Con la pandemia y el exceso de información que gira en torno al COVID-19 desde hace dos años como desencadenante, más de una persona se habrá sentido enferma sin estarlo durante este tiempo.
Y si bien las últimas investigaciones suponen que al menos el 6% de las personas experimentarán la sensación de estar enfermos sin estarlo en algún momento de su vida, los especialistas coinciden en que ese porcentaje puede haber aumentado rápidamente durante la pandemia.
Con los medios de comunicación haciendo énfasis en recordar los síntomas y recordando las medidas de prevención de manera continua, es esperable y hasta natural sentir cierto nivel de preocupación por una posible infección.
Sin embargo, en algunas personas que tienen cierta tendencia a preocuparse en exceso, el miedo al virus habrá resultado abrumador, al punto máximo de llegar a hacerse más de un test de PCR -probablemente con resultado negativo- desde el inicio de la emergencia sanitaria.
“Sospecho que la ansiedad por la salud ha aumentado considerablemente durante la pandemia, sobre todo porque la gente ha tenido más tiempo para rumiar y reflexionar sobre sus síntomas”. El que habla es Peter Tyrer, profesor de psiquiatría comunitaria en el Imperial College de Londres, para quien “los últimos dos años han demostrado que nunca ha habido una mayor necesidad de concienciación sobre la ansiedad por enfermedad y su manejo”.
El “trastorno de ansiedad por la salud” es lo que se conoce en medicina como “hipocondriasis o hipocondría”, que si bien las personas que lo padecían hace muchos años eran burladas y sus síntomas eran muchas veces menospreciados, en 2013 la Asociación Estadounidense de Psiquiatría adoptó formalmente el término “trastorno de ansiedad por la enfermedad” para describir a las personas con preocupaciones desproporcionadas y debilitantes sobre su salud.
El rol de los factores desencadenantes
Contrariamente a la idea de que los hipocondríacos simplemente buscan atención, los orígenes de la ansiedad por la enfermedad en una persona suelen ser muy específicos.
“A menudo hay un factor desencadenante”, aseguró Helen Tyrer, investigadora clínica del Imperial College London y autora del libro Tackling Health Anxiety, quien junto a su marido Peter investigan la ansiedad por la enfermedad. Y agregó: “Podría ser que alguien en la familia haya estado enfermo. O que hayan oído hablar de alguien de su misma edad que muere a causa de una enfermedad”.
En otros casos, los pacientes pueden desarrollar preocupaciones excesivas y continuas sobre el regreso de una enfermedad anterior, como el cáncer o un ataque al corazón, o el empeoramiento de una condición actual, como la diabetes.
La condición se caracteriza por un control obsesivo de los síntomas. Muchos de los afectados pasan horas todos los días investigando posibles enfermedades en internet.
“La mente, el aparato psíquico y el mundo interno de las personas reaccionan a la llegada de esta pandemia con mucha angustia porque se trata objetivamente y realmente de una situación angustiante y preocupante. Entonces reaccionamos con miedo y preocupación, y anormalmente con pánico”. Claudia Borensztejn es miembro y expresidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y en diálogo con Infobae diferenció. “La preocupación es un signo de conexión con la realidad. El pánico, no. El pánico no deja vivir a las personas y tenemos que seguir viviendo con las restricciones que nos impongan. Ambos sentimientos se contagian. Sin embargo, existe una diferencia entre el miedo y el pánico. El miedo es el miedo a una amenaza real, a algo que está pasando. El pánico, por su parte, tiene ese plus de irracionalidad, de desborde y de angustia”.
A la hora de describir a este tipo de personas, Helen Tyrer señaló que “cada minuto del día verifican si tienen esta enfermedad o no; realmente está en una escala completamente diferente a las preocupaciones de la mayoría de las personas sobre su salud”.
“Los pensamientos repetitivos son persistentes y generan mucha angustia”, coincidió Sophie Lebel, psicóloga clínica de la Universidad de Ottawa, Canadá, que se especializa en las formas en que las personas enfrentan los diagnósticos de cáncer.
Como es de esperar, la preocupación continua da como resultado muchas más visitas a consultorios médicos y hospitales.
En el caso del COVID-19, “el paciente podría pensar que era demasiado pronto para presentarse a una prueba o que los resultados se confundieron en el laboratorio”, sostuvo Helen Tyrer. En ese sentido, para ella, “si alguien sufre de gran ansiedad por la pandemia, un resultado negativo de un test de PCR puede no ser suficiente para convencerlo de que no está infectado”.
Los hipocondríacos generalmente tienen una de dos reacciones instintivas: bloquear completamente el pensamiento, lo que refuerza su severidad imaginada, u obsesionarse con el miedo y comenzar a investigar el virus y todos sus síntomas.
Otra compulsión muy frecuente es la búsqueda de tranquilidad. Escuchar las noticias y hablar con todos. Sin embargo, cualquier alivio es muy breve porque incluso si se tranquilizan, es solo hasta que hacen la siguiente pregunta, “¿Pero qué pasa si?”.
Una persona con ansiedad por la salud percibirá las pautas de los expertos de la salud como insuficientes. Y en vez de lavarse las manos durante 20 segundos, quizás lo hagan durante un minuto. Tal vez usen desinfectante para manos justo después de enjuagarse, o utilicen el alcohol sin diluir ante la idea de que así será más eficiente para combatir al virus. Se trata de una pendiente resbaladiza que conduce a una serie interminable de compulsiones y simplemente mantendrá la ansiedad.
“El COVID-19 es un problema mundial que las personas tenemos que tratar con más racionalidad y menos pasión. Sufrir por el futuro, por desarrollar en nuestra mente la posibilidad de infección atroz, hace que perjudiquemos la salud psíquica y la capacidad de manejar nuestra vida para tomar buenas decisiones”, explicó por su parte a este medio el reconocido psiquiatra, investigador y escritor Augusto Cury, autor de Ansiedad, cómo enfrentar el mal del siglo.
Finalmente, consultado sobre si hace falta ser hipocondríaco para que se activen estos temores desmedidos o le puede ocurrir a cualquier persona, el licenciado en Psicología Fernando Torrente (MN 27844) explicó a Infobae que “la hipocondría es una entidad patológica que pre-existe al temor por el coronavirus”. “Una persona hipocondríaca por supuesto es mucho más sensible o vulnerable a desarrollar estados de ansiedad importantes frente a epidemias de este tipo -señaló el director del Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas de Fundación Ineco-. Pero no todas las personas que desarrollan estos temores poseen una previa patología de tipo hipocondríaca, sino que son estados de ansiedad elevados frente a la posibilidad de un contagio”.
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