Mucho se habla desde el inicio de la pandemia por COVID-19 acerca de la importancia de no demorar la consulta médica ni bien aparece un síntoma compatible con la enfermedad, o bien se estuvo en contacto estrecho con un caso positivo.
Casi todos conocen a esta altura cuál es el procedimiento y qué indican los protocolos en ese sentido.
Ahora, ¿qué pasa después del COVID? ¿Qué chequeos son necesarios hacer luego del alta y por qué? ¿Toda persona que se recuperó de COVID necesita hacer un seguimiento médico?
Un trabajo que publicó la Clínica Mayo en Rochester, en los Estados Unidos, sobre los primeros 100 pacientes de su programa de rehabilitación señaló que la fatiga era el síntoma más frecuente en los pacientes que acudieron a la evaluación del síndrome post-COVID-19. El 59% tenía dificultades respiratorias y un porcentaje similar tenía problemas neurológicos, como “neblina mental”. Más de un tercio de los pacientes declararon tener dificultades para realizar las actividades básicas de la vida diaria, y sólo uno de cada tres pacientes había vuelto a la actividad laboral sin restricciones.
También se encontró que los pacientes que no necesitaron internación por la fase aguda del COVID-19 pueden tener algunos síntomas durante los meses posteriores al alta médica. Cuatro meses después de la infección por SARS-CoV-2, la dificultad respiratoria, la alteración del olfato y la fatiga también se registraron en pacientes que no habían estado hospitalizados, según un estudio publicado en la revista The Lancet Regional Health Europe que fue realizado en Alemania.
Entonces, si una persona tuvo COVID-19, ¿sí o sí necesita hacer un chequeo posterior? En opinión de la médica infectóloga María Cecilia Niccodemi (MN 105624), “no es necesario que todos los pacientes que tuvieron COVID se hagan estudios posteriores. Depende principalmente de qué tipo de enfermedad tuvieron, y si cursaron un cuadro leve, moderado o severo”.
Consultada por Infobae, la especialista del staff del Centro Médico Doctor Stamboulian y Sanatorio La Trinidad San Isidro, “los pacientes que tuvieron enfermedad leve no requieren ningún tipo de control, si fueron oligosintomáticos y la pasaron en su domicilio en general no se hace ningún chequeo, en cambio a los pacientes que tuvieron enfermedad moderada a severa, dependiendo de la gravedad del cuadro, sí se les pide un chequeo cardiológico y un estudio funcional respiratorio para ver las secuelas en el pulmón luego de la neumonía”.
Y tras aclarar que “si el paciente estuvo ventilado las secuelas son mucho más grandes y se pueden agregar otros estudios”, Niccodemi agregó que “en personas que tuvieron enfermedad leve pero practican deporte de alto rendimiento se suele aconsejar hacer un chequeo cardiológico”.
Con ella coincidió la médica Elena Obieta, jefa del servicio de enfermedades transmisibles y emergentes de la Municipalidad de San Isidro y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi): “Si una persona tuvo un cuadro de COVID-19 leve, no es fumadora y no tiene síntomas como dificultad para respirar, no necesita hacer consultar con neumonología ni una placa de tórax. En cambio, si tuvo neumonía bilateral por COVID-19 y síntomas respiratorios persistentes, debería consultar al médico. En el caso de COVID-19 sin estar en terapia intensiva, podría necesitar un análisis de sangre y ver cuál es el nivel de glucemia. En función de los resultados, se podrían indicar análisis más profundos”.
Y añadió: “Sin bien los dos órganos principalmente afectados por el virus son los pulmones y eventualmente la parte cardíaca o cardiovascular, no se puede dejar de lado que puede haber afectaciones neurológicas, cognitivas, dermatológicas, hepáticas y renales, prácticamente cualquier órgano puede estar afectado por el virus y eso es lo que uno tiene que tratar de diferenciar. Luego de hacer el examen clínico e interrogatorio, es que se decide qué tipo de estudios se van a requerir. Estos pueden ir desde un simple análisis de sangre hasta una tomografía de tórax o un ecocardiograma. Lo importante es hacer un seguimiento en el mediano largo plazo porque hay casos, denominados long COVID, donde los síntomas persisten luego de meses e incluso al año de haber padecido la enfermedad”.
Cuándo y por qué conviene chequear el corazón
“Con los datos que tenemos a nivel mundial se sabe que uno de cada diez pacientes que sufre COVID puede tener alguna forma de inflamación cardiaca”. El médico cardiólogo Juan Pablo Costabel (MN 119.403) señaló que, además, “se sabe que aquellos que tienen más chances de padecerla son quienes tienen formas graves de COVID, en los que el proceso inflamatorio es mayor”.
El jefe de la Unidad Coronaria e Internación del ICBA Instituto Cardiovascular recomendó que “la ocurrencia de estos eventos obliga a que todos los pacientes que sufrieron COVID tengan una evaluación cardiovascular previo a su iniciación deportiva”. Y tras precisar que esa evaluación “debe incluir un ecocardiograma, un holter de electrocardiograma y un eco estrés con ejercicio”, el profesional sostuvo que “son los estudios básicos para evaluar el estado cardiaco que regularmente debiera hacerse una persona, a los que se le agrega el holter para descartar arritmia post COVID”.
“Las arritmias pueden requerir tratamientos transitorios o permanentes, lo que no sabemos aún es cuánto dura en el tiempo esa inflamación cardiaca; por ahora no impresiona que vayan a dejar lesiones duraderas”, destacó Costabel, para quien “si en el chequeo se detecta alguna inflamación cardiaca requiere seguimiento”.
“Algunas arritmias sólo requieren control, otras tratamiento farmacológico, pero en general el pronóstico es bueno -predijo Costabel-. Con tratamiento y controles el paciente puede reinsertarse en su actividad deportiva de rutina; el problema es hacerlo sin saber que se sufre esa condición”.
Y concluyó: “La gente no debe alarmarse, más bien saber que existe esta posibilidad y consultar; es un ejemplo más de la necesidad de realizarse chequeos cardiovasculares”.
Qué ocurre con las alteraciones del olfato
Si hay un síntoma de la infección por SARS-CoV-2 que podría decirse que se subestimó es la pérdida del olfato y/o el gusto, que si bien fueron de gran ayuda para diagnosticar muchos casos que sólo presentaban esa manifestación, al no implicar riesgo de vida no se le dio mayor importancia.
Sin embargo, con el correr del tiempo, muchas son las personas que a meses de haber recibido el alta médica, acarrean este síntoma, que hasta en algunos casos viró de anosmia a fantosmia, que es lo que ocurre cuando la persona percibe un olor que en realidad, no está presente en el ambiente en que se encuentra.
“Lo primero que se hace es escuchar al paciente y acompañarlo ya que por lo general viene muy frustrado a causa de lo que le pasa, y explicarle acerca de la importancia de su sentido del olfato y de su compromiso con el tratamiento ya que la rehabilitación requiere mucho de parte suya”, comenzó a explicar a este medio la médica otorrinolaringóloga Stella Maris Cuevas (MN 81701), quien es experta en olfato, alergista y expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA).
En una primera consulta, según señaló, recomienda al paciente “dejar la casa en blanco en cuanto a olores, esto es, no usar aromatizantes de ambiente, suavizante para la ropa, en cuanto a su higiene personal evitar todos los productos que pueda, estar muy atento al momento de cocinar para evitar accidentes domésticos, etc”. En ese interrogatorio, además, se descarta si no hay un componente alérgico, rinitis, etc que pueda estar interfiriendo en el olfato de esa persona.
“Una vez hecho eso, lo primero es indicar un tratamiento de solución salina hipertónica para que se limpie la mucosa nasal y ésta adquiera su funcionalidad -sostuvo Cuevas-. También se indica la administración de fármacos neuroregeneradores, antioxidantes y complejos multivitamínicos”.
En ese punto, el estudio que la especialista indica es la olfatometría, “que es lo que va a definir en qué punto está la persona y permite objetivar lo que el paciente manifestó en la consulta”. “En base a eso se abre otro abanico para dar inicio al tratamiento propiamente dicho, en el que una pata esencial es la rehabilitación, que consiste en que el paciente huela de a un olor por vez según lo que arrojó la olfatometría y siempre bajo la guía del especialista”, puntualizó.
Y tras asegurar que “los tratamientos son personalizados y acordes a las necesidades de cada paciente”, Cuevas resaltó que ella no aconseja pedir estudios como resonancia magnética o tomografía computarizada. “Resonancia se pide en los traumatismos que dan anosmia repentina como ocurre con el COVID, pero en esos casos es para evaluar si se produjo alguna interrupción a nivel nervioso que impide que el olor llegue al cerebro, pero indicar este estudio en este caso es en vano porque lo que va a arrojar es que está inflamado el bulbo olfatorio y eso ya lo sabemos -destacó-. El pedido de tomografía tampoco se justifica, excepto en pacientes que desconocen que tienen un cuadro de alergia y el especialista sospeche que algo de esa índole pueda estar interfiriendo en la recuperación del sentido del olfato”.
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