La pandemia generó la alteración del sistema de salud y como consecuencia se produjo la cancelación masiva de cirugías programadas de escasa complejidad. Pero en los últimos meses, desde que las atenciones médicas comenzaron a normalizarse, nuevamente muchas operaciones fueron demoradas debido a la gran cantidad de contagios de COVID-19.
La primera ola de contagios provocó que el 70% de las cirugías fueron pospuestas o canceladas, lo que da como resultado, según estadísticas internacionales, unos 28 millones de procedimientos quirúrgicos, precisó la Asociación Argentina de Cirugía.
Cuando se superó la primera etapa de las restricciones, llamada Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) y se ingresó en el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO), que permitió el reinicio de varias actividades el volumen de cirugías comenzó a recuperarse. Pero los médicos cirujanos señalaron que nuevamente hay alteraciones en ese sentido.
En los últimos dos meses, se produjeron interrupciones de cirugías programadas de menor complejidad para dar prioridad a la atención de los casos graves de COVID-19 que comenzaron a copar las camas de las terapias intensiva.
Además, desde hace más de un año, al momento de planear estos procedimientos, se suman nuevas medidas para reducir el impacto del contagio en los pacientes que ingresan al quirófano.
Según señaló el cirujano Luis Bocclatte, de la Asociación Argentina de Cirugía, “se demostró que el testeo preoperatorio con PCR permite establecer el diagnóstico y los riesgos que tendría el paciente en su intervención”.
Por el otro, “se crearon lineamientos para el cuidado del equipo quirúrgico con elementos de protección personal y circuitos hospitalarios libres de COVID-19″.
Las consultas que han aumentado al mismo ritmo que los contagios es qué sucede si un paciente dio un test positivo recientemente. “En el caso de una urgencia, no caben dudas acerca de que el beneficio supera los riesgos en la mayoría de los casos”.
En cambio, “en la esfera de las cirugías electivas, un grupo de 15.000 cirujanos llamado COVIDSurg Collaborative determinó que los pacientes infectados por SARS-Cov-2 tienen 2,5 veces más posibilidades de tener complicaciones en los 30 días de postoperatorio, si son operados durante las 6 primeras semanas de contagiados”.
“Es por eso que se sugiere un tiempo mínimo de 7 semanas entre un test positivo y un procedimiento quirúrgico con el objetivo de reducir las complicaciones”, manifestó el médico.
Pero en el caso de aquellos pacientes que “continúen sintomáticos” podrían producirse retrasos aún más prolongados para la práctica de las cirugías.
Además, “la vacunación preoperatoria juega un rol fundamental”, agregó, ya que se estima que, no solo podría evitar casi 60.000 muertes relacionadas con el COVID-19 en un año, sino que además podría disminuir las complicaciones pulmonares, el uso de las unidades de cuidados intensivos y los costos del sistema sanitario.
Conocer el lapso óptimo entre la infección y la cirugía, el riesgo postoperatorio y obtener información respecto a la vacunación, resultan puntos clave para poder operarse en la era del COVID-19.
En el marco de la pandemia, la realización o no de una cirugía “requiere de la decisión consensuada entre el paciente, la familia y el cirujano tratante”, precisó.
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