Si hay algo que la pandemia por COVID-19 no pudo detener es la llegada de nuevas vidas al mundo. Y si bien las tasas de natalidad bajaron en varios países y durante los meses de confinamiento extremo se registraron, por ejemplo, caídas en los tratamientos de fertilización asistida, en líneas generales el ciclo de la vida siguió su curso y hasta se habla de “bebés pandémicos” en referencia a aquellos que nacieron durante la crisis sanitaria mundial.
Junio es el mes internacional del cuidado de la fertilidad y bien vale la oportunidad para reflexionar sobre cómo está evolucionando a lo largo del tiempo, por qué la infertilidad impacta a cada vez más personas, cómo influyen variables externas en eso, y qué se puede hacer para revertirlo.
“No existen dudas de que la fertilidad disminuye en personas de mayor edad. Es decir, una mujer 40 años tiene menor calidad y cantidad de óvulos que una de 25. Y si bien es muy marcado en las mujeres, los hombres no escapan de esa variable”. Sin embargo, para el médico especialista en fertilidad Sergio Pasqualini (MN 39914), existe otra manera en la que los años están impactando en la fertilidad de hombres y mujeres: a lo largo del tiempo.
“Hay trabajos científicos que hacen referencia a que, por ejemplo, el conteo de espermatozoides medido en los espermogramas es significativamente más bajo en el hombre actual que en el de hace 50 años -apuntó el director de Halitus Instituto Médico-. Es más fácil evaluar la fertilidad por esta medición en el hombre que en la mujer, en la que no tenemos algo equiparable para medir. Pero, si bien hay diferencias, existen muchas similitudes entre los testículos y los ovarios, por lo tanto, podemos extrapolar e inferir que, si la fertilidad disminuyó en el hombre, también en la mujer”.
En el caso particular de las mujeres, lo que complica terminar de evaluar bien esa disminución es que en estos 50 años existieron también importantes cambios socioculturales. La búsqueda más tardía de hijos, por distintos motivos, con la consiguiente menor reserva ovárica y dificultades para lograrlo de manera natural es una realidad.
“En cuanto a la disminución de la fertilidad en las últimas décadas, vemos que existe una tendencia a una menor respuesta -en cuanto a cantidad y calidad- a la estimulación ovárica cuando realizamos los tratamientos de fertilización in vitro”, continuó analizando Pasqualini, para quien “existe una diferencia y una disminución, en general, en cuanto a cómo responden a la estimulación las mujeres hace 20 años que en la actualidad”. Esto, refirió el especialista, lo observan también en las donantes de óvulos, que son mujeres jóvenes y sin problemas de fertilidad, en las que se ve una menor respuesta.
Sobre las causas que podrían explicar este fenómeno, el experto evaluó que “una podría ser mutaciones y cambios en los genes, que se producen de generación en generación”. “Otra puede ser contaminantes ambientales, que se creen actúan como tóxicos en forma directa o como disruptores endocrinos -amplió-. Éstos son químicos que ‘engañan’ a los receptores de hormonas uniéndose a ellos y no dejan que las hormonas funcionen de manera correcta. Algunos pueden ser plásticos, cosméticos, pesticidas, alimentos enlatados, etc. De esta manera, actúan en las hormonas e influyen en procesos naturales como el sueño, el apetito, el metabolismo, y en este caso, el sistema reproductor”.
Existen diversos estudios que evalúan cómo impacta cada disruptor endocrino en la fertilidad. “A modo de resumen podemos decir que, en general, existe una disminución de la reserva ovárica y de su calidad, una disminución de la viabilidad y de la calidad del semen, una disminución de la tasa de implantación de embriones y además, de los embarazos que llegan a término”, señaló Pasqualini.
El contacto con los disruptores es cotidiano y bastante difícil de evitar. Sin embargo, existen cosas que -según el especialista en fertilidad- pueden hacerse para reducirlo, como “no utilizar plásticos y preferir contenedores de vidrio. Evitar los alimentos procesados y optar por aquellos naturales y orgánicos”. Es decir, “llevar una vida lo más saludable posible desde lo psíquico y desde lo físico, va a redundar siempre en un beneficio para todos los sistemas con los que funciona nuestro cuerpo. Y en consecuencia en la fertilidad”.
El rol de la microbiota en la disminución de la fertilidad individual
La vida útil de los ovarios y de los testículos, el ritmo de la pérdida de la función reproductiva, viene determinada en los genes. Sin embargo, sobre estos genes puede llegar a actuar el medio ambiente, regulando su expresión, ya sea activándolos o silenciándolos Es lo que se conoce como epigenética.
“El medio ambiente lo podemos diferenciar en el externo a nuestro cuerpo y el interno de nuestro cuerpo. El primero es todo lo que nos llega del exterior, el estrés, la exposición pre y postnatal a químicos, tóxicos, tabaco, drogas, alimentación no saludable, etc”, explicó Pasqualini.
Y continuó: “El medio ambiente interno es todo lo interior de nuestro organismo, que puede estar afectado por alguna enfermedad primaria no relacionada o como consecuencia del efecto deletéreo del medio ambiente externo. Puede generar un cuadro de inflamación crónica en el organismo con las consiguientes consecuencias para la salud. Esta inflamación, según el grado y los órganos afectados se va a presentar y va a evolucionar de distintas maneras”.
El cuerpo humano funciona como un sistema en redes, interconectado, donde todo interactúa entre sí. Una falla en algún sector puede influir en los demás. “Así vemos cómo lo psíquico, lo neurológico, lo inmunológico, lo endocrinológico interactúan entre sí, a lo que tenemos que agregar la microbiota, que son los microorganismos que colonizan nuestro cuerpo. La población más importante se encuentra a nivel del intestino, pero también está presente en la vagina, intraútero, la boca, la piel, etc”.
Para tener una noción de la importancia de los microorganismos (bacterias, virus y hongos) con los que un ser humano podría decirse que son hasta diez veces más que las células que tiene en el cuerpo.
Así, la microbiota tiene que ver tanto con la salud como la enfermedad. “Tiene que ver con la digestión de nutrientes a nivel del intestino, con la producción de vitaminas y de protección frente a distintos patógenos -apuntó el especialista-. Interactúa con el sistema neurológico, endocrino e inmune, y se relaciona con la permeabilidad intestinal. Frente a alteraciones en su composición, estado denominado de disbiosis, se la relaciona con enfermedades autoinmunes y de generación de un estado inflamatorio local y sistémico”.
Este estado inflamatorio crónico puede llevar a enfermedades o ser consecuencia de ellas, con un componente autoinmune como el lupus, la artritis reumatoidea, la enfermedad de Crohn, la celiaquía, la colitis ulcerosa, diabetes, obesidad, endometriosis, etc.
En el enfoque integral de las personas que consultan con el deseo de tener un hijo los médicos deben explorar no sólo lo relacionado en forma directa con el sistema reproductivo, sino todo aquello que puede estar afectándolo en forma indirecta y actuar en consecuencia.
“Debemos interrogar acerca de enfermedades o comorbilidades presentes, explorar el nivel de estrés, el de sedentarismo, el tipo de alimentación, la función intestinal, hasta el dormir. Debemos descartar patologías autoinmunes y/o que estén generando un ambiente inflamatorio”, detalló.
Al tener en cuenta lo sensible que son los ovarios y los testículos se debe actuar sobre todo aquello que puede llegar a estar afectándolos, sabiendo que la inflamación crónica y las alteraciones autoinmunes pueden hacerlo.
“De la detección de una alteración autoinmune o de un estado inflamatorio puede surgir algún tratamiento específico , pero en caso que no, se puede llegar a lograr un beneficio, en cuanto a mejorar la función ovárica y testicular, mejorando las condiciones inmunológicas e inflamatorias llevando a los pacientes a seguir estilos de vida saludable, siendo muy importante una alimentación adecuada, con el aporte de suplementos nutricionales, probióticos y prebióticos según el caso, suprimir los tóxicos, actividad física, yoga, counselling o psicoterapia”, concluyó.
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