Los pacientes no tienden a cumplir todas las indicaciones del médico en tiempos normales y a partir del COVID-19 esta actitud se profundizó notoriamente por múltiples razones: la circulación de información que genera pánico en la población, dificultades para el acceso a tratamientos y estudios complementarios y pérdida de ingresos o seguros de salud.
Todo eso, en un mundo “en pausa” a causa de una pandemia de la que no había registro en la historia contemporánea, llevó a que disminuyera aún más la adherencia y persistencia a tratamientos y el cumplimiento de los controles periódicos de salud.
Las cifras relevadas a nivel mundial, incluyendo a la Argentina, indican una disminución de consultas o procedimientos no realizados que rondan el 60%. Estos datos hicieron sonar las alarmas de la salud pública con igual intensidad que la pandemia misma.
“Las consecuencias de abandonar los controles programados de pacientes cardiovasculares, oncológicos o que padecen enfermedades crónicas potencialmente graves, trae aparejado un claro aumento de la mortalidad y la morbilidad”, dice el médico cardiólogo Gustavo Cerezo (MN 66.559), jefe de Prevención y Medicina Ambulatoria del ICBA, Instituto Cardiovascular quien a su vez mencionó que desde la institución, el año pasado, se hizo un análisis predictivo considerando las consecuencias de un menor control de los factores de riesgo cardiovascular de abril a octubre de 2020.
El relevamiento fue publicado en la Revista Medicina Buenos Aires, y estimó que esta situación podría causar hasta 10.500 nuevos casos prevenibles de enfermedad cardiovascular.
No efectuar a tiempo una consulta ante síntomas como el dolor precordial, falta de aire, palpitaciones o dificultades en el habla, conlleva a un diagnóstico tardío y un tratamiento menos efectivos que cuando se consulta con rapidez. “La solución es no retrasar ninguna consulta o control sin una indicación médica”, subrayó Cerezo.
El rol de la salud mental
La depresión es uno de los trastornos de la conducta más frecuentes que comprometen la salud mental de la población y guardan estrecha relación con las enfermedades cardiovasculares.
“Desde hace más de 30 años la depresión es considerada un factor de riesgo para padecer un infarto de miocardio y un indicador pronóstico de eventos adversos futuros. La depresión actúa en forma directa sobre el sistema cardiovascular comprometiendo el funcionamiento de las arterias, aumentando la posibilidad de trombosis y promoviendo la aparición de arritmias, y en forma indirecta aumentando la adherencia de los pacientes a conductas de riesgo tales como: el sedentarismo, la obesidad, el fumar cigarrillos y el no cumplimiento de los tratamientos médicos”, resaltó el médico cardiólogo Augusto Vicario (MN 57.075).
Según el miembro de la Unidad Corazón Cerebro del ICBA, “en Argentina se estima que casi el 6% de la población general padece depresión y el porcentaje se eleva si se considera sólo la presencia de síntomas depresivos. Pero esta prevalencia aumenta en los pacientes con enfermedades cardiovasculares”.
Según un estudio realizado en la institución (estudio EPICA) la depresión estuvo presente en aproximadamente el 10% de los pacientes con enfermedad cardiovascular. Siendo más frecuente en mujeres que en hombres, en pacientes con enfermedad coronaria y en pacientes fumadores y sedentarios.
Vicario señaló que “los pacientes con enfermedades cardiovasculares son más vulnerables a los efectos negativos de la depresión”. Este hecho quedó de manifiesto en un segundo estudio realizado en el mismo establecimiento durante la cuarentena implementada por la pandemia de COVID-19, en el cual la prevalencia de depresión aumentó 1. 5 veces (17%).
Este es un dato concordante con lo ocurrido en otros países como China, España o los Estados Unidos. “Es evidente que el aislamiento social, la soledad, la inmovilidad, la tristeza, la desesperanza y la incertidumbre sobre el futuro son todas sensaciones y emociones negativas que impactaron en los pacientes más vulnerables”, destacó Vicario.
Este incremento inusitado en la prevalencia de depresión en la población general y en las personas con enfermedad cardiovascular en particular puede explicarse como las consecuencias negativas y/o efectos adversos sobre la salud mental que implicó la cuarentena. La depresión también acompaña frecuentemente a los pacientes que padecen el síndrome post COVID.
Estos datos dejan en evidencia la necesidad de identificar y tratar la depresión y alertan sobre el probable aumento en el número de eventos cardíacos y complicaciones en el futuro. Para finalizar, el especialista recomendó “realizar una consulta temprana ante la aparición de síntomas depresivos, como tristeza, desánimo o melancolía”.
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