Cómo los microorganismos nos defienden contra el COVID-19

El microbioma defiende al organismo de patógenos. En las vías aéreas superiores es determinante para la salud respiratoria, pero puede verse alterado

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Cuando el aire pasa por
Cuando el aire pasa por la nariz, su flujo puede hacerse turbulento dada la intrincada anatomía del áre (Getty)

En los últimos años, ha crecido de manera exponencial la importancia del microbioma humano, que es una comunidad ecológica de microorganismos potencialmente patógenos y comensales que conviven en nuestro organismo.

De esta manera surge un cambio en el paradigma postulado por Koch en el siglo XIX, que postulaba que cada patógeno era responsable de una enfermedad. La teoría actual sostiene que la salud humana es el resultado de una compleja interacción entre los microbios y el huésped.

Puede resultar sorprendente, pero tenemos 10 veces más microbios que células: nuestro organismo alberga alrededor de 100 billones de microbios, lo que hace que la relación entre estos y las células sea de 10 a 1.

En caso de juntar todos los microbios de nuestro cuerpo, su peso en cada uno de nosotros puede variar entre 800 g y 2 kg. Esto equivale al 2 a 3% del peso corporal total.

Los seres humanos, los animales y las plantas tienen sus propios microbiomas únicos, pero también los tienen los suelos, los océanos y ¡hasta los edificios!

No hay manera de que los humanos podamos tener una vida saludable si no es en simbiosis (asociación); es decir, en equilibrio entre los microorganismos patógenos y los inocuos. Este equilibrio recibe el nombre de eubiótica.

Otro concepto importante es el de microbioma, que se define como el número total de microorganismos y su material genético, que viven en un hábitat particular y se puede alterar con el uso de medicamentos, la dieta, las interacciones con el sistema inmunológico del huésped, las alteraciones del medio ambiente y las virosis, entre otros factores. El microbioma de cada persona es único, como una huella dactilar.

Seguimos incorporando nuevos términos y nos encontramos con la microbiota, que es la población microbiana presente en los diferentes ecosistemas del cuerpo; es decir, que ocupan un hábitat específico. La más estudiada es la intestinal. Una microbiota sana es sinónimo de salud. Algunos factores que pueden interferir en su conformación es la falta de lactancia materna, el aumento en el consumo de azúcares simples, de comida chatarra y de colorantes y conservantes, y la falta de ingesta de fibras procedentes de frutas y verduras.

En condiciones normales, la microbiota cumple con funciones endocrinas, de señalización neurológica, modificación de la densidad mineral ósea, maduración del sistema inmunológico, inhibición de patógenos, síntesis de vitaminas, y también modula la acción de algunos fármacos. Se la puede considerar como un órgano semejante al hígado, con actividad productora y depuradora.

Con el nacimiento, las vías
Con el nacimiento, las vías aéreas son expuestas de manera súbita a una amplia variedad de microbios, muchos de los cuales se desarrollan en el nicho faríngeo (Getty)

Más conocidos para nosotros son los probióticos. La Organización Mundial de la Salud los define como bacterias vivas que, cuando son administran en cantidades adecuadas, promueven beneficios en la salud del organismo. Por ejemplo, las bifidobacterias (como el Lactobacillus) se pueden ingerir y son beneficiosas para el huésped: pueden mejorar el equilibrio de la microbiota y ser un tratamiento muy eficaz. Están presentes en el yogur y otros productos lácteos fermentados. Además, restablecen la flora intestinal, ayudando de esta manera al crecimiento de bacterias sanas y evitando la adhesión de patógenos. Así, aumentan las defensas y estimulan al sistema inmunológico (sobre todo a nivel intestinal y del árbol respiratorio). Cuando se consumen por más de 8 semanas, se observa una mejoría en los valores de glucemia y de los perfiles lipídicos. Se utilizan también para prevenir complicaciones secundarias por el uso de antibioticoterapia en pacientes hospitalizados.

Los prebióticos son fibras vegetales que actúan como fertilizantes, estimulan el crecimiento de bacterias sanas o buenas en el intestino y se convierten en alimentos para las bacterias y otros microbios. Algunos ejemplos cotidianos son la cebolla y el ajo.

Existen también alimentos que contienen prebióticos y probióticos. Se llaman simbióticos y el ejemplo más relevante es la leche materna.

Los seres humanos adquirimos la microbiota en el momento del nacimiento. Durante el período intrauterino, las vías aéreas superiores son estériles (es decir, no contienen microorganismos). Con el nacimiento, estas estructuras son expuestas de manera súbita a una amplia variedad de microbios, muchos de los cuales se desarrollan en el nicho faríngeo. La composición depende del tipo de parto (vaginal o por cesárea). Los niños que nacen por cesárea tienen mayor proporción de especies y cepas como Bacteroides, Escherichia, Shigella y Clostridium difficile. La maduración microbiana se ve influenciada por el tipo de alimentación que reciben los niños, en especial al suspender la lactancia materna. El microbioma madura alrededor de los 3 años, y luego varía por acción de múltiples factores como el sexo, el índice de masa corporal, el consumo de fibras de las frutas y algunos vegetales, y la actividad física.

La tos es otro mecanismo
La tos es otro mecanismo de defensa conocido que impide el ingreso y el depósito de partículas nocivas (Istock)

En el contexto de la pandemia por COVID-19, pareciera que la gravedad de la enfermedad estaría influyendo también en la magnitud de la respuesta inmunológica a la infección.

La microbiota de las vías aéreas superiores es un fuerte determinante de la salud respiratoria. Cuando se ve alterada, los patógenos potenciales crecen, se multiplican y causan infección. Esto ocurre porque las vías aéreas están continuamente expuestas a microorganismos ambientales que, en algunas oportunidades, alteran o superan las barreras anatómicas naturales con las que cuenta el aparato respiratorio. Por ejemplo, cuando el aire pasa por la nariz, su flujo puede hacerse turbulento dada la intrincada anatomía. Esto favorece el depósito de partículas en la mucosa nasal que normalmente son expulsadas a través de la depuración mucociliar. La tos es otro mecanismo de defensa conocido que impide el ingreso y el depósito de partículas nocivas.

Cuando estos mecanismos de defensa no funcionan, los patógenos crecen de manera exponencial, se multiplican, invaden el sistema respiratorio y este no responde. La consecuencia es la aparición de una respuesta inflamatoria aguda e infección.

Stella Maris Cuevas, MN 81701, médica otorrinolaringóloga, experta en olfato, alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)

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