“Hay que tenerle más miedo al virus que a las vacunas. Si todos tomamos conciencia de la importancia de la inmunización saldremos más rápido de esto y volveremos a nuestra vida normal pronto”, dice en diálogo con Infobae desde Estados Unidos la doctora Carolina Álvarez, una científica argentina que trabaja en el departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Miami. Esta semana, ella tuvo la oportunidad de recibir la primera dosis de la vacuna desarrollada por Moderna contra el coronavirus.
Al trabajar en el campus médico de la universidad, todos los empleados recibieron un mail informándoles que podían vacunarse. Una de ellas fue Álvarez: “Es una decisión personal optar o no por darte la vacuna. Debés completar unas plantillas con preguntas y consentimientos que debés firmar y te asignan el turno para la primera dosis”.
“Me la di el día lunes 4 de enero en un edificio del campus destinado a la aplicación de la vacuna. Estuvo todo muy bien organizado: llegás, presentás tu identificación, tu seguro médico. Te explican que una vez dada la dosis debés esperar 15 minutos sentada para observar si tenés alguna reacción adversa”, contó.
En su caso, la segunda dosis será aplicada el 2 de febrero. “Cuando te dan la primera dosis, los primeros tres días te monitorean con preguntas vía mail de cómo te sentís y si registraste algún inconveniente post vacunación”.
Sobre efectos adversos, notó los esperables. A menos de 24 horas de la aplicación de la primera dosis, siente dolor en el brazo, que solo se centra en el lugar de la aplicación -”pero con todas las vacunas sentí lo mismo”, aclaró-. En definitiva, no notó ningún síntoma preocupante.
“Me sentí contenta de tener la oportunidad de vacunarme. Pienso que estamos en el principio del fin de la pandemia”, señaló. “Pero por otro lado pensaba cuánto tiempo más deberemos esperar para que toda la población esté inmunizada. También hay que entender que va a llevar tiempo y que aún debemos protegernos con máscara y distancia”. Y aclaró: “No significa que porque esté vacunada ya haré vida normal pronto; es un proceso largo esperar que vacunen al resto de la población”.
Durante la pandemia, Álvarez viajó por trabajo a diferentes ciudades en el mes de diciembre y vio algunos lugares como Chicago y Seattle que estuvieron cerrados completamente. “Algunos negocios de comida estaban abiertos, pero entrabas, pedías y te ibas. No había mesas habilitadas. En el caso de Miami actualmente hay toque de queda desde las 12 am hasta las 6 am; los restaurantes y hoteles se encuentran funcionando con normalidad”.
“Estos días de Fiestas pude ver más turismo de lo habitual en los puntos claves como Lincoln Road y Ocean Drive. Las playas se encuentran abiertas, los más jóvenes asisten a fiestas y no se protegen como deberían. Los niños volvieron a sus clases virtuales por el aumento de casos en estos días. Ya el sistema de salud empieza nuevamente a colapsar”, contó preocupada.
“Una cosa que quiero aclarar es que acá en Miami podemos hacer una relativa normalidad porque los espacios son amplios. No existen aglomeraciones de gente como en Capital: hay mucho espacio verde, playas amplias… Por eso en esos espacios la gente a veces decide no usar máscara”.
A los escépticos de las vacunas, ella les dice que “desde la invención de las vacunas los beneficios fueron muchos. No estar vacunados trae más riesgos. Confíen: todas las vacunas que salen al mercado están aprobadas por diferentes organismos y no dudo de que todas cumplen con el objetivo”.
La vacuna de Moderna
La vacuna candidata contra el coronavirus de Moderna es similar a la vacuna Pfizer-BioNTech, que fue la primera en ser aprobada por la FDA de Estados Unidos. Funciona a través del ARN mensajero, una tecnología genética que durante mucho tiempo ha sido muy prometedora, pero que hasta ahora se había topado con obstáculos biológicos. Se llama ARN mensajero sintético, una variación ingeniosa de la sustancia natural que dirige la producción de proteínas en las células de todo el cuerpo.
Este componente se fabrica en laboratorio. Mediante la vacuna se inserta en el cuerpo y toma el control de esta maquinaria para fabricar proteínas o antígenos específicos del coronavirus: sus “espículas” o espigas, esas puntas tan características que están en su superficie y le permiten adherirse a las células humanas para penetrarlas.
Estas proteínas, inofensivas en sí mismas, son liberadas por nuestras células tras recibir las instrucciones de la vacuna, y el sistema inmunológico en respuesta produce anticuerpos. Estos anticuerpos permanecerán de guardia durante mucho tiempo -según se espera- con la facultad de reconocer y neutralizar el coronavirus en caso de que nos infecte. Los ensayos en Fase III de esta vacuna candidata mostraron una gran eficacia del 94,1%.
En un artículo publicado en el New England Journal of Medicine, los científicos explicaron que los anticuerpos, que son los que impiden que el virus SARS-CoV-2 invada las células humanas, “disminuyeron ligeramente con el tiempo, como se esperaba, pero permanecieron elevados en todos los participantes 3 meses después de la dosis de refuerzo”. La vacuna, llamada mRNA-1273, se administra en dos inyecciones con 28 días de diferencia cada dosis. Aunque la cantidad de anticuerpos cae con el tiempo, eso no es necesariamente un motivo de preocupación.
La ventaja es que con este método no hay necesidad de cultivar un patógeno en el laboratorio, porque es el organismo el que hace la tarea. Es por esta razón que estas vacunas se desarrollan más rápidamente. No se necesitan células ni huevos de gallina (como con las vacunas contra la gripe) para fabricarlas.
La desventaja es que esta vacuna, envuelta en una cápsula protectora de lípido, debe almacenarse a muy baja temperatura porque el ARN es frágil. La vacuna de Moderna se almacena a -20 °C, lo que requerirá el mantenimiento de la cadena de frío desde la fábrica hasta las farmacias.
El ensayo comenzó el 27 de julio de 2020 e inscribió a 30.420 voluntarios adultos en sitios de investigación clínica en todo Estados Unidos. Los voluntarios fueron asignados aleatoriamente 1: 1 para recibir dos dosis de 100 microgramos (mcg) de la vacuna en investigación o dos inyecciones de solución salina placebo con 28 días de diferencia. La edad media de los voluntarios es de 51 años. Aproximadamente el 47% son mujeres, el 25% tienen 65 años o más y el 17% tienen menos de 65 años y las condiciones médicas las ponen en mayor riesgo de COVID-19 grave. Aproximadamente el 79% de los participantes son blancos, el 10% son negros o afroamericanos, el 5% son asiáticos, el 0,8% son indios americanos o nativos de Alaska, el 0,2% son nativos de Hawái u otras islas del Pacífico, el 2% son multirraciales y el 21% (de cualquier raza) son hispanos o latinos.
Desde el inicio del ensayo hasta el 25 de noviembre de 2020, los investigadores registraron 196 casos de COVID-19 sintomático que ocurrieron entre los participantes al menos 14 días después de recibir su segunda inyección. 185 casos (30 de los cuales se clasificaron como COVID-19 grave) ocurrieron en el grupo de placebo y 11 casos (0 de los cuales se clasificaron como COVID-19 grave) ocurrieron en el grupo que recibió mRNA-1273. La incidencia de COVID-19 sintomático fue 94,1% menor en los participantes que recibieron ARNm-1273 en comparación con los que recibieron placebo.
Los investigadores observaron 236 casos de COVID-19 sintomático entre los participantes al menos 14 días después de recibir su primera inyección, con 225 casos en el grupo de placebo y 11 casos en el grupo que recibió ARNm-1273. La eficacia de la vacuna fue del 95,2% para este análisis secundario.
No hubo problemas de seguridad relacionados con la vacunación, según los autores. Las reacciones locales a la vacuna fueron generalmente leves. Aproximadamente el 50% de los participantes que recibieron mRNA-1273 experimentó efectos secundarios de moderados a graves, como fatiga, dolores musculares, dolor en las articulaciones y dolor de cabeza, después de la segunda dosis, que se resolvió en la mayoría de los voluntarios en dos días.
Los investigadores tampoco observaron evidencia de enfermedad respiratoria aumentada asociada a la vacuna entre los que recibieron la dosis. Esta rara complicación se observó en personas vacunadas con una vacuna de virus respiratorio sincitial (VSR) completamente inactivado en la década de 1960, antes de que existiera la capacidad de definir estructuras de proteínas y medir las respuestas inmunitarias con precisión. La misma puede ocurrir cuando una vacuna induce una respuesta inmune que no es lo suficientemente fuerte para proteger contra la infección.
Aunque la vacuna es muy eficaz para prevenir el COVID-19 sintomático, todavía no hay suficientes datos disponibles para sacar conclusiones sobre si la vacuna puede afectar la transmisión del SARS-CoV-2. Los datos preliminares del ensayo sugieren que puede haber algún grado de prevención de la infección asintomática después de una dosis única. Se están realizando análisis adicionales de la incidencia de la infección asintomática y la diseminación viral después de la infección para comprender el impacto de la vacuna en la infecciosidad.
SEGUÍ LEYENDO: