Además de aumentar la tendencia a la violencia y propiciar accidentes viales, el consumo de alcohol produce efectos de largo plazo. Según el último “Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas” de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (ex Sedronar), la ingesta de alcohol entre los jóvenes aumentó 12 puntos en siete años. Y en cuanto al inicio en el consumo es contundente: el porcentaje de nuevos bebedores pasó de 9,7% en el 2010 a 37,1% en el 2017. En el caso de los varones dicha tasa casi cuadruplica a la de 2010.
Cuando se habla de la población en general, el 81% de las personas tomaron alguna bebida alcohólica en su vida. El consumo actual de alcohol se encuentra presente en el 53% de la población, y en mayor medida en los varones: el 86,0 contra el 76,5 de las mujeres. Sin embargo, los mayores aumentos, dice el informe (que se hizo en el 2017) se evidencian entre las mujeres y los adolescentes, con un alza en las tasas de 13,5 y 18,4 puntos porcentuales respectivamente. Por otra parte, el 37,2% de la población que no había bebido anteriormente (2.299.598 personas), inició el consumo en el año que se hizo el trabajo. De ellos, unas 320.000 son preadolescentes y adolescentes.
Lo cierto es que el alcohol es la sustancia psicoactiva más utilizada en todas las edades. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la abstinencia completa de alcohol en menores de 18 años y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) adhiere a esa recomendación. “El alcohol es una sustancia depresora que afecta al sistema nervioso central, y el organismo de los menores de 18 años no está lo suficientemente desarrollado como para metabolizarlo, por lo que los afecta más que a los adultos. La enzima que metaboliza el alcohol en el hígado funciona correctamente recién entre los 18 y los 20 años, por lo que las borracheras en los adolescentes son más agudas y más dañinas, ya que su sistema nervioso central aún está en desarrollo”, advirtieron desde la SAP.
Con el objetivo de cuantificar el nivel actual de consumo de alcohol en niños, niñas y adolescentes estudiantes de nivel secundario de la provincia de Buenos Aires, el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia creó la “Encuesta sobre consumo de alcohol en niños, niñas y adolescentes 2021″. A través de la misma, los especialistas estimaron la prevalencia de consumo y el consumo problemático a los efectos de diseñar y evaluar políticas públicas de prevención, promoción y asistencia de consumo de alcohol.
“El presente informe es parte del proceso de recolección y procesamiento de una serie de datos cualitativos y cuantitativos que tienen el objetivo de sustentar diagnósticos científicos sobre el estado y la evolución del consumo de alcohol por parte de niñas, niños y adolescentes de la Provincia de Buenos Aires en el año 2021. Los resultados de la presente investigación nos permiten profundizar en algunos fenómenos que habíamos detectado en los estudios precedentes, así como también nos posibilita indagar sobre la evolución de distintas variables”, explicaron los investigadores.
En el estudio cuantitativo aleatorio, realizado mediante encuestas instrumentadas a través de una plataforma digital con un cuestionario estructurado, cerrado, autoadministrado, voluntario y anónimo, distribuido a alumnos y alumnas que concurren a establecimientos educativos de la provincia de Buenos Aires, se recabó información sobre modalidades y características asociadas al consumo de bebidas alcohólicas, buscando obtener una imagen más completa de las características de la ingesta por parte de jóvenes escolarizados.
La muestra de la población en estudio fue subdividida en tres franjas etarias (12 a 15 años; 16 y 17 años; y 18 o más años) a los efectos de poder observar distintos comportamientos asociados a cada grupo de edad. Asimismo, el trabajo midió la prevalencia o proporción de la población que tomó alcohol en un momento determinado de tiempo. Según los resultados obtenidos, el 78,5% de las y los entrevistados tomó alcohol alguna vez en su vida, el 65,2% bebió en el último año y el 52,8% en el último mes.
También se detectó una mayor prevalencia de vida de consumo de alcohol por parte de mujeres respecto a los hombres, registrándose un 80,97% y 74,75% respectivamente. Algo similar se observó en la prevalencia mensual y anual. Al trazar una comparación respecto a 2019, se pudo visualizar una tendencia a la baja en casi todos los indicadores, especialmente en la prevalencia anual. Uno de los factores que podrían explicar la disminución es el hecho de que la oferta de alcohol, al comienzo de la pandemia, se vio fuertemente limitada producto de la restricción a la circulación y los cierres de boliches y bares. Sin embargo, esto es solo una hipótesis y no es concluyente. Asimismo, otro dato a tener en cuenta es que la disminución fue más marcada entre los consumidores hombres, respecto a las mujeres.
Si bien la cuarentena y el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio indirectamente contribuyeron a la disminución del consumo de alcohol en los adolescentes, ya que la mayoría permaneció en sus casas con un entorno familiar de mayor contención y/o control, la relajación en las medidas contra el COVID-19 y la agotamiento por parte de los ciudadanos preocupan a los profesionales.
En este contexto, desde la SAP insistieron en la recomendación de “cero alcohol” hasta los 18 años de edad. “La adolescencia es una etapa de experimentación, de sensación de omnipotencia, de búsqueda del riesgo y de cuestionamiento de las normas. En ese contexto, el alcohol es la droga de más fácil acceso para niños y adolescentes, mientras que la percepción de riesgo asociado al consumo de alcohol es la más baja entre todas las sustancias adictivas”, manifestó Graciela Morales, médica pediatra especialista en adolescencia, secretaria del Grupo de Trabajo en Adicciones de la SAP.
Al analizar la prevalencia por franja etaria, se encontró que más de la mitad de las y los jóvenes de entre 12 y 15 años han probado alcohol alguna vez en su vida. La tasa supera el 90% entre las y los entrevistados que tienen 16 o más años de edad, registrándose indicadores más elevados entre las mujeres. Otro dato que llama la atención es que aproximadamente 1 de cada 4 jóvenes (27,95%) de entre 12 y 15 años ha tomado alcohol en el último mes, y 1 de cada 3 (36,89%) lo hizo en el último año. Con respecto a la franja etaria de 18 años o más, las prevalencias de vida, año y mes son las superiores. Es decir, al ingresar a la vida adulta, inicio de estudios universitarios o de incorporación al mercado laboral, los jóvenes llegan con una amplia experiencia en el consumo de alcohol, conducta que fue adquirida durante la adolescencia.
“Los jóvenes viven al filo creyendo que por su propia omnipotencia pueden enfrentar cualquier desafío. Se trata de una especie de coraza ante su propia impotencia frente a sus verdaderos cambios emocionales”, explicó en diálogo con Infobae la psicoanalista especialista en niños y adolescentes, Nora Koremblit de Vinacur, ex secretaria del Departamento de Niños de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y coautora del libro Parentalidades.
Respecto a la edad de inicio en el consumo, la información obtenida indica que el 78,7% de las y los individuos tuvo su primera experiencia de consumo de alcohol entre los 12 y 15 años de edad. El estudio 2021 refleja, además, algunos casos de primera experiencia con alcohol en edades muy tempranas como son los 7 y 8 años. Se trata de un consumo provocado a partir de descuidos de los padres en algunos eventos festivos o por ciertas costumbres en las que las bebidas alcohólicas son utilizadas como facilitadores del sueño. Otro dato a destacar es que apenas 1 de cada 100 estudiantes consultados (0,85%) probó alcohol por primera vez a los 18 años. La edad donde se registra el mayor indicador de inicio de consumo son los 14 años (30,06%), seguido por los 15 (27,49%) y los 13 (15,24%).
En lo que se refiere a la frecuencia en el consumo, un dato preocupante es que 1 de cada 4 adolescentes que consume alcohol, dice que lo hace de forma semanal, en un contexto de diversión o nocturnidad; el 97,39% consume los fines de semana y el 2,61% bebe diariamente. Con relación a la intensidad de consumo expresado en la cantidad de alcohol consumido en un mismo episodio, el relevamiento 2021 da cuenta que 1 de cada 10 de las y los encuestados (10,79%) consume más de cinco copas/cervezas. Si bien se registran indicadores más bajos respecto a lo que se había relevado en 2019, cuando la epidemia no existía y no había restricciones en la nocturnidad, estos últimos datos nos indican niveles que siguen siendo preocupantes en lo referido al “Binge Drinking” (BD) o Consumo Episódico Excesivo de Alcohol” (CEEA) que constituye en sí un consumo abusivo y de riesgo para la salud del individuo.
Un dato que arroja el relevamiento 2021, que merece ser analizado con profundidad, se vincula con el motivo que las y los estudiantes consultados expresan cuando deben explicar por qué consumen alcohol. Ante la pregunta “¿Qué buscás cuando consumís alcohol?”, la respuesta más elegida -podían seleccionar varias opciones- fue “Me gusta el Sabor”, seguida por “Divertirme/Desinhibirme, no tener vergüenza”.
“El alcohol cumple una función instrumental para acceder a estados de intoxicación asociados con caracteres positivos como un incremento de la locuacidad, la desinhibición, mayor sociabilidad, buen humor, sensación de bienestar y/o euforia (al actuar el alcohol sobre el sistema nervioso central y liberar dopaminas). Si realmente les ‘gustara el sabor’ de la bebida alcohólica no lo disimularían mezclándolo con jugos, gaseosas o energizantes. Estos productos, al ser coingeridos, son facilitadores de su consumo”, subrayaron los expertos.
Otro dato a tener en cuenta es la creencia instalada que el consumo de alcohol favorece la sociabilidad o genera una suerte de sensación de empatía. El relevamiento 2021 arroja que 1 de cada 4 de las y los entrevistados (29,61%) reconoce haber usado drogas o alcohol para relajarse, sentirse mejor y/o integrarse a un grupo. Si bien el indicador representa una disminución respecto a la medición 2019 (35,27%), no deja de ser preocupante. La presión de los pares es una de las variables, reconocida ampliamente por la literatura especializada, que tiene una importante gravitación e influencia en el consumo adolescente de alcohol o drogas ilegales. Esto se infiere del hecho que aquellos adolescentes y jóvenes, con mayoría de amigos/as consumidores de alcohol, presentan mayor probabilidad de ser consumidores y beber más.
A su vez, aquellos adolescentes que consumen mayor cantidad de alcohol perciben más resultados positivos en la práctica de actividades riesgosas que aquellos que consumen menos. Además, el 26,2% de las y los entrevistados reconoció haberse olvidado cosas que hizo luego de haber consumido alcohol y casi el 30% dijo haber consumido mientras se encontraba solo/a. Dicho comportamiento, en algunos casos, puede estar asociado con la manifestación de cuadros de trastornos depresivos.
Los resultados del relevamiento muestran que 1 de cada 5 de las y los consultados (22,6%) consideran que el consumo de alcohol es menos peligroso en comparación a otras sustancias como el tabaco, la marihuana y la cocaína. Es decir, esta percepción del riesgo guarda una relación inversamente proporcional a los consumos que hacen los jóvenes. Las sustancias percibidas como menos riesgosas son las más consumidas: en este caso el alcohol. El fenómeno es conocido en la literatura especializada ya que los consumidores frecuentes tienen una baja percepción del riesgo de lo que consumen. La “experiencia” y la familiaridad proporciona una falsa y peligrosa sensación subjetiva de seguridad y control.
Del análisis de las entrevistas podemos concluir que existe una mayor percepción de riesgo por parte de las mujeres respecto a los hombres. Concretamente, mientras que el 18% de las entrevistadas dijo que considera al alcohol menos peligroso, ese indicador se eleva a casi el 29% en los hombres. La percepción de riesgo más baja se da entre las y los jóvenes de entre 12 a 15 años: el 28,4% calificó al alcohol como menos riesgoso y ese porcentaje disminuye a medida que avanza la edad de las y los entrevistados: 20,7% entre las y los jóvenes de 16 y 17 años, y 14,7% entre quienes tienen 18 o más años. En este último caso la tasa es prácticamente la mitad de lo registrado en la franja etaria más joven de la muestra.
“Las cifras actuales continúan siendo preocupantes y en la medida que no exista una fuerte decisión de instrumentar políticas públicas de regulación, de control, de prevención y de tratamiento, esta situación no mejorará. Si bien no es realista esperar que la totalidad de las y los adolescentes y jóvenes no consuman alcohol, creemos que una correcta intervención estatal puede reducir considerablemente los casos de consumos perjudiciales a través de dos elementos claves que son obligaciones indelegables del Estado: educación y control”, remarcaron.
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