En plena segunda ola de la pandemia por coronavirus en el país, y en el día tres de un nuevo confinamiento dispuesto por el Gobierno con el objetivo de frenar la curva de contagios, el arribo de vacunas y su rápida aplicación parecen la única alternativa de cara a reducir las cifras de mortalidad.
Argentina ya cuenta con poco más de 14 millones de vacunas (14.355.710), de las que 7.645.710 corresponden a la vacuna Sputnik V -6.585.550 del componente uno (la cifra incluye las 609.965 que llegaron hoy a Ezeiza) y 1.060.160 del dos-. Asimismo, 1.286.400 del laboratorio AstraZeneca llegaron a través del mecanismo Covax (de ellas 204.000 arribaron ayer domingo al país provenientes desde Ámsterdam en un vuelo de KLM) y 580.000 Covishield, que se trata de las desarrolladas por esa farmacéutica y la Universidad de Oxford elaboradas en el Instituto Serum de la India. Finalmente, 4 millones de dosis de la vacuna Sinopharm llegaron al país en varios vuelos desde el 25 de febrero.
Otras 843.600 dosis de la vacuna AstraZeneca hicieron su ingreso hoy al país y son las primeras de las 4 millones de dosis que la ministra de Salud, Carla Vizzotti, anunció el 11 de mayo que llegarán a territorio nacional antes de fin de mes.
Se trata de los embarques correspondientes al contrato celebrado el año pasado por las 22,4 millones de dosis entre el gobierno argentino y la empresa farmacéutica, cuyo cumplimiento está demorado y generó críticas del Poder Ejecutivo. El principio activo de estas dosis fue producido en la Argentina por el hub biotecnológico mAbxience (Grupo Insud).
Con esos embarques, el Gobierno planea completar lo que dieron en llamar “el primer hito” de la campaña de vacunación, que comprende a alrededor de 14 millones de personas, según había adelantado Vizzotti en un encuentro con periodistas del que participó Infobae.
En ese primer grupo de “población objetivo” están incluidos todos mayores de 60 años, las personas de 18 a 59 años con comorbilidades y la población esencial definida en el Plan Estratégico de Vacunación, que abarca personal de salud, fuerzas de seguridad, docentes y otros grupos determinados por la disponibilidad de dosis.
Según los últimos datos disponibles en el Monitor Público de Vacunación, el registro online del Ministerio de Salud que muestra en tiempo real el operativo de inmunización en todo el territorio argentino, desde que comenzó la campaña de vacunación contra el COVID-19 en la Argentina, fueron inmunizadas en el país 11.149.468 personas. De ese total, 8.735.231 corresponden a la primera dosis, mientras que 2.414.237 personas recibieron ambas y completaron el esquema.
La tecnología detrás de cada formulación disponible en el país
La vacuna elaborada por el Centro Nacional ruso de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya se basa en una plataforma probada y bien estudiada de vectores adenovirales humanos y utiliza dos vectores diferentes para las dos inyecciones dosis (el adenovirus 26 en la primera dosis y el 5 en la segunda y sólo con ambas dosis se obtiene una inmunidad completa).
Según los estudios, proporciona inmunidad con una duración más prolongada que las vacunas que utilizan el mismo mecanismo de administración para ambas inyecciones.
La diseñada por el laboratorio AstraZeneca y la Universidad de Oxford -al igual que su versión fabricada en India- también está compuesta por una versión debilitada de un virus del resfriado común (conocido como adenovirus, en este caso de chimpancés) que se modificó para que se parezca más al coronavirus, sin causar enfermedades. Como toda vacuna, cuando se inyecta en el organismo, hace que el sistema inmunológico comience a producir anticuerpos y lo prepara para atacar cualquier infección por coronavirus. La misma se administra en dos dosis con entre cuatro y 12 semanas de diferencia.
La vacuna SARS-CoV-2 desarrollada por Sinopharm en colaboración con el Laboratorio Beijing Institute of Biological Products de China es una vacuna “inactivada”, lo que significa que porta una versión del virus alterada genéticamente que le impide reproducirse y desarrollar la enfermedad, pero que genera una “respuesta inmune en el organismo con capacidad protectora”. Contiene una versión muerta del germen que no produce enfermedad pero genera anticuerpos y que ya se utiliza en varias vacunas como las de la gripe, hepatitis A, polio y la rabia. Es la primera vacuna en utilizar un inmunógeno proteico. Esencialmente, es una vacuna COVID-19 inactivada con virus completo, un enfoque diferente de lo que están haciendo otros candidatos avanzados.
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