Si hay algo que caracteriza a estos tiempos es la aparición constante de preguntas cuyas respuestas requieren una paciencia que no se ajusta a la urgencia sanitaria. Uno de los grandes interrogantes que acaba de surgir es qué sucede con los planes de vacunación si los gobiernos no logran cumplir con los plazos entre la aplicación de las primeras y las segundas dosis. ¿Cuándo se comienza a perder inmunidad? Los expertos reconocen que todavía hay temas sobre los cuales no hay estudios concluyentes.
En medio de la polémica por la falta del componente 2 de la vacuna Sputnik V para completar la inmunización de aquellas personas que fueron inoculadas hace tres meses o más, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, aclaró que “ninguna dosis de ninguna vacuna vence”. “Eso es algo que estamos escuchando muchísimo. Ninguna dosis de ninguna vacuna, incluyendo la del COVID-19, vence. La primera dosis genera casi el 80% de inmunidad y la segunda la completa y le da más duración. También tenemos memoria inmunológica, la inmunidad celular, que si tenemos contacto con el virus genera una respuesta inmune“, sostuvo la funcionaria.
Días atrás, el viceministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, precisó que la cobertura alcanzada con una sola dosis de la vacuna contra el coronavirus “nunca se pierde” y “no tiene fecha de vencimiento”, más allá de que la segunda aplicación se haga meses después. En declaraciones a radio Continental, el funcionario explicó que “si en vez de aplicarse a los tres meses se hace a los tres y medio, se sabe que es superior el nivel de defensas que a las cuatro semanas”. En ese sentido, detalló que “es posible que también al quinto mes sea bueno, ya que las investigaciones se están haciendo a medida que transcurre la campaña de vacunación, se va viendo que la eficacia sigue”.
En este contexto, en diálogo con Infobae, el infectólogo Lautaro de Vedia, ex presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, aseveró: “Es cierto que ninguna dosis de ninguna vacuna vence. Si bien no hay un conocimiento preciso de cuánto es que dura esa inmunidad, no es que al día 91 desaparecen los anticuerpos y vuelve todo a foja cero. La inmunidad del nivel de anticuerpos y la inmunidad de memoria (de los linfocitos) guardan esa información y ante el más mínimo estímulo de presencia viral la utilizan. Probablemente vaya a persistir y las personas estén protegidas. Aparte, a medida que haya cada vez más gente vacunada, la circulación viral va a disminuir y la eficacia de las vacunas se va a ir evidenciando más”.
Existe una posiblidad de que el intervalo más largo entre ambas aplicaciones las torne más efectivas, pero no todas las vacunas COVID-19 son iguales y el esquema de dosificación óptimo depende del diseño específico. Algunas vacunas se basan en tiras frágiles de material genético conocidas como ARNm, algunas dependen de ADN más resistente y otras usan fragmentos de proteínas.
Nuestro país aplica cuatro vacunas de dos componentes: Sputnik V, Covishield y AstraZeneca (iguales entre sí) y Sinopharm. Todas fueron vendidas con indicaciones sobre cuándo administrarse. En el caso de AstraZeneca y Covishield, la recomendación inicial fue que la segunda dosis se diera 28 días después de la primera. Un estudio posterior confirmó que la eficacia aumentaba si se retrasaba la segunda hasta la semana 12 y ahora el laboratorio afirma que el plazo se puede prolongar hasta el día 90.
Con la Sputnik V, la primera información (publicada en estudios) fue que el segundo componente debía darse 21 días después. En febrero se dijo que ese plazo se podía prolongar hasta 60 días y, más recientemente, que se puede estirar hasta 90. Esta sugerencia no está publicada en estudios sino que son comunicados del laboratorio. Sinopharm, en cambio, tiene una única indicación: la segunda dosis se debe dar a los 21 días con un margen de más o menos 8 días. No hay ningún estudio ni información que indique la posibilidad de modificarlo.
Aun así, eso no significa que una segunda inoculación sea ineficaz si se administra más tarde de lo estipulado. Solo significa que los estudios no han medido específicamente cuánta protección ofrecen las vacunas de dos dosis cuando las inyecciones se administran con más de 90 días de diferencia. Entonces, ¿qué sucede si la segunda inyección no está disponible a tiempo? En un apartado especial, la prestigiosa revista de divulgación científica Scientific American exploró los posibles riesgos y beneficios de retrasar las dosis de la vacuna.
Las vacunas están diseñadas para crear memoria inmunológica, lo que le da a nuestro sistema inmunológico la capacidad de reconocer y defenderse de los enemigos invasores incluso si no los hemos encontrado antes. La mayoría de las vacunas COVID-19 provocan esta respuesta al presentar al sistema inmunológico copias de las proteínas de pico del nuevo coronavirus, que adornan su superficie como una corona.
“Las vacunas de dos inyecciones apuntan a obtener el máximo beneficio: la primera dosis prepara la memoria inmunológica y la segunda dosis la solidifica”, explica Thomas Denny, director de operaciones del Duke Human Vaccine Institute. “Puedes pensar en ello como un degradado”, agrega. Una dosis de la vacuna Pfizer puede reducir el riesgo de una persona promedio de contraer una infección sintomática en aproximadamente un 50 por ciento, y una dosis de la vacuna Moderna puede hacerlo en aproximadamente un 80 por ciento. Dos dosis de cualquiera de las vacunas reducen el riesgo en aproximadamente un 95 por ciento.
Si las personas solo están parcialmente inmunizadas con una dosis, ¿podría eso impulsar variantes de coronavirus más peligrosas? Esa es una preocupación real, según Paul Bieniasz, retrovirólogo de la Universidad Rockefeller. Al principio de la pandemia, hubo poca presión sobre el nuevo coronavirus para que evolucionara porque el sistema inmunológico de nadie estaba preparado contra la infección y el microbio tenía opciones fáciles. Pero ahora millones de personas se han infectado y han desarrollado anticuerpos, por lo que mutaciones que le dan al virus una forma de evadir esas defensas están subiendo a la prominencia. “El virus evolucionará en respuesta a los anticuerpos, independientemente de cómo administremos las vacunas”, dice Bieniasz. “La pregunta es: ¿aceleraremos esa evolución creando poblaciones de individuos con inmunidad parcial?”.
Para Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del gobierno de los Estados Unidos, retrasar una segunda dosis de la vacuna podría poner a las personas en una “zona tenue” de riesgo de contraer una variante de coronavirus más infecciosa. Al especialista le preocupa que las personas que no han tenido el “impacto total” de dos dosis de vacunas serán peligrosamente vulnerables a la infección con variantes que debilitan los efectos de los anticuerpos.
Así como no terminar un ciclo completo de antibióticos podría ayudar a alimentar las bacterias resistentes a los antibióticos, no vacunarse completamente podría convertir el cuerpo en un caldo de cultivo para los virus resistentes a los anticuerpos. Pero Trevor Bedford, un biólogo computacional del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson que rastrea mutaciones virales, aseguró que el ritmo de la evolución no solo está determinado por la debilidad o la fuerza del sistema inmunológico. También se ve afectado por la gran cantidad de virus que circulan en la población, escribió el experto en su cuenta de Twitter. Sin inmunizaciones generalizadas, la cantidad de variantes que podrían engendrar un virus más formidable, seguirá creciendo.
“La estrategia que usamos acá es la correcta en función de la necesidad de cubrir con una primera dosis a mayor cantidad de personas. La segunda dosis puede llegar en el mes tres o cuatro y no va a haber una perdida sustancial de protección. Es una estrategia que tomamos de la experiencia del Reino Unido. Para ellos, utilizar esta estrategia sumada a las medidas de restricción fue exitoso. El punto son las variables que circulan. En nuestro país circulan actualmente tres variantes: la andina, la británica y la brasileña P1. En el contexto epidemiológico actual, con estas tres variantes el esquema funciona, aunque igual hay que dar segundas dosis. El contexto cambia si penetra la variante Delta. Si comenzamos a tener circulación comunitaria de esta variante creo que deberíamos cambiar el esquema de vacunación”, manifestó consultado por este medio el doctor en bioquímica Jorge Geffner, investigador en inmunología y vicedirector del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), que depende de la Universidad de Buenos Aires y el CONICET.
Investigadores de Canadá advirtieron en abril de este año que si bien la postergación de la segunda dosis puede tener beneficios, también puede implicar riesgos de mayor aumento de brotes de COVID-19 en el futuro. Lo alertaron en función de los resultados de un trabajo en base a un modelo de computación que les permitió estimar el impacto de la postergación de las dosis como una medida sanitaria ante la escasez de vacunas que hay en el mundo. El estudio se publicó en la revista Science y fue realizado por investigadores de las universidades de Princeton, Harvard y Columbia y los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, las universidades de Montreal y Mc Gill de Canadá, la Universidad de Oxford y el Wellcome Trust del Reino Unido, y la Universidad de Sydney de Australia.
Aunque el trabajo se centró principalmente en las vacunas de Pfizer/BioNTech, Moderna y Oxford/AstraZeneca, los investigadores aclararon que los resultados “son generalizables en todas las plataformas”. “Los ensayos clínicos originales de las vacunas, más la epidemiología posterior, son bastante optimistas respecto a la eficacia de la primera dosis. Sin embargo, seguimos sin saber cómo persistirá a largo plazo la protección y la duración de la inmunidad de una sola dosis (o del curso completo de dos dosis o de la infección natural, en realidad)”, explicó Chadi Saad-Roy, que trabaja en los departamentos de Ecología y Biología Evolutiva (EEB) y Biología Cuantitativa y Computacional del Instituto Lewis-Sigler de Princeton y fue el autor principal del estudio.
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