Cada 30 de mayo, desde 1997, se conmemora en Argentina el Día Nacional de la Donación de Órganos y Tejidos. La fecha fue establecida por el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) para recordar el nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante hepático en un hospital público de nuestro país y representa una ocasión para reflexionar sobre la posibilidad de vivir y dar vida después de un trasplante.
En Argentina, hay cerca de 1500 personas en lista de espera para recibir un hígado, pese a que las principales causas de indicación de trasplante hepático son prevenibles y tratables: las hepatitis virales, que se evitan con medidas de precaución y, particularmente, la hepatitis C, que hoy es una enfermedad totalmente curable. La otra causa, en aumento, es el hígado graso, que es sumamente prevenible llevando un estilo de vida saludable. Esto pone por delante el desafío de trabajar articuladamente a tiempo para evitar la progresión de enfermedad y que esa lista de espera sea progresivamente lo más acotada posible.
Integrar una lista de espera de trasplante y luego recibir el órgano es una circunstancia difícil, estresante, con muchas chances de éxito y final feliz, pero que lleva a atravesar múltiples emociones. Además, la intervención propiamente dicha tiene detrás un complejo proceso administrativo y sanitario, que necesita ir continuamente optimizándose para que más personas puedan acceder al órgano que necesitan.
Por otro lado, más allá de todo lo que las personas y los sistemas de salud pueden hacer para evitar que se llegue a la indicación de trasplante, “la novedad de este año, a partir del lema ‘Integración Procuración-Trasplante’, es que hacemos un llamado a unir y amalgamar mejor todos los principales pasos de las dos fases del proceso de trasplante de órganos”, señaló el doctor Rubén Schiavelli, jefe de la División Nefrología y Trasplante Renal del Hospital General de Agudos Dr. Cosme Argerich y uno de los presidentes del Congreso Argentino de Trasplante.
La procuración comienza con la identificación de un donante “fallecido” (antes llamado cadavérico), frecuentemente un individuo internado en terapia intensiva en un centro de salud, generalmente con respirador artificial y lo que se denomina muerte encefálica.
El equipo médico tratante se contacta con el INCUCAI, o con cualquiera de los organismos provinciales de ablación e implante, para iniciar el proceso de donación, para que -ante la confirmación de la muerte- los órganos puedan ser distribuidos rápidamente de acuerdo con las listas de espera. Esta etapa incluye también la comunicación con la familia del fallecido y realizar los correspondientes trámites administrativos y, a veces, judiciales.
“Estos pasos son indispensables para que quien necesita el órgano lo reciba. La pandemia puede haber complicado este proceso, pero jamás se detuvo y -aunque es mejorable- consideramos que en Argentina es exitoso y viene siendo optimizado. Por lo pronto, ahora es obligatorio que los hospitales públicos y privados cuenten con un Servicio de Procuración”, subrayó Schiavelli.
Schiavelli reconoció que, los especialistas involucrados tienen por delante el desafío de adoptar una mirada psico-social “para que estén garantizadas las condiciones de manera que quien recibe un órgano pueda luego reinsertarse socialmente, volver a estudiar o a trabajar; es una forma de devolverle personas activas a la comunidad a la que le pedimos que done órganos”.
No llegar al trasplante
Aunque las medicaciones para el paciente trasplantado sean muy buenas y pueda volver a llevar una buena vida luego de la intervención, es indudable que siempre será preferible conservar sano el órgano propio y controlar el cuadro que lo pone en riesgo antes de que sea demasiado tarde.
El caso de la hepatitis C es paradigmático. Si se diagnostica a tiempo la enfermedad, hoy está garantizada la cobertura total de los medicamentos que la curan en pocas semanas, por lo que el desafío pasa a ser el diagnóstico antes de que la enfermedad progrese y que aquellos que están diagnosticados no se dejen estar por los motivos que fueran, entre otros, que durante muchos años no da síntomas, por lo que la persona se siente sana, aunque no lo esté.
“La hepatitis C también tenía antes una incidencia importante en la indicación de diálisis, pero que está en descenso desde la aparición de las medicaciones modernas. Por otro lado, con las drogas anteriores, la persona no podía integrar la lista de espera mientras estaba en tratamiento. Hoy puede hacerlo o curar su hepatitis C luego de recibir el órgano”, remarcó el experto.
El lugar que la infección por el virus de la hepatitis C dejó hoy es ocupado por otra afección: el hígado graso no alcohólico, que representará la próxima epidemia en hepatología. Este engloba un amplio espectro de enfermedad (desde la esteatosis simple hasta la esteatohepatitis, cirrosis) y de complicaciones asociadas a la hepatopatía crónica avanzada tales como el hepatocarcinoma.
Hoy es considerada la enfermedad hepática crónica más frecuente en todo el mundo, con una prevalencia estimada de 20-30% en la población general. Las estimaciones le auguran un aumento exponencial en las próximas décadas, en paralelo con la epidemia de sedentarismo y obesidad.
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