El síndrome de las piernas inquietas (RLS, por sus silgas en inglés) es una afección que causa una urgencia incontrolable de mover las piernas, generalmente debido a una sensación de incomodidad. Suele ocurrir por la tarde o la noche cuando la persona está sentada o recostada. A menudo el movimiento alivia temporalmente la sensación desagradable.
El síndrome de las piernas inquietas, también conocido como la enfermedad de Willis-Ekbom, puede comenzar a cualquier edad y generalmente empeora con la edad. El principal síntoma es la necesidad de mover las piernas. Las características acompañantes comunes incluyen: sensaciones que comienzan después del descanso; alivio con el movimiento como estiramientos, sacudir las piernas, pasear o caminar; y que los síntomas empeoren por la noche. El trastorno puede interrumpir el sueño, lo que interfiere en las actividades diarias.
La gente suele describir los síntomas de esta afección como sensaciones anormales y desagradables en las piernas o los pies que suelen ocurrir en ambos lados del cuerpo. Con menor frecuencia, estas sensaciones se presentan en los brazos. A veces las sensaciones, que generalmente ocurren más bien dentro de la extremidad que sobre la piel, son difíciles de explicar.
Las personas con síndrome de las piernas inquietas no suelen describir la afección como un calambre o entumecimiento muscular. Sin embargo, es frecuente que la describan como un deseo intenso de mover las piernas.
Las piernas no logran estar tranquilas y su dueño tampoco. Pero el síndrome de las piernas inquietas no solamente afecta a adultos, sino también a niños y jóvenes. “Igual que en los adultos, los niños tienen sensaciones en las piernas que les dificultan quedarse o permanecer dormidos. Cuando la sensación se presenta con regularidad, podría tratarse del síndrome de las piernas inquietas, considerado como un trastorno del sueño”, asegura la doctora Julie Baughn, neumóloga pediátrica de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota.
Según la especialista, “se presenta en alrededor del 2% de los niños en edad escolar. Puede ser hereditario, de modo que es posible que el padre o la madre de los niños que presentan estos síntomas también tengan el síndrome de las piernas inquietas”.
Similar a lo que ocurre con los adultos, el síndrome de las piernas inquietas puede hacer difícil que un niño duerma bien por la noche, pero no lleva a otros problemas de salud infantil. Al principio, puede ser complicado diagnosticar en un niño el síndrome de las piernas inquietas. Los niños también tienen lo que se conoce como “dolores del crecimiento”, que normalmente van desapareciendo y no se relacionan con ninguna necesidad de moverse.
“Muchas personas sienten ligeros espasmos en las piernas, a medida que se quedan dormidas. Estos movimientos se conocen como ‘sacudidas hípnicas’ y son parte normal de quedarse dormido; es decir, no se relacionan con el síndrome de las piernas inquietas, porque en este, la sensación es mucho más incómoda y suele hacer difícil conciliar el sueño y mantenerse dormido. En ocasiones, también las torceduras musculares o ligamentosas pueden malinterpretarse como síndrome de las piernas inquietas. Sin embargo, una torcedura suele aliviarse con reposo, mientras que el síndrome de las piernas inquietas empeora al mantener quietas las extremidades”, detalla Baughn.
“Cuando se acuestan por la noche, los niños desarrollan alteraciones vagas y difusas de la sensibilidad, por lo general en la profundidad de las piernas, que describen como ardor, picor, zumbido o ‘como una bebida gaseosa en las piernas’, entre otras cosas”, explica por su parte el pediatra Ulrich Fegeler, de la Asociación Profesional de Pediatras y Médicos de Adolescentes de Alemania.
Y, al mover las piernas, esta sensación desagradable que experimenta la persona afectada disminuye. Distintas causas pueden esconderse detrás de las piernas inquietas. En primer lugar, parecen desempeñar un rol destacado los genes. Pero también niveles bajos de hierro o medicación para la depresión o las alergias pueden provocar este síndrome.
Según indica Fegeler, se lo considera una perturbación del sueño. Por lo tanto, se trata de que las familias encuentren junto al pediatra medidas que logren mejorar el sueño. Sin embargo, prácticamente no existen medicamentos que puedan ayudar a los niños que padecen de piernas inquietas. Pero horarios regulares de sueño, suficiente movimiento durante el día y compresas frías o masajes a la hora de ir a dormir pueden paliar las molestias.
Los médicos generalmente diagnostican el síndrome de las piernas inquietas con base en los síntomas. “En los niños -añade Baughn-, los síntomas pueden aparecer pronto, hacia los 5 o 6 años de edad. El trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) puede coexistir en alrededor del 30% de los niños que presentan el síndrome de las piernas inquietas”.
Según la especialista, no es necesario hacer estudios del sueño, a menos que el niño sea incapaz de describir bien los síntomas, pues según la etapa de desarrollo evolutivo en la que se encuentre, puede resultar difícil para el niño describir estas sensaciones raras en las piernas; por ello, es importante hablar con un médico acerca de las alternativas.
El tratamiento del síndrome de las piernas inquietas se enfoca en aliviar los síntomas. Tomar un baño en agua tibia, masajear las piernas y aplicar compresas frías o calientes calma los síntomas. Hacer con regularidad estiramientos y, luego, ejercicio moderado, así como establecer buenos hábitos para el sueño también hace diferencia. Consumir cafeína, alcohol o tabaco desencadena o empeora los síntomas.
Los estudios también muestran que consumir una alimentación con poco hierro puede contribuir al síndrome de las piernas inquietas. Algunos niños pequeños consumen mucha cantidad de leche de vaca y eso puede llevarlos a tener un nivel bajo de hierro. Por ello, para Baughn, “vale la pena hablar con el pediatra para revisar el nivel del hierro en la sangre del niño. Si se encuentra bajo, puede ayudar ofrecerle alimentos con alto contenido de hierro, como carnes rojas, verduras de hoja verde, habichuelas o legumbres en general y pan, cereales o fideos fortificados con hierro. El médico también podría recomendar un suplemento de hierro, lo que suele ser la primera alternativa en el tratamiento de los niños”.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) no ha autorizado ningún medicamento para el síndrome de las piernas inquietas en los niños. No obstante, cuando el niño no responde a otras medidas tomadas para controlar los síntomas, un médico especializado en medicina del sueño puede considerar ciertos medicamentos.
En los adultos, cuando los cambios en el estilo de vida no bastan, existen medicamentos que pueden reducir los síntomas propios del síndrome de las piernas inquietas. Se ha demostrado que los medicamentos ayudan y entre ellos están los que afectan una sustancia química del cerebro, llamada dopamina. La función de la dopamina es enviar mensajes desde el cerebro al cuerpo para controlar los movimientos musculares. Los investigadores creen que el síndrome de las piernas inquietas se vincula con poca actividad de la dopamina en el sistema nervioso.
Sin embargo, cabe destacar ciertos medicamentos pueden empeorar los síntomas del síndrome de las piernas inquietas, como algunas pastillas para dormir que son de venta libre y contienen difenhidramina, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antieméticos (contra las náuseas). “Revise los medicamentos actuales con el médico. Ese profesional puede recomendarle sustitutos, según corresponda, para controlar el síndrome de las piernas inquietas”, concluye la experta.
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