En plena segunda ola de la pandemia por COVID-19 en el país, y con un sistema de salud estresado que debe cuidar cada cama como si fuera oro, la recomendación de las autoridades sanitarias fue postergar todas las intervenciones quirúrgicas que no fueran de urgencia y pudieran ser reprogramadas.
En este contexto, y con miles de personas que desde el comienzo de la pandemia pospuso controles, chequeos y tratamientos, seguir dilatando algunos procedimientos médicos ya puede poner en riesgo su salud. Será el médico en cada caso quien determine qué situación puede esperar sin que eso perjudique a largo plazo al paciente y cuál no.
La compleja situación originada por el COVID-19 introdujo un desequilibrio a todo nivel alrededor del mundo y un severo problema médico-sanitario que alteró al sistema médico-asistencial.
“La pandemia provocó un desbalance en todos los sistemas, que están diseñados para asistir patologías en proporciones relativamente estables y con la infraestructura suficiente acorde con estos parámetros”. Julio Cataldo es médico (MN 55104) y miembro de la Asociación Argentina de Cirugía, y consideró que la actual situación “afectó gravemente los recursos físicos y humanos que requieren del replanteo de la actividad médica, y la utilización de materiales que resultan vitales para la atención de pacientes”.
Un ejemplo puede ser el caso del oxígeno, imprescindible para el uso de los respiradores, pero también lo es cuando es necesaria la anestesia general en los pacientes que deben someterse a una cirugía. Este es uno de los puntos por el que la realización de operaciones se vio afectada, sumado a que se debieron restringir aquellas que requirieran el uso de las unidades de terapia intensiva (UTI), para mantener las plazas disponibles para pacientes graves de COVID.
“Ahora bien, pacientes postquirúrgicos que requieran UTI obviamente también son graves. Por lo tanto, la decisión que deberá tomarse ante la eventual necesidad de tener que optar, se basará en que la postergación de la atención al paciente quirúrgico altere o comprometa lo menos posible su pronóstico”, apuntó Cataldo, para quien “otra situación que se torna impostergable son las urgencias. Se trata de aquellos pacientes en los que la cirugía se impone en forma decisiva no habiendo otra posibilidad terapéutica, caso contrario, las complicaciones podrían ser fatales”.
Estos cuadros ponen al personal de salud en la necesidad de tomar decisiones, de las cuales dependerá la postergación de una operación, y conversar con el paciente de que la demora o el diferimiento de la cirugía, no va a empeorar su cuadro, sino que sólo retrasará el tratamiento por un tiempo sin alterar el pronóstico.
El panorama claramente es complejo. “Los resultados después de más de un año de pandemia generaron perjuicios en el devenir de patologías no urgentes pero graves, como también en casos de enfermedades que progresaron a estadios de complicaciones por demora en su resolución”, evaluó el especialista.
El motivo no solo fue la restricción en la atención por parte de las instituciones, sino también el temor de los pacientes a la proximidad de los centros de salud. “Resulta vital recordar que es más perjudicial la falta de diagnóstico precoz que el riesgo de contagio de COVID-19, por lo tanto, la recomendación profesional es realizar consultas médicas apenas se identifiquen cambios en la salud y no abandonar los tratamientos vigentes”, enfatizó.
Uno de los casos que se puso de relevancia con la nueva recomendación de reprogramar las intervenciones es el de las cirugías en pacientes con obesidad.
“Teniendo en cuenta que resulta imposible proyectar cuándo se logrará el control de la pandemia de SARS-CoV-2 en el país y en el resto del mundo, demorar, rechazar o suspender el acceso de las personas que padecen obesidad o enfermedad metabólica a sus operaciones por la referida pandemia, no sólo constituye un impedimento para salir del grupo de riesgo que integran frente a este virus, sino que además coloca a estos pacientes en una situación desfavorable por el peligro que corren de padecer las formas severas de COVID-19 en caso de contraer la enfermedad”. Así lo alertó la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad, enfermedad metabólica y otras relacionadas con la obesidad (SACO) en una carta enviada al Ministerio de Salud de la Nación, en la que también se hizo hincapié en que los procedimientos quirúrgicos bariátricos y metabólicos, “si bien son intervenciones programadas, no son postergables”.
En ese sentido, la sociedad científica que nuclea a especialistas de distintas áreas dedicados al tratamiento de la obesidad (cirujanos, médicos clínicos, psicólogos, nutricionistas, entre otros) enfatizó que “la demora, obstaculización o impedimento en el acceso al tratamiento quirúrgico bariátrico y metabólico de los pacientes con obesidad, que integran el grupo definido como ‘de riesgo’ por el Ministerio de Salud de la Nación, podría transformarse en un perjuicio para su salud, tanto por el agravamiento de las comorbilidades o aparición de consecuencias derivadas de ellas en algunos casos irreversibles, como por la mayor vulnerabilidad a la enfermedad covid-19 con los riesgos médicos que han sido demostrados tales como mayor tasa de enfermedad grave, mortalidad y contagiosidad”.
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