Hace tres años, Williams Erik Bukret, un especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (MN: 99738) nacido en Santiago del Estero, graduado en la Universidad Nacional de Córdoba, perfeccionado en Estados Unidos y con consultorio en Puerto Madero, recibió a través de Facebook la consulta de una mujer de 40 años que quería hacerse una intervención estética. No llegó a completar la evaluación y perdió el rastro de la paciente, quien terminó siendo operada por un colega. Fue una catástrofe. A través de las redes se enteró luego de que había fallecido por una complicación de la cirugía.
“Me quedé helado”, evocó Bukret en diálogo con Infobae. “La mujer tenía dos hijos, una vida por delante… Me pregunté: ¿Yo habría podido anticiparlo? ¿Tenía alguna herramienta fina para predecir ese riesgo?”
El episodio sería la génesis de un desarrollo asistido por inteligencia artificial para definir la probabilidad de complicaciones que, según Bukret, permite objetivar en tiempo real esa evaluación previa y reducir el error humano en la recolección y el análisis de los datos de los pacientes, discriminando con más precisión cuándo la cirugía es suficientemente segura y cuándo debería posponerse hasta corregir ciertos factores de riesgo.
El algoritmo fue presentado días atrás en “Plastic and Reconstructive Surgery– Global Open” (PRS-Global Open), la publicación oficial de acceso abierto y revisión por pares de la American Society of Plastic Surgeons (ASPS). Y Bukret, quien es miembro titular de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SACPER) y de otras seis sociedades científicas nacionales e internacionales, también contempla presentarlo en octubre durante el congreso anual de la ASPS, en Atlanta, Estados Unidos.
“Estoy enamorado de lo que hice, porque resulta de enorme utilidad. Es muy fácil ver el potencial que tiene”, se entusiasmó Bukret, quien también cree que la herramienta (que ya está disponible para descargar desde Play Store para Android) podría ser aplicable a otro tipo de cirugías.
Abanico de posibilidades
Según las últimas estadísticas de la International Society of Aesthetic and Plastic Surgeons (ISAPS), las cinco intervenciones quirúrgicas estéticas más frecuentes en el mundo siguen siendo el aumento de pecho, la liposucción, la cirugía de párpados, la abdominoplastia (reducción del abdomen) y la rinoplastia, con un fuerte crecimiento del aumento y elevación de las nalgas.
Todos esos procedimientos son seguros cuando se realizan con cirujanos plásticos acreditados. Según estudios internacionales, las tasas de complicaciones menores (como hematomas e infecciones) son inferiores al 1%. La mortalidad es mucho más baja: 1 en 13.000 para abdominoplastias; 1 en 20.000 para el aumento de nalgas; y 1 en 38.000 para liposucciones, según recoge un reciente editorial en PRS-Global Open.
Sin embargo, cada vez que se presenta una complicación posoperatoria seria en un o una paciente que “simplemente” había querido mejorar su aspecto, suenan todas las alarmas. ¿Por qué ocurrió? ¿Acaso pudo haberse identificado ese riesgo?
Las cinco intervenciones quirúrgicas estéticas más frecuentes en el mundo siguen siendo el aumento de pecho, la liposucción, la cirugía de párpados, la abdominoplastia y la rinoplastia, con un fuerte crecimiento del aumento y elevación de las nalgas
Bukret señaló que las herramientas actuales para estratificar ese riesgo y optimizar el pronóstico son “demasiado burdas”, poco específicas. Hay recomendaciones de comités de expertos de sociedades médicas y, más recientemente, se propuso una tabla de clasificación del riesgo en el Primer Foro Mundial de Seguridad en el Paciente de Cirugía Plástica, realizado en Fortaleza, Brasil, en 2016. Todas ellas se basan en cuestiones tales como la edad, el índice de masa corporal, el tabaquismo o el área corporal a intervenir.
Pero “hay un abanico de posibilidades” y las escalas no dan cuenta de todos los matices y las combinaciones posibles, aseguró Bukret. “Un paciente atlético de 62 años quizás entra como riesgo alto solamente por la edad. Al final, muchos cirujanos de experiencia terminan decidiendo la seguridad del procedimiento por la intuición. Eso a mí me desvelaba. ¿Cómo se podía afinar la puntería?”.
La solución se la apareció mientras estaba haciendo una Maestría Ejecutiva en Administración de Negocios (EMBA) en la Universidad Di Tella y tomó un curso de minería de datos (data mining). “Para armar la herramienta, empecé a hacer inteligencia artificial, aprendizaje automático (machine learning), programación en Python… Y durante la pandemia, como se suspendieron las cirugías, tuve seis meses para trabajar enfocado en esto”, dijo Bukret.
En una primera etapa, el cirujano revisó la literatura médica e identificó los principales factores de riesgo que correlacionan con complicaciones para los distintos procedimientos. Por ejemplo, infecciones, hemorragias, acumulación de líquido debajo de la piel, coágulos en las venas o dehiscencia (cuando se sueltan los puntos y se abren las heridas).
Luego, en función de esos hallazgos, Bukret desarrolló un algoritmo predictivo de riesgo que entrenó y puso a prueba con una base de los datos clínicos y de evolución de sus propios pacientes: 372 operados entre 2015 y 2020 en 19 tipos de procedimientos distintos, incluyendo aumento de mamas (18%), liposucción (16%), cirugía de párpados (10%), abdominoplastia (8%) y rinoplastia (7%).
¿El resultado? Un algoritmo práctico que, a partir de datos como la edad, el índice de masa corporal, antecedentes de enfermedades, tabaquismo y una escala que mide la tendencia a formar trombos, resalta los factores de riesgo alterados y determina con una precisión del 98% si pacientes de 16 a 67 años tienen un riesgo bajo, moderado o alto de complicaciones.
A partir de esa estratificación, “uno puede planificar los pasos a seguir. Si directamente no opera; si lo hace en un sanatorio de alta complejidad; si puede hacer cirugías combinadas o no; o si se aprovecha la oportunidad para educar al paciente y proponerle la intervención solo cuando modifique los factores de riesgo: que vaya al cardiólogo, que cambie el estilo de vida, que baje de peso o que deje de fumar”, enumeró Bukret.
La herramienta también puede alertar sobre la sospecha de un trastorno dismórfico corporal o dismorfofobia: una percepción distorsionada del propio cuerpo que hará que los pacientes nunca se queden satisfechos con los resultados de cualquier procedimiento estético.
Según Bukret, los beneficios del software son múltiples: previene complicaciones; aumenta la satisfacción de los pacientes; educa sobre seguridad de los procedimientos; y reduce costos para los pacientes, los cirujanos plásticos y el sistema sanitario.
Un potencial enorme
La cirugía plástica y estética es una de las muchas especialidades médicas que tienen la capacidad de aprovechar todo el potencial de la inteligencia artificial. “Las tareas cognitivas habituales del cirujano plástico (diagnóstico, planificación de casos y evaluación perioperatoria) podrían simplificarse mediante máquinas pensantes, lo que permitirá una mayor productividad y satisfacción del paciente”, escribieron en octubre de 2020 médicos de la Clínica Mayo en Phoenix, Arizona, Estados Unidos.
La inteligencia artificial en la cirugía plástica “tiene un potencial enorme, un enorme camino por recorrer”, coincidió Bukret. “El cirujano plástico se considera un artista, pero eso no significa que no le pueda poner números a lo que hace. ¡Hasta la matemática es un arte!”, añadió.
El nuevo desarrollo argentino también fue bien recibido por colegas. “Está muy bien hecho, es una propuesta interesante, en especial, para los cirujanos plásticos que no tienen tanta experiencia”, comentó a Infobae Juan Manuel di Diego (MN: 103.503) director médico de CRENYF y miembro de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires (SCPBA) y de la ASPS.
“De todos modos, yo creo que nada supera a la consulta médica, donde uno puede analizar las características individuales de cada paciente. Yo no opero a quienes fuman (si no dejan el cigarrillo), o a quienes tienen un índice de masa corporal mayor a 30 si no bajan antes de peso. El procedimiento puede ser el puntapié inicial para adoptar hábitos saludables. Y si el paciente no quiere… hay que saber decir que no: el buen cirujano no es el que sabe operar, sino el que sabe cuándo no hacerlo”, expresó.
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