“Testear, testear y testear” aconsejaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el inicio de la pandemia.
“Para ganar, debemos atacar el virus con estrategias agresivas y bien dirigidas: hacer el test a cada caso sospechoso, aislar cada caso confirmado y hallar y poner en cuarentena a cada una de las personas con las que estuvo en contacto estrecho” recomendaba por aquellos días el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en referencia al test RT-PCR, que permite saber si una persona tiene COVID-19 en el momento en que este se realiza.
Es que, según coinciden las autoridades sanitarias alrededor del mundo, las pruebas son la herramienta más importantes en la lucha para frenar y reducir la propagación y el impacto del virus. Las pruebas permiten identificar a las personas infectadas, aislarlas y rastrear y poner en cuarentena a sus contactos.
Sin testeo -o con testeo insuficiente- sería algo así como conducir la pandemia a ciegas.
En ese contexto, mucho se ha criticado, incluso por parte de los especialistas que asesoran al gobierno argentino en la emergencia sanitaria, que el país debía testear más. En proporción de habitantes la Argentina debiera estar por encima de Chile o Uruguay, y eso no es lo que reflejan las cifras oficiales.
Según el parte diario difundido ayer por el Ministerio de Salud de la Nación, se realizaron en el país 43.438 tests durante las últimas 24 horas (el acumulado durante la pandemia suma 8.383.836).
Y si bien en abril de 2020 la cantidad de tests diarios apenas superaba los mil, en mayo la cifra era alrededor de 4 mil, en julio 10 mil y en septiembre trepaba a 20 mil, los especialistas coinciden en que aún no es suficiente.
“El testeo sigue siendo primera línea en las comunicaciones que se hacen sobre el manejo de la pandemia por la razón obvia de que identificar a las personas contagiadas y aislarlas es lo que más limita la diseminación del virus, sobre todo en el momento en que hay variantes circulando”. El médico neurólogo Conrado Estol (MN 65.005) reconoció en diálogo con Infobae que “es muy difícil rastrear todos los contactos, pero aún detectando sólo al infectado y aislando a los contactos más estrechos eso cortaría significativamente la pandemia”.
El especialista con formación médica en los EEUU, a quien la pandemia lo estimuló a aglomerar datos, analizar papers del mundo, desglosar curvas e indicadores se volvió casi una voz de consulta obligada en tiempos de coronavirus. Para él, “el testeo sigue siendo primordial y nadie discute eso; sólo viendo el puesto en el mundo se advierte que el testeo argentino es insuficiente”. “Con una población de 45 millones de personas y una circulación viral como la que está habiendo, el número de test por día debiera ser varias veces mayor al que se está haciendo”, insistió.
Y tras señalar que existe una relación inversamente proporcional entre testeo y muerte (a más testeo menor mortalidad), Estol destacó que “en los países que evolucionaron peor en la pandemia claramente hay una correlación con que han testeado poco”.
Analizado por millón de habitantes, la Argentina realiza 184.280 testeos, según datos del sitio estadístico Worldometers, lo que la ubica en el puesto 111 en el mundo.
Comparado con sus pares de la región, sólo se encuentra en mejor situación que Brasil, que en medio de una segunda ola que ya lo llevó al colapso sanitario realiza 133.863 test por millón de habitantes y se ubica en el puesto 122, Paraguay en el 129 con 119.033 test por millón, Venezuela en el 134 con 107.291 y Bolivia en el 148 con 72.088, por mencionar algunos.
La Argentina diseñó un test propio (el Neokit), pero nunca se escaló en la producción como ocurrió en Uruguay, que con su test propio pudo testear a la cantidad suficiente de población y no sólo no tuvo primera ola sino que se evitó competir con otros países por un insumo clave.
Los limítrofes Chile y Uruguay testean 553.424 y 357.152 por millón de habitantes y ocupan los puestos 53 y 81 respectivamente. En tanto Cuba, con su régimen comunista, realiza 247.944 pruebas por millón de habitantes, cerca de 64 mil más que la Argentina, lo que la lleva al puesto 96 del ránking mundial.
En el mundo, uno de los que más test por millón de habitantes realiza es Dinamarca, que con 3.953.075 es uno de los que más pruebas realiza en Europa. Desde el inicio de la pandemia, el país escandinavo registró 226.277 casos de COVID-19 y 2.402 muertes. Su índice de positividad se mantiene por debajo del 0,50%, lo que lo llevará de aquí a finales de mayo a completar la reapertura total de sus actividades y decretar formalmente el control de la pandemia.
Islandia empezó a testear un mes y medio antes de tener el primer infectado y el resultado es 29 muertos en lo que va de la pandemia.
El índice de positividad es el número de resultados positivos en relación con el total de hisopados. Lo que indica este porcentaje es si se está pudiendo encontrar adecuadamente a las personas infectadas en la población. La OMS recomienda mirar esta variable para evaluar si la definición de caso sospechoso y la cantidad de rastreos de contactos es suficiente y sugiere mantenerla por debajo del 10%. Hoy en la Argentina, la cifra es 14,73%.
Para Estol, una complicación en este momento es que “hay que testear en cantidad suficiente y además hay que secuenciar el genoma de los virus que se detectan para saber qué variante es la que está infectando a gente y cuán rápidamente se están propagando”. “Islandia secuencia todos los test del día, en la Argentina se deberían secuenciar 3 mil por semana y eso está muy lejos de lo que se hace”, remarcó el especialista.
Y sobre el contexto de escasez de vacunas y proximidad de la segunda ola en el país, Estol concluyó: “Sin vacunación suficiente, lo cual ocurre en muchos países, la pandemia se controla con testeo, uso de tapabocas y las medidas de higiene y distancia social que ya conocemos”.
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