No hace falta ser experto analista de datos. A esta altura, y a casi dos años de pandemia, algunos más y otros menos, casi todos hemos oído hablar de una serie de cifras que los expertos miran de cerca para analizar el curso de la situación sanitaria en el país.
Al igual que en todo el mundo, el registro de nuevos casos diarios, el número de muertos, el porcentaje de ocupación de camas en las unidades de terapia intensiva (UTI) son, desde marzo de 2020, indicadores clave de cara a la toma de decisiones.
Otro de ellos es el índice de positividad, esto es el número de resultados positivos en relación con el total de hisopados, que indica si se está pudiendo encontrar adecuadamente a las personas infectadas en la población.
Con los datos del reporte de ayer martes (el último disponible al momento del cierre de esta nota) el número ascendía a 22%, lo que significa que alrededor de una de cada cinco personas testeadas dieron positivo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mirar esta variable para evaluar si la definición de caso sospechoso y la cantidad de rastreos de contactos es suficiente y sugiere mantenerla por debajo del 10%.
Así, con 16.950 casos positivos registrados sobre un total de 78.311 test de PCR realizados, como se dijo, la positividad actual a nivel nacional ronda el 22%.
Si se analizan los diferentes momentos de la pandemia en la Argentina, durante la primera ola, la máxima positividad se alcanzó el 22 de septiembre de 2020 cuando ese porcentaje se ubicó en el 252%.
Durante la segunda ola, el 20 de mayo de 2021 tocó el techo de 37% y desde el 12 de agosto de ese año, que bajó al 10% se mantuvo en ese nivel (incluso con porcentajes del 2 y 3% a mediados de octubre) hasta el 19 de diciembre 2021, que con un 11% volvió a romper ese límite en lo que era el inicio de la tercera ola en el país.
En el brote de Ómicron, la mayor positividad registrada fue del 73% el 19 de enero pasado, a partir de cuando comenzó a bajar hasta los niveles actuales.
Sin embargo, sigue alta en la opinión de los especialistas.
Para el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253), el alto índice de positividad “se debe a que si bien están bajando los casos y hay una baja en la transmisibilidad, la cantidad de testeos no es suficiente”.
“Hoy por las nuevas reglamentaciones de a quién debe testearse en las diferentes jurisdicciones y las personas que piensan que si van no los pueden testear, sólo van a hisoparse aquellos con cuadros clínicos muy claros”, destacó el especialista ante la consulta de Infobae, y remarcó que “con baja circulación y la capacidad de testeo que se había logrado en los centros de todo el país, que llegaron a hacer 200 mil test por día, hoy se hacen entre 50 y 60 mil”.
Para él, ese déficit se da “no por la capacidad del sistema sino más bien por problemas de comunicación acerca de quién debe hacerse el test”.
En opinión del doctor en física, investigador del Conicet y secretario de Planeamiento de la Universidad Nacional de Hurlingham Jorge Aliaga, “ahora se hace menos de la mitad de testeos que hace cinco semanas y sin embargo la positividad bajó”. “La positividad no depende sólo de la cantidad de testeos sino de cuál es la incidencia real (más allá de la observada) -sostuvo-. La incidencia real ha bajado, y por lo tanto baja la positividad, aún testeando menos”.
En ese sentido, explicó: “La incidencia real sería la cantidad de contagiados en relación con la cantidad de habitantes, mientras que la incidencia observada es la cantidad de confirmados en relación a la cantidad de habitantes”. “En octubre llegamos a tener una incidencia media país de 25, luego se llegó a casi 3.500 y ahora todavía está en 500″, agregó.
Y tras aclarar que “la incidencia es la suma de los confirmados en los últimos 14 días cada 100.000 habitantes”, Aliaga destacó que “si se tiene una incidencia de 3.500 quiere decir que 3.500 sobre 100.000, o sea, 3,5 sobre 100 dio confirmado en los últimos 14 días”.
“Es decir, en un grupo de 30 personas uno dio confirmado en los últimos 14 días. Y seguramente hubo al menos cinco veces más contagiados que los confirmados que se vieron, porque muchos son asintomáticos debido al efecto de las vacunas”, señaló.
Para el físico, “es una falacia decir que aumentando el testeo baja la positividad, porque esa afirmación puede ser verdadera o falsa en función de cuál sea el criterio de testeo. Una cosa es testear sintomáticos, otra testear a la población de manera aleatoria, tenga síntomas o no los tenga”. “La positividad está bajando en todos lados y eso se debe a que la ola de Ómicron ya pasó”, enfatizó.
“Estamos en una disminución de la transmisibilidad sin ninguna duda -coincidió Debbag-. Por datos indirectos como las consultas que recibimos, o la cantidad de pacientes que ingresan a UTI, que no lo hacen con el ritmo que lo hacían hace cuatro semanas. Si bien no baja la cantidad de muertos por día como querríamos, lo que se ve es que no se internan pacientes en terapia con la velocidad anterior y que el porcentaje de los que están en terapia no es muy alto por lo tanto debería bajar la cantidad de fallecidos por día en el transcurso de las próximas semanas”.
Aliaga insistió en que “en este contexto, con tantos vacunados y con el actual criterio de selección de a quién testear, la positividad termina siendo un parámetro que hay que mirar en conjunto con la incidencia. Si la incidencia baja y la positividad baja, es una señal de que la baja de la incidencia es real”.
“Si la incidencia baja, y tenemos menos casos en la sociedad, y la gente se empieza a enfermar de otras cosas (porque siempre se testea gente con síntomas) va a bajar la positividad”, subrayó.
Sobre qué habría que hacer para que el índice se ubique por debajo del 10%, Debbag opinó que “si se testea más, se van a encontrar muchos pacientes asintomáticos y se empieza a cortar la cadena de transmisión”.
A lo que Aliaga agregó: “Se puede bajar de manera ficticia, e inútil. Se testea a los que se sienten bien y saldrá algún asintomático positivo pero el resto va a dar negativo y por lo tanto la positividad será baja. En octubre llegamos a tener 3%; eso quiere decir que de cada 100 personas que tenían síntomas compatibles con COVID y se testeaban sólo tres tenían COVID; el resto tenía otra cosa. Y eso no era porque se testeaba mejor o peor, sino porque había menos casos de COVID”.
“Ahora los casos ya bajaron mucho pero todavía no lo suficiente como para que ya no haya casos, y por lo tanto la positividad bajó bastante, pero todavía no a los valores de octubre. Si llegamos a tener 500 casos por día, la positividad va a estar debajo del 10%. Lo que no sé es si eso va a pasar en lo inmediato, por el fin de las vacaciones laborales y escolares”, explicó.
Y remató: “Lo del 10% de positividad como buen indicador de testeo era cuando se testeaba a todos los contactos estrechos de un sintomático. Si daba debajo del 10% era indicador de buena búsqueda. Hace rato que sólo se testea a gente con síntomas. Ya no se buscan contactos estrechos asintomáticos para aislarlos antes de que contagien. Entonces la positividad da cuán probable es que alguien tenga COVID si tiene síntomas compatibles con la enfermedad, y eso ya no habla de si el testeo es bueno o malo sino de la predominancia del virus frente a otros con síntomas similares”.
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