Pensamiento crítico, la clave para que los jóvenes no sufran las abrumadoras consecuencias de la infodemia

Las redes sociales pueden provocar una sobrecarga de información errónea o confusa, lo que a su vez puede provocar problemas de salud mental. La OMS y Unicef trabajan para ayudar a los jóvenes a desarrollar un espíritu crítico en época de COVID-19

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“Una infodemia es una sobreabundancia
“Una infodemia es una sobreabundancia de información, en línea o en otros formatos, e incluye los intentos deliberados por difundir información errónea para socavar la respuesta de salud pública y promover otros intereses de determinados grupos o personas" (REUTERS)

Un camino valioso para que los adultos guíen a los jóvenes en la construcción correcta de su conocimiento y con aval de las más grandes entidades del mundo. En este tiempo de pandemia la necesidad de estar correctamente informados ha sido uno de las preocupaciones mayores de la Organización Mundial de la Salud desde abril pasado. Recientemente se publicó una declaración conjunta de la OMS, las Naciones Unidas, el UNICEF, el PNUD, la UNESCO, ONUSIDA, la UIT, la iniciativa Pulso Mundial de las Naciones Unidas y la Federación Internacional Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja

El acceso a información en múltiples plataformas no necesariamente contribuye a la cultura científica. Un documento publicado en The Conversation se introduce en cómo se construye el aprendizaje con fundamentos.

La enfermedad por coronavirus (COVID-19) es la primera pandemia de la historia en la que se emplean a gran escala la tecnología y las redes sociales para ayudar a las personas a mantenerse seguras, informadas, productivas y conectadas. Al mismo tiempo, la tecnología de la que dependemos para mantenernos conectados e informados permite y amplifica una infodemia que sigue minando la respuesta mundial y comprometiendo las medidas para controlar la pandemia.

“Una infodemia es una sobreabundancia de información, en línea o en otros formatos, e incluye los intentos deliberados por difundir información errónea para socavar la respuesta de salud pública y promover otros intereses de determinados grupos o personas -indican en esa declaración-. La información errónea y falsa puede perjudicar la salud física y mental de las personas, incrementar la estigmatización, amenazar los valiosos logros conseguidos en materia de salud y espolear el incumplimiento de las medidas de salud pública, lo que reduce su eficacia y pone en peligro la capacidad de los países de frenar la pandemia”.

Sócrates espolea el COVID-19

El espíritu crítico ha dado
El espíritu crítico ha dado como resultado las mayores revoluciones de la historia

Francisco Esteban Bara, profesor de Filosofía de la Educación Superior, Universitat de Barcelona, en su artículo para The Conversation indica que a Sócrates lo llamaban “el tábano de Atenas”. El “estaba encantado con ese sobrenombre porque lo describía muy bien: su misión era la de aguijonear a las personas a través de preguntas y explicaciones de esas que incordian y que, sobre todo, despiertan”.

El espíritu crítico ha dado como resultado las mayores revoluciones de la historia. “Esa invitación a pensar con criterio –preguntarse el por qué las cosas son así y no de otra manera, tratar de descubrir verdades y desmantelar falsedades, y no dejar de decir, como él mismo hacía, ‘solo sé que no sé nada’–, no tiene parangón”, afirma Bara. Un aprendizaje que intenta navegar entre los datos revelados por otro estudio que reflejó que se pueden detectar más de 3 mil millones de mensajes y más de 100 mil millones de publicaciones que utilizan #covid19, #coronavirus y otras etiquetas similares. Otro estudio de la Fundación Bruno Kessler, basado en casi 520 millones de tuits, constata que “hay una enorme cantidad” de información no confiable que los latinoamericanos reciben”, confirmando que la penetración de la infodemia se ha dado con una fortaleza inusitada en la región.

Las redes sociales pueden provocar una sobrecarga de información errónea o confusa, lo que a su vez puede provocar problemas de salud mental. La OMS señaló que la identificación de los factores subyacentes del miedo, la ansiedad y el estigma que alimentan la desinformación y los rumores, se da especialmente a través de las redes sociales.

La paja del trigo

El principal hallazgo del estudio
El principal hallazgo del estudio muestra que “a medida que las infecciones comenzaron a aumentar, la información confiable rápidamente se volvió más dominante y el contenido de Twitter se desplazó hacia fuentes de información más creíbles” (Shutterstock)

“No hay espíritu crítico cuando nos llevamos por delante aquel principio que dice que para opinar antes hay que conocer, cuando dejamos de valorar que la autonomía intelectual y moral consiste en recorrer un largo y duro trecho de verdades”, expone Bara. Haciendo hincapié en esas advertencias es que la información debe ser tomada. Los especialistas del estudio sobre los mensajes en redes sociales indicaron que “son uno de los principales canales que actualizan la información de COVID-19. El 82,0% de los participantes se exponen con frecuencia a las redes sociales, y percibieron altas probabilidades de ansiedad. Puede haber dos razones que expliquen la asociación entre los espacios digitales y la salud mental. Durante el brote de COVID-19, la desinformación y los informes falsos sobre el virus han bombardeado la web y han avivado temores infundados entre muchos internautas, que pueden confundir a las personas y dañar su salud mental”.

La capacidad crítica permite cernir lo que se lee, intentando contrastarlo con fuentes confiables, e impide la transmisión de más desconocimiento. Manlio De Domenico, jefe de la Unidad de Investigación de Redes Complejas Multicapa (CoMuNe) en el Centro de Tecnología de la Información de la Fondazione Bruno Kessler, en la ciudad italiana de Trento. Tal y como describen sus autores, “en este estudio mostramos que la dinámica de la información adaptada para alterar las percepciones de los individuos, y sus respuestas conductuales, está asociada con un cambio de atención colectiva hacia contenido falso, un fenómeno denominado infodemia, que comparte similitudes con epidemias más tradicionales y fenómenos de propagación”.

Sin embargo, el principal hallazgo del estudio muestra que “a medida que las infecciones comenzaron a aumentar, la información confiable rápidamente se volvió más dominante y el contenido de Twitter se desplazó hacia fuentes de información más creíbles”.

Para De Domenico, las infodemias, al igual que las pandemias, seguirán formando parte de nuestras vidas. Por ello, cree que, como sociedad, debemos estar preparados desarrollando las competencias de pensamiento crítico. “La diferencia es que ahora hay más conciencia del problema, al menos a nivel de las organizaciones internacionales, y también la investigación académica está tratando de avanzar rápidamente para desarrollar el campo de la infodemiología”, concluye.

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