
El cerebro humano es el receptor de toda la información que proviene del mundo interno y del externo (a través de los cinco sentidos) y cada una de las señales viaja hasta la corteza y a otras zonas cerebrales.
Desde el año 1950 se describen estas áreas como somato sensoriales, es decir, registran todo lo que sucede en nuestro cuerpo: sensaciones, estados afectivos, placer y displacer, entre otros, además de los datos que aporta la percepción consciente de la realidad. Ubicar estos centros específicos que registran la experiencia sexual ha sido la inquietud de muchos científicos y, últimamente, los avances han sido posibles gracias a la resonancia magnética funcional, PET, y otros métodos similares.
“Los resultados fueron recopilados y publicados en 2015 en Socioaffective Neuroscience and Psychology. Si bien algunas publicaciones aportan datos contradictorios, la mayoría acuerdan que la representación erógena del cuerpo, incluidos los genitales, le da un lugar especial al clítoris (glande del clítoris), a la vagina, los labios menores, al cuello del útero y a los pezones y en el hombre a la mucosa del glande y al cuerpo del pene”, dice a infobae Walter Ghedin, (MN 74.794), médico psiquiatra y sexólogo.
También hay evidencia de que el clítoris, la vagina y el cuello del útero comparten la misma zona receptora de estímulos (esto puede explicar la presencia de orgasmos al estimular la vagina y/o el cuello del útero).
Fenomenología de las sensaciones genitales

Este nombre se refiere a las sensaciones conscientes que registra cada persona cuando se estimulan sus genitales. Se ha demostrado que estas sensaciones son de placer en general y menos de focalización (poder reconocer qué punto se estimula, seguir el recorrido del objeto que estimula, reconocer las distancias que median entre un foco estimulado y otro), es decir que se captan sensaciones placenteras globales más que datos precisos o de “tacto fino”.
“Esta diferencia ubica a la sensación de placer por encima de las sensaciones más localizadas, por lo cual, ayudaría a desmitificar el argumento de que “con el profiláctico pierdo sensibilidad” o “tengo el pene más chico y no le voy a dar placer”, agrega el sexólogo.
El cerebro capta el placer global y para lograrlo todas las prácticas sexuales, genitales o no, pueden tener el mismo efecto. Sumado al tema del profiláctico, existen otras creencias, en muchos casos muy arraigadas, que relativizan y complican la experiencia erótica como el complejo con la imagen del cuerpo o de zonas corporales que a la hora de tener un encuentro erótico resuenan como problemas.

“Siguiendo esta misma tesitura de que las zonas somato sensoriales sexuales están preparadas para traducir los estímulos en placer, podemos inferir que el complejo con el cuerpo es una construcción consciente que impide que esta función primaria del cerebro de acceder al placer pueda darse. Nunca más acertada la frase “relájate y goza”: El cerebro está preparado para brindártelo”, explica el experto.
El tacto, el sentido aliado del placer
El tacto es fundamental en el contacto erótico ya que estimula los receptores sensoriales de la piel que llevan la información a la corteza cerebral y a las áreas que regulan el deseo, los afectos y la respuesta motora. Se ha demostrado que existen dos tipos de tacto: “tacto fino” y “tacto grueso”, siendo el primero más puntual y focalizado y el segundo aporta sensaciones más globales, con menos detalles. Tanto el tacto fino como el grueso son fundamentales en el contacto entre los cuerpos.

Dice Ghedin: “Al contrario de lo que podría pensarse, se demostró que el clítoris y el glande responden mejor al “tacto crudo”, es decir a los masajes, sexo oral, masturbación, al rozarlos para provocar el placer más intenso. Una vez lograda una base de placer, se puede usar el “tacto fino” para aumentarlo. En síntesis: las zonas sensoriales del cerebro se excitan más con el “tacto grueso” que con el “tacto fino”.
En sexología se indican ejercicios que tienen la finalidad de reactivar las zonas erógenas en general, los sentidos y los afectos/emociones. “Por lo tanto, este estudio, ayuda a comprender que la respuesta sexual tiene centros cerebrales que se activan cuando las zonas erógenas son estimuladas por el tacto y que existen dos formas de “tocar” que inducen efectos diferentes en los niveles de placer”, cierra el experto.
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