Este fin de semana, poco después de terminar el partido ante Gimnasia de Jujuy en el Estadio Islas Malvinas, el delantero de All Boys Efmamj Jasond González se descompensó y debió ser asistido por el médico del plantel, Luis Chiaradía.
A través de las redes sociales, la entidad indicó que el jugador colombiano “sufrió una descompensación con dificultad para respirar con una mínima pérdida de conocimiento”. El futbolista de 21 años, quien había padecido coronavirus hace algunas semanas, fue trasladado al Sanatorio Finochietto para que le realicen algunos estudios extra.
“Él se negativizó hace 10 u 11 días. Antes de empezar a entrenar le hicimos todo lo que es la evaluación cardíaca con electro, prueba de fuerza, ecocardiograma. Dio todo bien. Empezó a entrenar de menor a mayor y hoy inclusive no entró de titular. Por protocolo, ni bien terminan los jugadores de cursar la enfermedad, hay que hacerles todo un chequeo cardiológico”, había explicado Chiaradía a este medio.
Esta situación encendió las luces de alerta acerca de las secuelas que puede dejar el COVID-19, aun en personas jóvenes y sanas, y por qué son necesarios los controles regulares tras haber sido dados de alta.
“Los deportistas poseen el mismo riesgo de contraer la enfermedad que la población general, pero con un riesgo bajo de complicaciones. Estas últimas consisten en el desarrollo de una respuesta inflamatoria exagerada con daño pulmonar, miocárdico y manifestaciones tromboembólicas. Debido a la compleja fisiopatología que trae aparejada esta infección, no debemos obviar la posibilidad de desarrollar otros cuadros tales como trastornos de la coagulación, trombosis venosa y eventual tromboembolismo pulmonar, más allá de las potenciales complicaciones miocárdicas”, dieron a conocer autoridades de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) junto a la Federación Cardiológica Argentina (FCA) a través de un comunicado publicado en octubre.
Según ambas entidades, estudios en deportistas con resonancia magnética nuclear cardíaca (RMNC) han evidenciado inflamación del miocardio después de la recuperación del COVID-19 también en pacientes asintomáticos y levemente sintomáticos.
“Estos estudios incluyeron deportistas con una media de edad de 19 años, previamente infectados por COVID-19 con síntomas leves a moderados, evidenciando por RMNC señal T2 elevada (edema) y realce tardío con gadolinio (fibrosis), compatible con miocarditis según los Criterios de Lake Louise actualizados, la presencia de miocarditis e injuria miocárdica en un 15% y 30,8%, respectivamente”, sostienen desde la SAC y la FCA.
Estos hallazgos, de acuerdo a ambas entidades, deben ser motivo de estudios en mayor número de deportistas, para determinar su riesgo de desarrollar arritmias y su eventual pronóstico, dado que no se puede indicar rutinariamente RNMC en todos los deportistas post COVID-19. Este estudio debe ser realizado frente a la sospecha de afectación miocárdica y/o síntomas de acuerdo a los criterios de miocarditis y resultados anormales en los estudios previamente recomendados.
“Los deportistas con síntomas leves o moderados que cursan la enfermedad en aislamiento domiciliario y persisten con síntomas por la infección por COVID-19 requieren estudios y estratificación del riesgo de complicaciones por la infección activa, previo a considerar la evaluación al retorno deportivo. Completados estos estudios y con los hallazgos diagnósticos post infección por COVID-19, es posible considerar el algoritmo para el retorno a su práctica deportiva o seguimiento de las complicaciones presentadas de acuerdo a los diagnósticos y las guías correspondientes”.
También es necesaria la evaluación de los deportistas que realizan actividad física recreativa de alta intensidad (como corredores de media distancia y larga distancia, triatlón, ciclismo de ruta), así como de deportistas amateurs o profesionales previo a su retorno a la actividad física luego de infección por el virus en discusión.
Recuperación lenta
La recuperación del coronavirus puede llevar un tiempo y hay síntomas que pueden acompañar al paciente tiempo después de haber sido dado de alta: fatiga, problemas respiratorios, dolor de pecho y tos son los más frecuentes. “También se observan dolores de cabeza, musculares, en las articulaciones, problemas para dormir y comer, diarrea y pérdida del gusto y del olfato. Además de los problemas físicos, después de recuperados, algunas personas todavía sufren problemas de depresión, ansiedad, memoria y dificultades para pensar de forma clara y para focalizarse. Debido a las secuelas pulmonares y cardíacas, es importante hacer un estudio exhaustivo antes de retomar las actividades a las que un paciente estaba acostumbrado”, comparte Laura Palermo, doctora en virología, especialista en la historia de las enfermedades y profesora en el Hunter College de Nueva York. Las secuelas más comunes están en los pulmones, en el corazón y en el cerebro.
“Con esta enfermedad, con neumonía bilateral, los alvéolos de los pulmones colapsan y no tienen aire; recuperar lleva tiempo y se requiere kinesiología”, aseguró a Infobae el médico pediatra Carlos Kambourian. “Una parte del pulmón no ventila, incluso, para caminar, puede que tengas que parar unos minutos; en actividades más exigentes, como el fútbol, puede provocar este tipo de hipoxia, con desmayos, mareos y cefaleas”, agregó el especialista.
Sin ir más lejos, recientemente, científicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) realizaron una investigación sobre la calidad de vida de pacientes recuperados que desarrollaron neumonía secundaria a COVID-19 y determinaron que en los primeros tres meses de seguimiento de un paciente recuperado la función respiratoria es normal, pero en el desempeño de las pruebas de caminata de seis minutos puede ser menor a lo esperado, principalmente por la fatiga.
“En un estudio con 29 pacientes, se encontraron daños persistentes compatibles con una neumonía, con atrapamientos de aire en el 35%. Se encontró persistencia de síntomas respiratorios en el 45% de los pacientes, como disnea o falta de aire, dolor toráxico o tos seca; 77% de los pacientes no alcanzaron el valor mínimo ajustado para la edad en la caminata”, indicaron los investigadores a la publicación Milenio.
Hace unos días, el epidemiólogo Hugo Pizzi había explicado a Infobae: “Entre los asintomáticos, un 30% quedan con cronicidad COVID-19. De ese 30% hay un porcentaje que le afecta el corazón fundamentalmente con arritmia, a nivel cerebral con irritabilidad e insomnio y a nivel pulmonar quedan pequeñas zonas de fibrosis, que no vuelve a ser el mismo órgano”.
“Esto se manifiesta fundamentalmente con un cansancio marcado, e incide en la actividad física que habían tenido previamente. Conozco personas que realizaban ejercicio físico y deportes de manera habitual, tuvieron la enfermedad hace seis o siete meses y ahora no pueden subir escaleras, presentan astenias -debilidad o fatiga general- muy marcadas, les cambió la vida completamente”, compartió.
Para especialistas consultados por este medio, la Argentina, que atraviesa su segunda ola de COVID-19, necesita repensar su política de servicios médicos de atención para pacientes recuperados de coronavirus desde un punto de vista multidireccional. “Tiene que incluir la clínica médica como eje central, la neumonología y hasta la neurología: recordemos que puede haber lagunas mentales y eso se explica por la falta de oxígeno”, agrega Kambourian.
“Para recuperar la capacidad pulmonar es recomendable hacer ejercicios de respiración y dejar de fumar, si el paciente era fumador previamente; es importante analizar la salud del corazón de este paciente y planear con los médicos qué tipo de ejercicio y de dieta cada individuo debe seguir para ayudar a recuperar la fuerza del corazón. Muchos pacientes necesitan fisioterapia para poder recuperar la capacidad de llevar a cabo tareas y movimientos cotidianos. Para la fatiga, es importante el descanso, planear actividades para el momento del día en el que uno se siente con más energía y planear pocas actividades diarias con descansos frecuentes”, añade Palermo.
Por tratarse de una enfermedad reciente, la ciencia aún intenta explicar cómo el nuevo coronavirus ataca al cuerpo. Uno de los misterios es cómo el virus causa “hipoxia silenciosa”, es decir, cuando los niveles de oxígeno en el cuerpo son anormalmente bajos, lo que puede dañar irreparablemente órganos vitales si no se detecta a tiempo.
Hace unos meses, la British Thoracic Society presentó una guía sobre el seguimiento de los pacientes con COVID-19, que no requirieron de internación en terapias intensivas, donde propone un seguimiento con una radiografía de tórax a las 12 semanas y la derivación para pacientes nuevos, persistentes, o síntomas progresivos. Para aquellos con evidencia de daño pulmonar (como lecturas anormales persistentes de la radiografía de tórax y del oxímetro), se recomienda la derivación a un servicio respiratorio; la derivación temprana posterior a rehabilitación pulmonar probablemente ayude a la recuperación.
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