De a poco las rutinas comienzan a volver a la normalidad: algunos volvieron a la oficina, otros optan por la modalidad mixta de trabajo y cada uno comenzó el retorno a sus espacios habituales anteriores a la pandemia que vino a cambiarlo todo para siempre.
En el caso de los niños, que como se dijo en varias oportunidades son quienes más vieron afectadas sus rutinas y tuvieron menor contacto con el exterior durante más de un año, la presencialidad escolar volvió a ser un hecho en 2021, y con el correr de los meses del año que acaba de terminar recobró mucho de la normalidad que los más chicos conocían. Eso implicó para ellos un regreso a la vida anterior atravesando cambios que jamás habían imaginado.
Tal es así, que cuando la pandemia comenzó a disminuir su virulencia, muchos especialistas comenzaron a notar que niños y adolescentes mostraban secuelas emocionales y de aprendizaje. El aislamiento dejó un alto número de nuevos consultantes en los consultorios de psicología, psicopedagogía y psiquiatría a nivel local y global. “Diferentes estudios plantean que los trastornos de ansiedad en niños y adolescentes han duplicado su prevalencia, del mismo modo que la depresión e irritabilidad, comparado con el mismo periodo del año en 2019 (etapa sin pandemia), llegando a una prevalencia que va del 20 al 47% de expresión”, comenzó a analizar el fenómeno la psiquiatra infanto juvenil Andrea Abadi (MN 76165).
En la mirada de la directora del Departamento Infanto Juvenil de Ineco, “luego de tantos meses de estar en pijama frente a la computadora o el celular, a una gran cantidad de pequeños les costó acostumbrarse al banco en al aula y el cuaderno, y aumentaron las dificultades de rendimiento que en el pasado no habían aparecido”.
Consultada acerca de cuál es la causa por la que ahora comienzan a verse secuelas emocionales de la pandemia en niños y adolescentes, Abadi en principio dejó en claro que “la pandemia no terminó, y las constantes olas que aparecen una tras otras, hacen que se siga en una situación de crisis permanente de la que no se ve el final”. “Lo que sucede en realidad es que tenemos una ola tras otra que reaviva la sensación de que en cualquier momento debamos volver al aislamiento. Las familias y los adultos estamos pendientes y cada vez tenemos más contagios alrededor, que por suerte no tienen un devenir ominoso como con las primeras olas -analizó la especialista-. Esto hace, entonces, que nos relajemos mucho más”.
Sin embargo, para ella, para los chicos no hay diferencia: “Seguimos en epidemia, con barbijos, alcohol en gel, con medidas que implican no poder estar en situaciones cerradas, con lo cual el aislamiento, si bien no está como al principio, sigue siendo una situación de estrés”.
Juan Pablo Mouesca es pediatra y psiquiatra infanto juvenil (MN 88694) y ante la consulta de Infobae analizó que “todas las manifestaciones más graves consecuencia de la pandemia, como intentos de suicidio, aparecieron de manera inmediata y fueron la punta del iceberg; ahora comienzan a verse muchas otras que quedaron invisibilizadas antes”. “Y ahora se da una situación en la que si bien la pandemia continúa, la gente vuelve a consultar y están desbordados los servicios de salud mental -evaluó el especialista de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)-. Aparecen situaciones que no son tan graves, pero que luego de un tiempo sin atención empieza a hacer síntomas”.
En ese sentido, enumeró ansiedad, trastornos de sueño, de alimentación, “entre las situaciones más comunes que la pandemia trajo o complicó”.
Consultado acerca de por qué cree que entre los cuadros que más observan los especialistas en los más chicos está la ansiedad, Mouesca aseguró: “Algo está pasando y una respuesta hay que tener, y en general la primera manifestación es emocional en los niños; es una señal de que le están pasando otras cosas”.
“La red de sostén también está afectada, a ellos también le pasan cosas y el niño lo registra”, analizó el pediatra, para quien “algunos se acomodan más fácil y otros no tanto”. “No es lo mismo un niño sano de base que uno con una enfermedad mental previa”, enfatizó el especialista, y resaltó: “A todos nos afectó la pandemia; todos tuvimos un duelo en alguna medida y si bien saber esto no resuelve el problema, ayuda a tener más paciencia”.
En opinión de Abadi, “la ansiedad es una respuesta normal frente a las situaciones de estrés. El problema es que en aquellos que tienen una predisposición genética para un trastorno de ansiedad, van a desarrollar siempre aquella vulnerabilidad que tenían en su constitución”. “La ansiedad es un trastorno sumamente prevalente en la población infanto juvenil y en la adulta, que suele detonarse frente a las situaciones de estrés. La pandemia es y sigue siendo una situación de estrés. Por lo tanto, no es raro escuchar que los casos de ansiedad infanto juvenil han aumentado”, ahondó.
Sobre cuáles son las señales de alarma para detectar estas cuestiones en casa y cuándo es momento de consultar a un especialista, Mouesca resaltó que “lo primero que hay que entender es que la pandemia puso a todos en una situación de estrés no normal en la que los ‘sostenes’ habituales se vieron afectados en mayor o menor medida”.
Para Abadi, “las señales son claras”. Y describió: “Por ejemplo, cuando vemos niños irritables, que intentan evitar situaciones de afrontamiento, que prefieren quedarse en casa antes que ir a la pileta o una colonia cuando antes lo hacían sin ningún inconveniente. Cuando hablamos de ansiedad debemos tener en cuenta que es un miedo excesivo hacia algo y esto en general conlleva a conductas de evitación o parálisis. Si tenemos un niño evitativo, con irritabilidad constante, con berrinche, llorosos, o con conductas claramente de no enfrentar situaciones nuevas o determinadas, tenemos que pensar en un trastorno de ansiedad”.
Y acerca de qué hacer cuando se detecta alguna de estas manifestaciones, en opinión de la especialista de Ineco, “lo primero que hay que hacer es hablar con el niño de manera clara y decirle que uno entiende que esté preocupado pero que la preocupación no puede ganarle”. “Que estas situaciones nos pasan a todos y esto no significa que tengamos que paralizarnos dentro de casa -continuó-. Debemos hablarles de que la única manera de ganarle a la ansiedad es enfrentarla y que los adultos jamás vamos a dejarlos en una situación que creamos de peligro. Lo que en realidad queremos es que si nosotros los instamos a ir a una colonia, una reunión, un cumpleaños, salir de casa, o enfrentar una nueva situación, es porque sabemos que es mejor para ellos y que a la larga la van a pasar bien. Entonces lo que tenemos que darles es seguridad”.
Mouesca, en tanto, consideró que “qué hacer no será igual en todos los casos con todos los niños”. “Es una realidad que estamos viendo más síntomas en más niños, ahora, no todos necesitarán consulta y/o tratamiento”, enfatizó el pediatra de la SAP, para quien “criar es difícil, y en pandemia más aún, sin clases presenciales, peor como así sin actividades lúdicas”. “Todo eso sostiene la crianza y no funcionó como siempre durante mucho tiempo -destacó-. Mucho se normalizó en 2021, pero no por completo; los niños no tuvieron las mismas horas de clase ni la posibilidad de ir a todos lados como antes”.
En ese sentido, para él es clave “pensar qué le cambió a cada chico en particular, si sus padres se quedaron sin trabajo, si perdieron a algún familiar, etc”. Y tras asegurar que “en general se trata de familias que tienen dificultades para manejar la ansiedad”, Mouesca instó a “ayudar a los niños a tolerar ciertas esperas, sin empujar fomentar que hagan alguna de las actividades que no quieran” como algunas de las acciones que pueden tomarse en casa.
¿Cuándo consultar? “Cuando se convierte en un trastorno, modifica el estar bien y no permite hacer las actividades cotidianas. Cuando la ansiedad es tanta que el niño se lastima, o no duerme en toda la noche durante varias noches. Cuando el trastorno restringe lo esperable que debería hacer el niño por la edad deja de ser algo transitorio y afecta la calidad de vida es momento de pedir ayuda profesional”, apuntó el pediatra.
Algunas recomendaciones de cara a lo que viene
“Aún estamos viviendo una situación de estrés que nos acompaña y nos acompañará por mucho tiempo -sostuvo Abadi-. Es muy posible que esto en un par de meses se haya mitigado. Sin embargo, lo que tenemos que hacerles entender es que estas cosas pueden volver a suceder y la única estrategia que tenemos es cuidarnos de una manera lógica, sin desmesuras”.
Es importante explicarle a los más chicos, acorde a la edad de cada uno, que “este virus puede mutar, cambiar su conformación, pero aun así, hay un montón de gente al servicio de la investigación para que se generen mejores vacunas, estrategias y más condiciones de seguridad”.
Según la especialista, “si ven que la inhibición o la retracción es muy importante, es fundamental hacer una consulta antes que empiecen las clases porque ya se sabe que con el estrés del inicio del ciclo lectivo se pueden exacerbar las cosas”.
Para Mouesca es clave “no dejar de hacer nada de lo que se permite, o sea no restringirse más allá de lo que las restricciones mandan”. “Si se puede ir a la plaza, a todos los niños le hace bien ir a la plaza y ninguno se va a enfermar por eso”, enfatizó.
Y tras reconocer que muchas veces esas limitaciones a las actividades “proviene de un miedo exagerado en los padres”, el pediatra destacó que “en esos casos deben saber que el COVID en los niños no es grave, y así también se le debe transmitir a ellos”.
“Dos años es mucho en la vida de un niño; es imperioso que recuperen dentro de lo posible sus actividades”, concluyó.
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