Por las características del virus, el tiempo promedio que un paciente grave permanece internado en la unidad de terapia intensiva (UTI) es de 20 días. En ocasiones, pueden presentar lo que se denomina el Síndrome Post Terapia Intensiva (SPTI), que es un conjunto de secuelas físicas, psíquicas y neurocognitivas por las cuales aún necesitan del apoyo y cuidado de los profesionales para recuperar sus funciones motrices básicas y su autonomía. Esa patología se desarrolla en el contexto de una enfermedad crítica y puede persistir por períodos prolongados luego del alta.
Con el objetivo de evaluar la incidencia del SPTI en los pacientes dados de alta desde las unidades de cuidados críticos (tanto de las COVID-19 como no COVID-19), evaluar si existen diferencias entre este síndrome y el llamado síndrome post COVID, y evaluar la respuesta a un programa de rehabilitación neurocognitiva y neuropsiquiátrica, desde el Hospital General de Agudos J. A. Fernández se creó el programa “Evaluación y tratamiento neuropsicológico y psiquiátrico de pacientes con Síndrome Post Terapia Intensiva en el contexto de la epidemia SARS-CoV-2″.
El término SPTI surgió en la conferencia de la Society of Critical Care Medicine, en el año 2010 para describir al conjunto de secuelas físicas, psíquicas y neurocognitivas que frecuentemente afectan a los sobrevivientes de terapia intensiva (TI), y comprometen negativamente, y a veces de forma muy severa, la calidad de vida relacionada con la salud. Se desarrolla rápidamente en el contexto de la enfermedad crítica y puede persistir por períodos muy prolongados luego del alta. Dichas complicaciones impactan en la calidad de vida tanto de los pacientes como de sus familiares.
“En el hospital veíamos pacientes que salían de TI y estaban 30/40 días en la sala de clínica médica porque en sus hogares no contaban con las condiciones para rehabilitarse. Tomando como antecedente nuestra experiencia y estudios que ya habíamos publicado, primero creamos la sala de recuperación post terapia intensiva. A partir de eso, y gracias al trabajo de un grupo multidisciplinario de especialistas, logramos que estos pacientes volvieran a sus hogares después de los 10 a 18 días”, explicó a este medio Ignacio Previgliano, director del Hospital Fernández, referente indiscutido dentro del sistema de la salud pública de la Ciudad de Buenos Aires.
Las complicaciones físicas al alta de TI son frecuentes y habitualmente se clasifican en pulmonares y extrapulmonares. La secuela pulmonar más frecuente es la persistencia de restricción ventilatoria y alteración en la difusión de monóxido de carbono, que habitualmente se sostiene durante los primeros seis meses posteriores al alta, y se relaciona con la aparición de fatiga precoz. La complicación extrapulmonar más prevalente es la aparición de debilidad muscular adquirida en UCI (DAUCI), vinculada a la pérdida de masa muscular, fuerza y resistencia y a un incremento en la mortalidad al año cuando persiste al alta de TI.
Las complicaciones psíquicas incluyen: síntomas de ansiedad, depresión, estrés postraumático, miedo a la muerte, irritabilidad, pánico, etc., tienen una incidencia muy superior a la de la población general en el sobreviviente de TI e impactan muy negativamente en la calidad de vida relacionada con la salud. Además, demoran el regreso al trabajo, y en ocasiones, sin detección y tratamiento precoz, evolucionan a la cronicidad.
La disfunción cerebral en TI es uno de los marcadores frecuentes de fallo orgánico, que se manifiestan en el período agudo en forma de delirium. Existe una relación entre la aparición de las mismas y la persistencia luego de la resolución de la enfermedad crítica en forma de deterioro neurocognitivo que impide el retorno a niveles previos de funcionamiento. Las funciones cerebrales más frecuentemente comprometidas son: la atención, memoria y funciones ejecutivas.
Al igual que para las afecciones de la esfera mental, este tipo de compromiso no suele percibirse a simple vista, como las disfunciones físicas, y requieren ser pesquisados con instrumentos validados. Se ha reportado prevalencia de deterioro cognitivo en hasta un 80% de sobrevivientes de TI. El estudio BRAIN ICU, reportó que un 40% de los pacientes presentó resultados comparables con el trauma de cráneo moderado y un 26% un patrón similar a la enfermedad de Alzheimer. En el 24 y 34 % estos patrones persistieron al cabo de un año del alta.
“El paso siguiente es salir a buscar a estos pacientes y meterlos en un programa de rehabilitación multidiscipliniario pero ya enfocado a la identificación de deterioros neurocognitivos persistentes. Es un tema que nos preocupaba desde antes de la llegada del COVID-19 y la aparición del síndrome post COVID. A raíz de nuestra iniciativa, el modelo se replicó en distintos hospitales de la Ciudad”, añadió el experto.
La calidad de vida en los sobrevivientes de TI se encuentra comprometida de manera significativa, durante meses e incluso años después del alta, en comparación con la de la población general. El impacto se relaciona con los compromisos físicos, mentales y cognitivos antes mencionados. La mortalidad, ajustada por sexo y edad de los sobrevivientes es superior a la de la población general fundamentalmente durante el primer año luego del alta, pero se mantiene más elevada durante los años subsiguientes.
Como sugiere su nombre, se sabe que el SARS-CoV-2 afecta a los pulmones de los pacientes, a menudo induciendo un síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA). Sin embargo, médicos e investigadores de todo el mundo han informado de los efectos devastadores de la COVID-19 en otros órganos importantes, incluidos los vasos sanguíneos, el cerebro, el tracto gastrointestinal, los riñones, el corazón y el hígado. Este conocimiento ha ampliado los criterios de diagnóstico y los tratamientos para los pacientes con COVID-19.
Desde el aspecto neurológico está descripto el síndrome post terapia intensiva, el cual es esperable que se presente con mayor frecuencia por la mayor utilización de este recurso, pero además se ha observado un aumento de la cefalea, de la astenia, hiperalgesia, fallas cognitivas, fallas disejecutivas, en atención, bradipsiquia, migrañas y un fenómeno nuevo descripto como “niebla mental”.
“Esta segunda parte del programa aguarda la aprobación del comité de ética para poder usar los datos para la investigación clínica. La primera parte ya fue presentada y consiste en una investigación sobre la evaluación de los pacientes con daño neurológico y cognitivo post COVID-19. Estamos en el proceso de análisis de los datos y la idea es enviar los resultados a una revista especializada”, concluyó el experto.
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