La ilusión con la que los papás esperan la llegada de un bebé para algunos se viene abajo cuando el profesional a cargo anuncia detalles que implican que continuar el embarazo puede ser peligroso. Lo recomendable en estas instancias es la inducción del parto, lo que la mayoría de la gente conoce como “provocar el parto”.
Bajo este concepto se engloba un conjunto de procedimientos que van desde administrar una medicación específica (oxitocina sintética o prostaglandinas) hasta realizar determinadas maniobras, como romper artificialmente la bolsa de líquido amniótico para estimular las contracciones y desencadenar el proceso de parto.
Un equipo de profesionales del Departamento de Enfermería, Fisioterapia y Terapia Ocupacional de la Universidad de Castilla-La Mancha ha trabajado en un documento recientemente publicado que analiza el proceso sin garantías de resultado, pero con frecuencia necesario.
Pero inducir el parto no es un proceso que esté libre de riesgos. Con este proceso, el parto normalmente se vuelve más largo y complejo. Además, con mayor frecuencia finaliza en cesárea.
Causas razonables
El motivo por el que muchos de ellos acaban en una cesárea se debe a las complicaciones que surgen a veces (con riesgos para el bebe o la madre) o bien porque no se inician los cambios necesarios en el cuello del útero (no se consigue iniciar la dilatación o esta no cambia con el paso del tiempo).
Las razones para inducir un parto son múltiples y, por lo general, la mayoría de las veces este proceso tiene una justificación médica. Es decir, de no llevarse a cabo, la madre y el niño podrían estar en riesgo.
Sin embargo, existe una tendencia creciente a indicar una inducción de parto sin motivo médico, lo que se conoce como inducción electiva, especialmente en el ámbito de la medicina privada.
“Si fuéramos capaces de predecir de forma fiable si un parto finaliza en una cesárea, los profesionales sanitarios podrían anticiparse y realizarla de forma programada. De esta forma, se podría evitar el riesgo innecesario de una inducción y de un posible largo proceso de parto”, explica Antonio Hernández Martínez, profesor de Enfermería Maternal e Infantil, uno de los profesionales a cargo del informe.
Por el contrario, si la predicción pronosticara un parto por vía vaginal, la madre sabría que merece la pena someterse a la inducción y esto reduciría en gran medida su ansiedad y le motivaría para enfrentarse al parto, proceso que puede ser largo y duro, con los recursos suficientes.
Son muchos los investigadores que han intentado descifrar este enigma, especialmente en los últimos años. Entre los sistemas de predicción que ya se han publicado, se encuentran sencillas escalas de valoración de las condiciones del cuello uterino, como el test de Bishop, determinaciones bioquímicas, mediciones ecográficas del cuello uterino y la posición fetal. También hay complejas y elaboradas fórmulas matemáticas que combinan múltiples factores.
Se han publicado en torno a una veintena de modelos de predicción con diferentes factores, complejidad de cálculo y éxito en la predicción. Entre los mejores, por su capacidad de predicción, se encuentran los de Rossi, Levine, Branger y Hernández.
Estos modelos incluyen variables como la edad materna, el índice de masa corporal, la ganancia de peso durante el embarazo, la altura de la madre, las condiciones cervicales, la edad gestacional, el peso estimado del feto, etc.
“Actualmente, no tenemos conocimiento de que ninguno de estos modelos se haya implantado de forma protocolizada en los hospitales y centros sanitarios. Solamente se han descrito los resultados como experiencia piloto de la aplicación del modelo de Levin. Estos investigadores observaron resultados positivos en la reducción de la tasa de cesáreas y en la percepción de los cuidados recibidos”, explican en el documento.
La incorporación de estas herramientas en la práctica clínica real supondría un cambio relevante que requiere de garantías de seguridad para las madres y los bebes.
“Es así porque estos modelos no son todavía tan precisos como nos gustaría. Se ha estimado que en al menos el 20 % de los embarazos no discriminan bien. Esto podría provocar, por ejemplo, que se le practicase una cesárea a una mujer debido a un error en la predicción del modelo”, afirman.
La falta de precisión en la predicción puede deberse a otros factores desconocidos que pueden afectar al resultado del parto. Además, existen otras variables muy difíciles de controlar porque no son atribuibles a las características de la mujer, como el papel y las actuaciones de los profesionales sanitarios y el entorno de trabajo (centros privados o públicos, mayor o menor carga asistencial, etc.).
Por otra parte, también sería necesario conocer el grado de aceptación de las mujeres hacia este tipo de herramientas, garantizando su libertad de elección en su uso.
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