Expertos estadounidenses descubrieron un factor genético relacionado con la falta de olfato y de sabor en pacientes infectados por el SARS-CoV-2.
Estos síntomas fueron incluidos en la definición de caso con el transcurso del tiempo y ante el aumento del número de casos con anosmia (pérdida de olfato súbita), muchas veces asociada a la pérdida o alteración del sabor y que aún hoy ocupa un lugar significativo y representativo en la COVID-19.
Cómo se producen estas alteraciones
La hipótesis para la aparición de la anosmia es el daño en el receptor de la principal célula olfatoria o primera neurona que forma parte del epitelio olfatorio. Esto también ocurre en otras virosis causadas, por ejemplo, por el virus de la gripe o el rinovirus, responsable del resfrío y que causa las anosmias posvirales ya conocidas.
La otra hipótesis es que, frente a la llegada del coronavirus a la célula de sostén que tiene mucha cantidad de receptores ACE 2 (inhibidor de la enzima convertidora de la renina angiotensina aldosterona, importante para garantizar el ingreso del virus y actuar como verdaderos anfitriones para este), se activan sensores en la célula que desencadenan la replicación viral.
Es importante recordar que estas células de sostén o sustentaculares están asociadas funcional y metabólicamente a las neuronas o células olfatorias.
Posteriormente, se activa el interferón y se desencadena la conocida tormenta de citocinas que, a su vez, inicia un proceso inflamatorio importante que llega incluso a las células principales.
Cualquiera sea la hipótesis válida, lo cierto es que ambos mecanismos impiden la entrada de los olores y, por ese motivo, la pérdida del olfato es súbita.
Por otra parte, las células basales o totipotenciales que terminan de formar parte de este epitelio que solo ocupa entre 2,5 y 5 cm2 reemplazarían a estas células recibiendo señales de los estímulos químicos (olores) que están en el ambiente.
La genética adquiere en este capítulo una relevancia extrema, pues por primera vez se ha investigado a personas mayores de 18 años, de ascendencia europea, que vivían en Estados Unidos y en el Reino Unido, y se identificaron dos genes que estarían vinculados a la anosmia y pérdida o alteración del sabor.
Para realizar estos estudios, los expertos no han partido de la hipótesis de buscar un gen determinado, sino del análisis completo del genoma de un grupo de individuos.
En este caso, se compararon personas que habían tenido COVID-19 con pérdida de olfato y/o de sabor con personas que no experimentaron dichos síntomas. Se buscó la diferenciación entre múltiples marcadores genéticos distribuidos en todo el genoma de ambas poblaciones; por un lado, se realizó un abordaje multiétnico y, por otro, una discriminación de diferentes linajes.
Esta estrategia mostró una verdadera ventaja, ya que se estudió un gran número de individuos, con distribución equilibrada de varones y mujeres, que han tenido infección con o sin los síntomas antes mencionados. Los resultados son interesantes, ya que se determinó que había zonas o regiones del genoma que eran sugestivas de asociarse con la pérdida del olfato o sabor durante la infección por coronavirus. Esas regiones identificadas corresponden al cromosoma 4. Los expertos se concentraron en esta región para identificar genes que pudieran tener mecanismos de acción posiblemente implicados en la anosmia y la pérdida o alteración del sabor. Encontraron dos genes que se expresan activamente a nivel ciliar, llamados UGT2 A1 y UGT2 A2, y que codifican la enzima uridil glucosil transferasa. Esta enzima se localiza en el interior de las fosas nasales y es relevante, ya que se sabe que participa en la metabolización de los distintos odorantes o sustancias químicas odoríferas. Es decir, interviene en la eliminación de los odorantes que se unen a los receptores y, así, aumentaría el porcentaje en probabilidad de desarrollar los síntomas mencionados durante la infección por el SARS-CoV-2.
Para llegar a este hallazgo es importante reconocer la búsqueda del carácter genómico global, haber identificado una zona caliente en el cromosoma 4 y luego haber terminado específicamente en la región asociada que se observó en las personas que tuvieron los síntomas en comparación con aquellas personas que no los presentaron.
Es importante señalar que se ha detectado la afectación a nivel de las cilias, lugar donde se encuentra el receptor olfatorio.
En resumen, según la experiencia y los estudios realizados hasta la fecha, en las personas que manifestaron pérdida de olfato y pérdida o alteraciones del sabor durante el cuadro de COVID-19, estaría comprometida la región del genoma correspondiente al cromosoma 4, específicamente a nivel de dos genes identificados.
Este hallazgo es muy importante e interesante, ya que permite continuar con futuras investigaciones que arrojen más luz sobre el mecanismo de acción del coronavirus.
Dra. Stella Maris Cuevas MN: 81701. Médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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