza, tos generalmente seca y en general no cursa con congestión respiratoria. En el caso de los niños puede haber síntomas gastrointestinales y esto determina que puedan tener diarrea o vómitos”.
En el caso de COVID-19, continuó la especialista, “los síntomas característicos al inicio de la pandemia eran fiebre muy alta, dolor de cabeza, dolores musculares, tos y casi sin síntomas respiratorios, pero a partir de la variante Ómicron el cuadro se parece más a una mezcla entre la gripe y el resfrío y comparte muchos de los síntomas”.
Entonces, ¿qué hacer frente a cuadros tan similares? Ante todo, que prime el sentido común y, tal como ocurría antes de la pandemia, un niño con síntomas respiratorios no debe concurrir a la escuela hasta que lo evalúe su pediatra.
“Siempre es importante consultar al médico de cabecera, evitar la automedicación, evitar ir a la escuela, no vincularse con personas con factores de riesgo y ventilar los ambientes en casa”, recomendó la pediatra de la SAP, quien resaltó que “existen signos de alarma que determinan la consulta a una guardia con urgencia, como la sensación de falta de aire o dificultad para respirar, la presencia de sueño profundo, en el caso de los bebés si presentan dificultad para alimentarse, vómitos, o que se lo note pálido”.
Y tras resaltar que “estos cuadros en general son virales y no requieren la toma de antibióticos”, señaló que “con medidas como sonarse la nariz, utilizar solución fisiológica para ayudarlos a expulsar las secreciones, vapor de agua y en los niños pequeños la aspiración de las secreciones el cuadro se revierte”.
“Por supuesto que si el cuadro se sostiene en el tiempo o se le agrega fiebre o dificultad para respirar, mucha somnolencia, es una indicación de consulta urgente”, destacó.
¿Cómo se diseminan las infecciones? ”En el ámbito escolar y en los jardines maternales, el contacto cercano, el lavado de manos infrecuente y la limpieza y desinfección inadecuadas favorecen la transmisión de microorganismos: virus, bacterias, parásitos y hongos”, explicó Torroija.
Existen cuatro vías de contagio o diseminación:
1- La vía respiratoria: luego de toser o estornudar los niños y los adultos enfermos diseminan en el aire los gérmenes presentes en las vías aéreas respiratorias.
2- La vía digestiva o vía fecal oral: muchos gérmenes que se eliminan en la materia fecal se transmiten a través de la ingestión de agua o alimentos contaminados, o a través del contacto de las manos u objetos contaminados con la materia fecal.
3- Por contacto directo con personas y objetos: requiere un contacto estrecho, prolongado y directo con el niño enfermo, a través del contacto con manos infectadas o cualquier superficie contaminada como juguetes, elementos escolares, picaportes, superficies del baño u otras no higienizadas adecuadamente.
4- Contacto con saliva, orina y sangre: la mayoría de los virus que están presentes en sangre, orina y saliva. En los pocos casos en los que algún niño muerde a otro – causando aún la disrupción de la piel y sangrado leve- la aplicación de las medidas de precaución estándar con remoción de la sangre y limpieza y desinfección de la herida, es suficiente para evitar la transmisión de enfermedades.
Y sobre cuáles son las principales medidas de prevención para proteger a niños y adolescentes, la especialista de Funcei destacó: “Fomentar el correcto y frecuente lavado de manos, sobre todo después de cada visita al baño, antes de comer y al regresar de los recreos; inculcar la práctica de protección de la boca con el antebrazo al toser o estornudar; desalentar que los niños lleven los útiles o sus manos a la boca, al igual que el hecho de que compartan utensilios personales, como cubiertos, sorbetes, etc.; repetir el lavado de manos y la desinfección de objetos, cuando se regresa a casa desde el colegio o trabajo”.
Uboldi sumó que se trata de “todas las medidas que se incorporaron a partir del COVID y que no debieran abandonarse”. Y entre ellas resaltó: “cubrirse con el codo al toser o estornudar, lavarse las manos con frecuencia, limpiar las superficies como mesadas, escritorios y picaportes y ventilar los ambientes se trata de prácticas fundamentales”.
Y finalizó: “Más allá de estas estrategias preventivas creo que es clave el rol de la vacuna antigripal, que es una vacuna que se formula ‘a medida’ a partir de las cepas que circulan cada año y que deben aplicarse quienes conforman los grupos de riesgo a fines de evitar las complicaciones, la internación y la muerte causada por la infección por gripe”.
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