La salud mental según José Abadi: “Después de esta pandemia creemos en la muerte, ya no es una abstracción”

Por qué nuestro narcisismo fue derribado por el COVID-19 y qué podemos aprender de ello. Cómo atravesar los duelos y por qué la resiliencia y la espiritualidad laica son un buen combustible para entender el mundo que viene. Las claves a Infobae del reconocido psiquiatra y psicoanalista

José Abadi en la redacción de Infobae

Si hay algo con lo que José Eduardo Abadi comulga es con el hecho de estar en movimiento. A los 72 años, el reconocido médico psiquiatra, psicoanalista y escritor, antes de comenzar la entrevista con Infobae, confiesa que trabaja mucho, una cuestión que -reconoce- es parte de la gimnasia que lo mantiene -así se vislumbra- con vitalidad necesaria para encarar el día a día. “Podría hacer menos cosas”, recula el doctor, mientras le terminan de acomodar el micrófono corbatero. El movimiento. De eso se tratará parte de esta charla que se enmarca dentro de un abanico de temas, a propósito de la salida de Y el mundo se detuvo (Grijalbo), el libro que acaba de publicar junto a Patricia Faur y una de sus hijas, Bárbara Abadi.

La salud mental ha sido uno de los ejes más estudiados por expertos de todo el mundo durante la pandemia de coronavirus. Desde diciembre de 2019, se han escrito cientos de papers, todos orientados a investigar qué le sucedió a la población mundial con esta situación extraordinaria del COVID-19 que, además de afectar la salud en líneas generales, ha traído aparejada una serie cuestiones varias que golpearon fuerte a la salud mental, a raíz de los confinamientos y los cambios de rutinas que se dieron a nivel global.

Se sabe: el incremento de la medicación y el alcohol estuvieron a la orden del día. La ansiedad y la depresión se dispararon en las poblaciones de varios países al rededor del mundo. El libro de Abadi analiza este mapa psíquico con precisión quirúrgica, pero desde un lugar reparador. Y con inteligencia. Sin ir más lejos, tiene una frase en la bajada de la tapa que sirve para entender el fotograma actual de esta “película”; es quizás también una forma positiva de ver la totalidad del escenario después del primer abrupto y mal trago de la pandemia: “La vida nos ofrece una nueva oportunidad”.

La charla empieza por ahí, por la oportunidad, que está íntimamente ligada al movimiento. Ahora que el mundo está, justamente, empezando a moverse, hay una pregunta que se impone y que él se hace en el libro: ¿estamos dispuestos a ver cuál es esa oportunidad? “En una situación tan crítica, tan dramática como la que se vivió, donde con la pandemia y la cuarentena tuvimos vivencias, sentimientos, realidades de una transformación de nuestra cotidianeidad, nuestros hábitos se vieron saqueados, tuvimos que incorporarnos a una artificiosidad muy particular, con angustias, ansiedades, miedos, situaciones en las cuales la presencia del otro era algo abstracto, donde sentíamos y teníamos miedo de no estar alojados en el otro y el otro en nosotros”, comienza diciendo Abadi.

José Abadi en Infobae

“Esto hizo generar un sentimiento de soledad que tapaba una cierta angustia de muerte. Las despedidas que no se pudieron hacer, los proyectos que quedaron anclados, las promesas que fueron imposibles o no se cumplieron por otros motivos. Bueno, eso dejó marcas, eso dejó huellas, eso dejó como semillas que vamos a ver ahora y ya algunas las estamos viendo en los duelos, en las situaciones, en las relaciones matrimoniales, en los vínculos familiares, en los trastornos de los chicos, donde todo eso trato de hablar algo de acá. Pero también trato de mostrar cómo esta crisis nos permite a lo mejor darnos cuenta que hubo ciertas ventanas y ciertas semillas, que si las trabajamos, nos harán ver si hay esfuerzo, sacrificio; y si hay una labor, pueden convertirse en motor de un cambio interesante en cómo nos relacionamos con nuestros semejantes, en qué lugar le damos al poder”, agrega Abadi.

-Una de las cosas que decís en el comienzo del libro es que el narcisismo fue derribado por esta pandemia. ¿Es el momento de decir, “es ahora”?, ¿el momento de pensar un poco más en el otro?

-Qué buena la afirmación que tomás. Sabes que el narcisismo, ganarle del todo por KO es muy difícil, pero sí podemos decir que la vulnerabilidad y la omnipotencia y la fantasía de poder absoluto se terminó. Eso sí, el asunto es que nuestro narcisismo también quedó herido por este virus tan chiquito e insignificante, que puso en jaque la salud de la humanidad. Todo ego tiene un yo desnutrido. Cuanto más narcisismo, artificiosidad, apariencia, soledad y encierro en un embelesamiento con uno mismo, más pobre es nuestra capacidad de amar y ser amados. Por lo tanto, más pobre es nuestro proyecto, más pobres nuestros vínculos. Estamos en un mundo más pobre.

-También se preguntan esta cuestión de si podemos encontrar algo positivo de todo esto. Y, dicen, que para responder esa pregunta, para encontrar algo, primero hay que buscarlo activamente. ¿Estamos dispuestos a hacer esa gimnasia?

-Me gusta mucho la pregunta, es el gran desafío. Ese es nuestro desafío. ¿Lo haremos? No solamente las vamos a encontrar si las buscamos, las vamos a tener si queremos tenerla. Y eso implica una labor. ¿Estamos dispuestos a hacerlo, estamos dispuestos a los límites? Tenemos consciencia que el límite es lo que marca lo posible y que la fantasía, exclusivamente el imaginario, convierte a nuestra búsqueda de lo imposible en algo que inevitablemente nos va a decepcionar. Creo que este es el gran desafío en lo que vos tocás, es cuando digo que construiremos un mundo mejor si lo hacemos mejor y si queremos hacerlo mejor, y si trabajamos para eso.

El nuevo libro de José Abadi

-José, hablemos un poco de las relaciones, las de pareja, las relaciones de familia y las relaciones con amigos. Todas fueron obviamente sacudidas por la pandemia. ¿Cómo quedaron cada uno de estos vínculos?

-Claro, es lo que trabajamos mucho en este libro, la pandemia, el amor, el deseo y la amistad, cómo juegan y cómo van a jugar, porque también hay mucho para recomponer. No te olvides que hubo una vivencia de pérdida muy fuerte, de que algo ya no está de nuestro lado, ya no lo tenemos, ya nos separaron, ya se murió y algunas veces en algunos duelos suspendidos, como cuando no se pudo hacer el ritual de despedida. Es decir, que la pérdida marcó mucho, una cierta ansiedad, una tensión, no solamente lo que se perdió, sino el miedo a lo que se podía perder y el miedo de nosotros mismos quedar fuera del juego. Y eso llevó a un cierto encierro que hizo vivir la esa especie de puente que es la amistad. Muchas veces como temiendo perderlo y eso, hace sentirnos muy solos y hace que necesitemos saber que el otro está. Por eso es tan importante ahora diálogo, el vínculo. La familia vio cambiada su rutina, la gente decía, ahora van a estar mucho más cerca, van a estar mucho más contentos, y no: estaban más angustiados. La sexualidad decayó o no aumentó. En estas circunstancias el cuerpo pasó a ser otro cuerpo. ¿Hablamos del cuerpo erótico, del cuerpo presencial, del cuerpo que vibra con el otro o del cuerpo que se puede enfermar, del cuerpo que puede contagiar del otro, que es mi semejante al que cuido, pero también temo? Tenemos que trabajar todo eso.

-¿Cuál es la nueva consciencia de la muerte o cómo es esa consciencia ahora?

-Buenísimo. La muerte cobró una realidad, salió de un lugar abstracto y tomó… empezamos a creer en la muerte, porque muchas veces los seres humanos casi siempre sabemos que la muerte existe, pero no creemos. ¿Vos sabés lo que decía Espinosa? Hasta los 45 años, sabemos que la muerte existe, pero no creemos en ella. Después de los cuarenta y cinco sí, ahí viene el problema. Bueno, ahora nosotros, después de esta pandemia, creemos en la muerte. La muerte no es una abstracción. La muerte, que es la representación psicológica de los seres humanos, es la soledad infinita como temor, cobró valga la palabra, cuerpo. Entonces, ¿eso qué hizo? Tiró abajo la omnipotencia que ya este virus lo hizo, la invulnerabilidad. Pero género tal vez algo que es una herramienta increíble para poder aprender, que es la humildad. Porque si soy humilde y reconozco lo que no sé, tengo motivación para aprender lo nuevo.

"La muerte, que es la representación psicológica de los seres humanos, es la soledad infinita como temor, cobró valga la palabra, cuerpo", dice Abvadi

-¿Y generó un poco más de consciencia?

-En mucha gente sí.

-Decís “mucha gente”...

-Sí... no en todos. En algunos casos apareció la negación, en otros casos el cuadro panicoso tapó la posibilidad de una consciencia útil y hay que trabajar todos los pánicos, las fobias. Las depresiones aumentaron de un modo increíble en el mundo. Las estadísticas son terribles, ataques de pánico y depresión. En realidad en otro orden, depresión y ataque de pánico. Fue algo muy importante y eso hay que trabajarlo. No tiene que quedar como una especie de cuerpo extraño al costado, que trato de suprimir, pero queda cargado, porque si no aparece desplazado en otra situaciones. Tenemos que ser autor de lo que nos ocurre.

-En el libro hablas del “miedo útil y el pánico inútil”

-Si lo hablé desde el principio. Decía la gente, “no tengas miedo” Sí, ¡tené miedo! El miedo es muy bueno, pero el miedo útil, no el miedo fantasmático, el miedo a peligros imaginarios. Es el miedo que me permite objetivar la situación que tengo que enfrentar y entonces saber qué herramientas utilizar. El miedo útil es patrimonio de los valientes. El miedo útil es lo que me permite elegir la mejor estrategia para enfrentar lo que en un momento dado me acosa. En cambio, el pánico no. El pánico y lo imaginario, nos tapa la fantasía terrorífica, la fantasía apocalíptica. Quedamos con descontrol, sin consciencia, con nuestro cuerpo, sistema neurovegetativo en un estado de caos. Y nosotros con miedo y con miedo al miedo después. Es interesante lo que me preguntas y te lo agradezco de verdad, porque afirmé mucho eso de si el miedo útil no al pánico inútil. Yo menciono siempre a ese general tan polémico de la Segunda Guerra Mundial y la gente vio la película. Pero hay una historia muy interesante que es (George) Patton, que quedó suspendido del ejército americano. Se lo considera muy valiente. Y un periodista le dice: “¿Usted que no tiene miedo?” Y le responde: ¿Yo que no tengo miedo? no hubiera llegado a nada. Sí, yo vivo con miedo. Y dice el periodista: ¿Pero usted no es un hombre de coraje? Y él responde: “Sabes ¿qué es el coraje?, aguantarse el miedo cinco minutos más que el otro” El valiente, es distinto al temerario y al irresponsable.

-¿Cómo influye la sobreinformación en ese miedo y en ese pánico?

-Buenísimo. La sobreinformación fue muy delicada como tema. Al principio, 24 horas por día, todos los medios hablando cantidad de contagiados en cada metro del planeta. Cantidad de los contagiados que murieron. Cantidad que están en terapia intensiva. Cantidad que pueden llegar a contagiarse… ¿Cuál es la vivencia que se tiene? Angustia. ¿Qué se facilita? El cuadro pánico. ¿Cuál es el inconsciente de la gente? Menos mal, no figuro en la lista. Miedo. Uy, Dios, ¿seré el próximo? Creo que la sobreinformación es nefasta en ese sentido. Hay que ir a lo calidad y cantidad útil y necesario. Lo estamos aprendiendo. Lo hemos ido aprendiendo como narrativas para enseñar y para poder transmitir que puedan resultar a la gente importante, útil, sana.

-Me das pie en cuanto a narrativa para lo que tiene que ver con la guerra. Vos hablás de esta cuestión de comparar a la pandemia con una guerra. Se habló mucho de “la guerra silenciosa” contra el COVID-19 ¿Esto fue realmente una guerra?

-Claro, yo creo que acá es muy importante que sepamos que no somos nosotros contra nosotros, sino que hay un virus que apareció, que hemos intentado permanentemente tratar de convertirlo en un problema de nosotros entre nosotros. Está bien. El manejo que hubo después de muchas situaciones son lamentables, pero la idea de crear enseguida, la idea de que esto no es un virus, esto es un problema que escondido que yo te hice a vos, que es entre seres humanos, es un intento de recuperar el poder, de no saber que hay un virus, de que algo no lo sabemos, de algo que no lo sabíamos, de algo que no tenemos la cura inmediata. Eso nos hizo perder la pulseada en la fantasía de ser omnipotentes entre comillas. ¿Vos escuchaste alguna vez en tu vida, en un año, más veces la palabra muerte que este?

-No.

-No, porque empezó a formar parte de tu diccionario cotidiano. Siempre es inocuo.

-Cambió el vocabulario

-Totalmente. Tenemos un nuevo diccionario a partir de la pandemia y todo eso hay que trabajarlo. ¿Para qué? Para volver a ser libres de unas ciertas mochilas que son solucionables, que podemos alivianar, que ciertas situaciones podemos trabajarlas de un modo que dejen de ser un cuerpo extraño, que podemos recuperar un montón de terrenos que nos hemos visto como retraídos. No, podemos salir. Te va a reconocer el mundo y vos al mundo. Hay que trabajarlo todo esto, no para salir a lo mismo, sino para tratar de salir a algo que en parte es distinto y en algunas cosas mejor.

-Hay dos tipos de duelos que me interesa conversar. Uno que se vivió mucho y que tiene que ver con el de llevarlo adelante sin haber podido despedir al ser querido. El otro, el de los niños que quedaron huérfanos por el COVID-19 ¿Qué lectura podés hacer?

-El duelo se suele llamar labor de duelo. implica un trabajo y tiene etapas. La inicial es algo me sacaron, algo se va con esa persona. Lloramos, reclamamos que no sea así. Luego un período donde bueno, ocurrió. Pero si bien lo sabemos, no lo aceptamos. Lleva un tiempo aceptar que ocurrió y vivir una ausencia una tristeza. Reconciliarnos con el que se fue para poder en ese movimiento de duelo, para poder volver a amar y homenajear al que se fue siendo feliz. Y en ese momento tan importante, tenemos un poder muy importante los seres humanos, sin ser dioses podemos inmortalizar al otro. ¿Cómo guardarlo en la memoria amorosa? Dándole un lugar simbólico en nuestro ser. Ahí se crea una nueva modalidad de estar situado en el mundo cuando en esta pandemia se impidió el primer ritual original de despedida, se trabó esa aceptación y ese admitir. Quedó un lugar como de desaparecido, del que se fue. Hay trabajar ahora para lograr crear formas sustitutivas que generen y trabajen eso que no hubo.

-¿Qué pasa con los niños?

-Los chicos que quedaron sin padre... y los padres que se fueron, y sintieron no solamente el dolor de dejar a sus hijos, sino la culpa de dejarlos; ¿la culpa de qué?, si se enfermaron. ¿Cómo no lo preví?, ¿cómo no pude?... Por favor, eso hay que disolver, para no hacerse cargo los que quedan de la culpa que no están. Y los huérfanos tiene que poder elaborar esa pérdida, no podemos negar que la hubo. Tratar de elaborar algo muy importante que es un sentimiento de angustia, la repetición, siempre es como una especie de amenaza que se repite. Esto es importante para poder habilitar nuevos vínculos, nuevas reparaciones, nuevas maneras de estar contento con el otro en una relación de amor. Y algo que vi en bastantes pacientes y no solo en niños, la bronca: la bronca de una enfermedad que no pudimos dominar, la bronca contra el destino. Y cuando hubo fallas en la programación, la bronca porque no lo hicieron a tiempo si podían resolverlo.

-La resiliencia y la espiritualidad laica. ¿Podemos decir que ambos son un combustible necesarios para un mundo nuevo que se viene?

-Definitivamente sí. Mirá qué categórico soy cuando no suelo ser. El aprendizaje es el gran don que tiene el ser humano, que es lo que nos diferencia de otra especie, el aprendizaje elaborativo. Nos permite el cambio, la diferencia, en la medida que progresamos no vayamos para atrás. Cuando nos quedamos en el mismo lugar, no nos quedamos en el mismo lugar, retrocedemos. Si lo sabremos los argentinos. Y en se sentido todo lo que hagamos del aprendizaje es muy importante en relación con el duelo, la reparación y los vínculos. Para esto no alcanza solo la razón hay que jugar mucho con la emoción. A eso llamo yo espiritualidad laica, porque el espíritu no es sólo patrimonio de la religión, sino es más de lo humano que trasciende lo religioso mismo.

-¿Y qué pasa José con el beso y el abrazo? ¿Los vamos a volver a recuperar algún día?

-¿Cómo en un momento nos pareció que estuviera lejos?... ¿no?; ¿cómo lo anhelamos luego después de recuperarlos?, ¿cómo nos vino miedo después de recibirlo?, ¿podré yo dar? y ¿cómo estamos aprendiendo a recordar ese beso y ese abrazo, forman parte del deseo, el goce y la amistad? El beso que hace que nuestros cuerpos y nosotros podamos vincularnos de ese modo tan absolutamente original que tiene el ser humano.

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