Desde que se declaró la pandemia por el coronavirus en nuestro país, el 20 de marzo del 2020, nada volvió a ser igual. Pero especialmente para los odontólogos: no pueden hacer home office, ni mantener distanciamiento social, y mucho menos pedir a sus pacientes que mantengan el barbijo puesto. Su trabajo es esencialmente a centímetros de la boca y con elementos que generan aerosoles. Esto los llevó a extremar las medidas de bioseguridad que ya de por sí tenían y eran muy exigentes.
Hubo muchos consultorios cerrados por mucho tiempo, generando un gran perjuicio, en todo sentido.
Pero nada de esto impidió que pudieran seguir ejerciendo su trabajo, con verdadera vocación de servicio.
Un común denominador fue la sensación de desamparo y soledad entre estos profesionales. De allí nació la oportunidad de juntarse, unirse para poder ayudarse mutuamente y ver que no estaban solos.
Nació como un grupo de Whatsapp como cualquier otro, pero era mucho más. Era la posibilidad de compartir sentimientos y vivencias. Acompañarse en la tristeza. Al principio eran chistes, memes y cualquier cosa que pudiera arrancar una sonrisa. Sonrisa que a ellos mismos, siendo expertos en fabricar, les era ahora tan esquiva. Luego empezaron a sentirse en confianza y compartieron fotos de las delicias que el tiempo libre les permitía cocinar. A esa altura no eran los dientes lo que hincaban en la comida, sino simplemente la mirada de deseo.
Siguieron fotos de hijos, nietos y sus mascotas. Ya el vínculo era más emocional. Si bien muy pocos se conocían personalmente, las emociones fluían en un ida y vuelta. Tan así, que de a poco se empezaron a contar sueños, anhelos, como el de Mariel Cardeza quien nos cuenta que puede ser ella misma, incluso hasta cuando se enoja, que el grupo le resulta como la familia: “Siempre te espera con la luz encendida”; al tiempo que refleja esa cuota de artista en sus pinturas y creaciones dignas de Marta Minujin.
Hubo también casos como el de Sandra que, angioplastía mediante, siguió el grupo en todo momento y nos cuenta: “Me sirvió y me sirve, más que nada porque estoy en casa con mi burbuja, casi sin salir, me siento acompañada y entendida, y sumo que perdí a mi mamá por la pandemia”.
María Rosa Sanso pasó por una cirugía de hernia, y en el postoperatorio, si bien hubo momentos de mucho dolor y de reposo en los cuales se apoyó. “Pasé por momentos de dolor y también de ocio en el reposo. Cada vez que agarraba el teléfono tenía mensajes para saber mi estado, y eso es muy reconfortante. Gente que no conozco que se preocupa por uno, que manda cariño y eso para mí no tiene precio; gente con la cual he formado una amistad, y que no veo la hora de conocerlos”
El creador de este grupo, el doctor Diego Huberman, cuenta que la idea surgió dialogando con una colega, ya muy mayor que le contaba sentirse muy sola y acongojada, y que la pandemia le había generado un gran daño al no poder trabajar por su estado de salud y su edad.
“Sentí que debía haber varios casos como el de Lucía, y que había una necesidad muy comprensible de poder reírnos, de unirnos y darnos calor humano para sobrellevar juntos de la mejor manera la situación.”
Quienes eran los encargados de restaurar la sonrisa, eran ahora los que la necesitaban.
Pero, no obstante, la vocación era más fuerte; y así no tardaron en salir a la luz, tan pronto como pudieron volver al trabajo, las consultas y dudas sobre los respectivos casos clínicos que cada uno tenía. Ya era un ateneo donde se debatían ideas para resolver de la mejor manera la problemática de cada paciente.
No tardaron en llegar los primeros encuentros. Así surgió un viaje a disfrutar de las Termas de la provincia de Entre Ríos.
Del mismo modo, están reunidos hoy, celebrando el Día de la Odontología; su día, degustando canciones, y compartiendo un asado bien maridado con risas y endulzado con los abrazos que da el alma.
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