Entre las medidas de protección y prevención del COVID-19, el uso del barbijo fue una de las que la sociedad más rápido adoptó e incorporó a sus hábitos de cuidado.
En el caso de los niños, de hecho, fue la condición que les permitió recuperar las clases presenciales luego de un año sin asistir a las escuelas.
Sin embargo, a las virtudes en el control de la propagación del virus que muchos expertos le adjudican, otros le contraponen las dificultades que ocasiona a la hora de la comunicación, ya sea verbal como no verbal.
Es que para los niños pequeños, la pandemia llegó en un momento crucial para desarrollar habilidades importantes como la empatía, la seguridad y más, una fase que a algunos padres les preocupa que se vea afectada por el uso de barbijos. Desde una sonrisa hasta un ceño fruncido de miedo, las investigaciones muestran que ya en una edad temprana, los niños aprenden sobre el habla, el lenguaje y las interacciones sociales al mirar una cara, lo que lleva a los expertos a plantear preocupaciones sobre lo que le sucede a la generación más joven cuando esas señales se desvanecen.
“Hay algo más macro que debe tenerse en cuenta y que va más allá de que afecte el lenguaje; el barbijo es una barrera que dificulta la comunicación, si entendemos que dentro de la comunicación están el lenguaje, el habla y la lengua, que es el idioma que hablamos”. Así comenzó la licenciada en Fonoaudiología Micaela Méndez (MN 8110) a explicar a Infobae los desafíos del uso del tapabocas. “Por otro lado está lo gestual, todo eso es comunicación, y si no se puede ver la cara completa de alguien eso genera alguna consecuencia”, agregó.
Y tras resaltar que “dentro de las nuevas normas que se incorporaron por la pandemia están la distancia, la imposibilidad del contacto físico, y por otro lado el uso del tapabocas”, la especialista sostuvo: “Somos seres sociales por naturaleza, necesitamos comunicarnos y la comunicación necesita de un otro sí o sí”.
“En este contexto, la pandemia nos cambió la modalidad de comunicación, de comunicarnos y, así como por un lado afecta la voz, ya que todos aumentamos el volumen para que el otro nos escuche, por ejemplo, y eso genera cansancio vocal, por el otro, no es que el barbijo genera dificultades en el habla o trastornos del lenguaje, sino que como barrera en la comunicación puede retrasar el diagnóstico de estas cuestiones e incrementar las dificultades en términos de que hacer forzar la voz”, opinó Méndez.
Iris Rodríguez es médica otorrinolaringóloga (MN 64010) y una de las fundadoras de la Sociedad Argentina de la Voz y en diálogo con este medio reconoció que “el uso de los barbijos o máscaras de protección dificulta claramente la comunicación, tanto para el emisor como para el receptor del mensaje”. “Para el que habla altera negativamente la energía que pone al hablar -explicó la especialista del Hospital Italiano-. Como la voz no sale con la energía que pone la persona, el que escucha recibe esa dificultad y el emisor tiene que elevar el volumen, esto es, hacer un esfuerzo extra para poder vencer esa barrera”.
Cabe recordar que desde el nacimiento, los bebés muestran las primeras señales de comunicación cuando aprenden que con el llanto logran obtener alimento, consuelo y compañía. Los recién nacidos, además, comienzan a reconocer los sonidos importantes a su alrededor, por ejemplo, la voz de la madre o de quien lo cuida. A medida que crecen, comienzan a distinguir los sonidos del habla que componen las palabras de su lenguaje. A los seis meses de edad, la mayoría de los bebés reconocen los sonidos básicos de su lengua materna.
Y si bien no todos los niños desarrollan las habilidades del habla y el lenguaje de la misma manera, todos siguen una progresión natural o una serie de etapas para dominar las habilidades del lenguaje. Estas etapas ayudan a los médicos y a otros profesionales de la salud a determinar si el niño está siguiendo el desarrollo normal o si necesita ayuda. A veces, los niños demoran en alcanzar estas etapas debido a que tienen pérdida de la audición, y en otros casos debido a algún trastorno del habla o del lenguaje.
En ese sentido, Méndez precisó que “a los cuatro años es la edad límite donde el niño debe haber adquirido todos los procesos (lenguaje expresivo, habla, etc) y si se observa que un niño tarda en hablar más allá de los dos años, ordena u organiza mal las frases, algún sonido no le sale, reemplaza un sonido por otro o la voz esta disfónica son todas señales de alarma depende la edad de que algo está pasando”.
Y cuando algo de esto se detecta se debe consultar con un fonoaudiólogo.
En este punto, otra “traba” que impuso la pandemia es la atención virtual en todas las especialidades médicas que así lo permitan, y la fonoaudiología es una de las que los especialistas pasaron a atender vía zoom, meet o videollamada. Para Méndez, sin embargo, “puede hacerse una sesión inicial por zoom con los papás, pero cuando hay cuestiones concretas que resolver eso requiere presencialidad, ya que lo virtual limita mucho el trabajo”.
“Es como cuando vamos al odontólogo, que sí o sí tiene que atenderte presencial”, comparó, al tiempo que precisó: “La terapia fonoaudiológica o foniátrica requiere, preferentemente, atención presencial. En algunos casos depende la patología o trastorno del niño o adulto puede ser virtual, y en otros casos ambas”.
Y agregó: “En algunas ocasiones será sin barbijo y con distancia para mantener los cuidados, cuando por ejemplo sea necesario mostrar el ‘molde’ del fonema, la forma que deben hacer los órganos fono articulatorios para emitir un sonido para que el niño lo pueda imitar y aprender a pronunciarlo correctamente”.
En este punto, enfatizó: “Las dificultades que no se resuelven se trasladan a la escuela primaria, ya que el niño escribirá como habla, y ahí puede dar lugar a otro tipo de problemas”.
Respecto a la adquisición de un idioma nuevo, para Méndez, “al igual que cuando el bebé comienza a incorporar la lengua nativa y ver a sus padres o cuidadores gesticular para pronunciar esas primeras palabras lo ayudará a imitarlo”, del mismo modo, “el contacto visual y mirar a la cara al docente es indispensable para aprender un lenguaje”.
“Mirar la boca ayuda a imitar el sonido, pero hay algo más profundo que es la interacción social y cómo interactuamos entre nosotros -enfatizó-. Depende la edad del niño, el barbijo hará más difícil la incorporación de un lenguaje nuevo, impondrá una barrera que complica”.
Para ella, “hará que el objetivo sea más difícil de alcanzar, y requerirá de parte del alumno más atención, pero no es imposible”. “Se pueden adquirir algunas cosas, pero es necesario ver la boca de quien le está enseñando; es un factor de complicación pero no impide la adquisición del lenguaje”, completó.
Anabel Ascargorta es profesora y traductora pública de inglés y ante la consulta de Infobae admitió que “es bastante complicado dar clase de idioma en el aula con barbijo”. “Por un lado porque, por ejemplo el idioma inglés, tiene muchos sonidos o fonemas que no tenemos en español, arrancando por el hecho de que en español hay cinco vocales y en inglés muchas más, que además tienen diferente longitud, requieren de una determinada posición de la boca, la lengua y el uso del aire de una manera muy distinta a lo que es el español”, comenzó a explicar.
“Los idiomas generalmente se enseñan por imitación: el docente gesticula mucho y el alumno a través de la observación e imitación se comienza a acercar a la pronunciación y a la producción del sonido correctamente”, señaló la docente, quien destacó que en el marco de la pandemia “una de las técnicas que se utilizan es alejarse un poco de los nenes, bajar el barbijo y gesticular lo que se quiere que ellos reproduzcan. Luego se sube el barbijo y se sigue con la clase, pero eso lo hace la profesora como una manera de que el alumno vea cómo se produce el sonido”.
Y agregó: “Otras veces nos ayudamos con fotos o videos que muestran a personas reproduciendo los sonidos que se quiere que ellos imiten, pero eso requiere más producción de material, retrasa mucho la clase, etc, y tiene como contracara que no se le puede pedir a los alumnos que se bajen el barbijo y a veces se dificulta entender qué están diciendo”.
Según Ascargorta, “a veces se detecta el error pero no se puede ver por qué lo está cometiendo: si es la posición de la lengua, de la boca, si está usando el aire de manera diferente o qué. Es difícil detectar qué es lo que el alumno está haciendo mal para ejecutar la corrección”.
“Un método que se utiliza para explicar los sonidos es ser más técnico, es decir, algo que el alumno no necesitaba entender por qué o cómo se producía, ya que al imitar lo producía inconscientemente, ahora, al no poder ver la boca del docente, éste tiene que recurrir a explicaciones teóricas de cómo gesticular para que una letra suene de determinada manera”, resaltó la docente, quien reconoció que “tener que recurrir a otras herramientas para tener que reemplazar algo que se hacía con practicidad hace que la clase sea más cortada, más lenta, y uno termina volcandose más al pizarrón que a trabajar la oralidad”.
Y tras asegurar que en el caso de los adolescentes, “su estilo es hablar sin gesticular, en una especie de monotono, que ya en español cuesta entenderlos”, señaló que “más aún eso se incrementa en el inglés”.
Y finalizó: “En muchos casos, en esta nueva normalidad que adoptaron las aulas dejaron de hacerse los juegos de roles para que los chicos dialoguen entre ellos, que tan ricos son a la hora del aprendizaje. Ocurre que si al docente le cuesta por momentos comprender lo que dice el alumno, eso se dificulta mucho más entre ellos, por lo que toda esa interacción se está dejando al lado porque no está siendo muy eficaz”.
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