¿Debo vacunarme si ya tuve coronavirus?

Cómo erradicar definitivamente el COVID-19 es todavía una interrogante, pero investigadores y autoridades a nivel mundial trabajan para determinar las medidas o tratamientos que nos empujen hacia el final de la pandemia. En diálogo con Infobae, los especialistas intentan responder algunas de las preguntas más comunes sobre inmunidad y vacunas

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Cómo erradicar definitivamente el COVID-19 es todavía una interrogante, pero investigadores y autoridades a nivel mundial trabajan para determinar las medidas o tratamientos que nos empujen hacia el final de la pandemia (REUTERS)
Cómo erradicar definitivamente el COVID-19 es todavía una interrogante, pero investigadores y autoridades a nivel mundial trabajan para determinar las medidas o tratamientos que nos empujen hacia el final de la pandemia (REUTERS)

El coronavirus es una enfermedad de la que aún los científicos están aprendiendo, con el objetivo de descifrarla en cada aspecto y así lograr combatirla en el mundo entero. En ese sentido, las vacunas que actualmente son desarrolladas por varias farmacéuticas, son herramientas en las que muchos han puesto sus esperanzas para proteger a la población y evitar que más personas sigan muriendo a causa del SARS-CoV-2, el virus que provoca la enfermedad.

No obstante, alrededor de estas surgen un sinnúmero de dudas. Una de ellas es la que plantean quienes ya han sufrido la enfermedad que, en algunos casos, consideran que ya no necesitan la vacuna porque es probable que no vuelvan a infectarse.

Pero, ¿qué sabemos acerca de cómo la inmunidad de una infección previa se compara con la protección que dan las nuevas vacunas?La respuesta corta: no mucho. Pero las vacunas para el COVID-19 han prevenido la enfermedad de manera predecible, y son una apuesta mucho más segura, dijeron los expertos.

“Es difícil predecir quién sobrevivirá ileso a una infección”, dijo en diálogo con The New York Times Jennifer Gommerman, inmunóloga de la Universidad de Toronto. Dadas todas las incógnitas -como la capacidad hospitalaria de una región o la fuerza de la respuesta inmune de una persona- elegir la enfermedad en lugar de la vacuna es “una decisión muy mala”, dijo. “La principal ventaja de una vacuna es que es predecible y segura”, advirtió. Y continuó: “Ha sido diseñada de forma óptima para generar una respuesta inmune efectiva”.

Las vacunas para algunos patógenos, como la bacteria neumocócica, inducen una mejor inmunidad que la infección natural. Las primeras evidencias sugieren que las vacunas para el COVID-19 pueden pertenecer a esta categoría. Los voluntarios que recibieron la vacuna de Moderna tenían más anticuerpos -un marcador de la respuesta inmunitaria- en su sangre que las personas que habían estado enfermas con COVID-19.

“Las vacunas hasta ahora han demostrado que generan una respuesta inmune mayor que la enfermedad natural. Por otro lado, los primeros datos de eficacia muestran que la vacuna es eficaz aún en personas que ya han tenido la enfermedad. En la campaña de vacunación no será un criterio para no vacunar a alguien el haber tenido la enfermedad”, aseguró en diálogo con Infobae el doctor Pablo Bonvehí, médico infectólogo (MN: 62.648), jefe de la Sección Infectología y Control de Infecciones del CEMIC.

Las vacunas para algunos patógenos, como la bacteria neumocócica, inducen una mejor inmunidad que la infección natural. Las primeras evidencias sugieren que las vacunas para el COVID-19 pueden pertenecer a esta categoría (REUTERS)
Las vacunas para algunos patógenos, como la bacteria neumocócica, inducen una mejor inmunidad que la infección natural. Las primeras evidencias sugieren que las vacunas para el COVID-19 pueden pertenecer a esta categoría (REUTERS)

“No hay nada perjudicial en obtener un estímulo para una respuesta inmune que ya se ha tenido antes”, dijo Marion Pepper, inmunóloga de la Universidad de Washington en Seattle. “Podrías obtener una respuesta inmune aún mejor al aumentar la inmunidad de la primera infección con la vacuna”.

De hecho, en una reunión el miércoles, Moncef Slaoui, asesor principal de la Operación Máxima Velocidad (u Operation Warp Speed, el esfuerzo de vacunación de EEUU, indicó que hasta el diez por ciento de los participantes en los ensayos clínicos para las vacunas habían sido infectados con el virus sin saberlo y que sus respuestas inmunológicas a la vacuna están siendo analizadas.

Consultado por este medio, el doctor Francisco Nacinovich, jefe de infectología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires y miembro de la comisión de vacunas de la Sociedad Argentina de Infectología, indicó: “Aún habiendo contraído la enfermedad es recomendable vacunarse. Es la indicación de nuestra autoridad sanitaria. No se sabe cuanto duran los anticuerpos por la infección natural. Se cree que duran entre noventa y cien días, en algunas personas menos y no todos tienen anticuerpos protectores. En general, las vacunas estimulan el sistema inmunológico evitando los efectos adversos y la mortalidad”.

Aun así, el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización, que hace recomendaciones a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EEUU sobre la distribución de las vacunas, dijo en una reunión el miércoles que las personas que no habían sido infectadas deben tener prioridad sobre las que contrajeron el virus en los últimos 90 días.

“En algún momento tendremos que averiguar si 90 días es el número correcto”, dijo Yvonne Maldonado, quien representa a la Academia Estadounidense de Pediatría en las reuniones del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización. Pero por ahora, “las personas que tienen evidencia de infección recientemente probablemente no deberían estar en la primera línea de la vacunación porque hay muy pocas vacunas disponibles”.

La diversidad en la respuesta inmunitaria de la infección natural podría deberse a las diferencias en la cantidad de virus a la que la persona estuvo expuesta (REUTERS)
La diversidad en la respuesta inmunitaria de la infección natural podría deberse a las diferencias en la cantidad de virus a la que la persona estuvo expuesta (REUTERS)

Sin embargo, en otros casos, se cree que una infección natural es más poderosa que una vacuna. Por ejemplo, el hecho de contraer paperas -que en casos raros puede causar problemas de fertilidad en los hombres- genera inmunidad de por vida, pero algunas personas que han recibido una o dos dosis de la vacuna siguen contrayendo la enfermedad.

En el caso de coronavirus, la inmunidad natural que provoca es afortunadamente bastante fuerte. La gran mayoría de las personas infectadas producen al menos algunos anticuerpos y células inmunes que pueden combatir la infección. Y la evidencia hasta ahora sugiere que esta protección persistirá por años, lo que prevendrá enfermedades serias, si no la reinfección.

“En la mayoría de los casos, una infección produce una respuesta inmune mayor y más duradera. Esto es porque las vacunas, por lo menos las más antiguas, eran virus atenuados y la infección es caudada por el virus completo. En principio, cuando uno ya tuvo una infección, como la respuesta inmune es mayor que la vacuna no tiene mucho sentido vacunarse. Salvo en aquellos casos donde la inmunidad no persiste. Tendrá que pasar tiempo para que podamos saberlo con certeza”, señaló en diálogo con este medio la doctora Cristina Freuler, médica infectóloga y jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán.

Pero hay un “rango dinámico masivo” en esa respuesta del organismo, con una diferencia de 200 veces en los niveles de anticuerpos. En las personas que están levemente enfermas, la protección inmunológica capaz de prevenir una segunda infección puede disminuir en unos pocos meses. “Esas personas podrían beneficiarse más de la vacuna que otras”, afirmó Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.

La diversidad en la respuesta inmunitaria de la infección natural podría deberse a las diferencias en la cantidad de virus a la que la persona estuvo expuesta. Con una vacuna, todo el mundo recibe la misma dosis. “Sabemos la dosis que se está administrando, y sabemos que esa dosis es efectiva para provocar una respuesta inmunitaria”, añadió Gommerman. “Así que eso se convierte en una variable que se quita de la mesa cuando se recibe la vacuna”.

Para el infectólogo Ricardo Teijeiro, “la respuesta inmunitaria depende de cada paciente y de la características de esa infección. Una misma infección en distintos pacientes se puede comportar de manera completamente diferente. Uno puede generar un nivel de anticuerpos suficiente y otro no. La respuesta inmune a una vacuna depende del tipo de vacuna. Hay vacunas tradicionales que pueden tener una respuesta inmune favorable pero que va cayendo con el tiempo y por eso se necesitan refuerzos. Las nuevas vacunas con nuevas tecnologías son diferentes; pueden generar realmente un buen nivel de anticuerpos y un tiempo prudencial de protección. Lo que pasa es que hay vacunas que no conocemos del todo y que van a requerir estudio a la distancia”.

En un estudio de más de 3000 personas, de 18 a 34 años, que fueron hospitalizadas por coronavirus, el 20 por ciento requirió cuidados intensivos y el tres por ciento murió (EFE)
En un estudio de más de 3000 personas, de 18 a 34 años, que fueron hospitalizadas por coronavirus, el 20 por ciento requirió cuidados intensivos y el tres por ciento murió (EFE)

Soy joven, saludable y no soy población de riesgo. ¿Por qué no arriesgarme a enfermarme en vez de recibir una vacuna aprobada de manera apresurada? Los expertos consultados por el periódico estadounidense fueron unánimes en su respuesta: el COVID-19 es de lejos la opción más peligrosa. “Está claro que una es menos problemática para la recuperación del cuerpo que la otra: hay más riesgo con la infección natural”, advirtió Pepper.

Las personas que son obesas o que tienen enfermedades como la diabetes son particularmente susceptibles a los casos graves de COVID-19. En promedio, el virus parece ser menos riesgoso para los jóvenes, y a las mujeres les suele ir mejor que a los hombres. Pero más allá de estas amplias generalizaciones, los médicos no saben por qué algunas personas se enferman gravemente y mueren mientras que otras no presentan síntomas. Por ejemplo, las personas que albergan ciertas mutaciones en los genes inmunes son más susceptibles a la enfermedad, según han demostrado varios estudios. “Así que hay un factor de riesgo que no tiene nada que ver con la edad”, dijo Gommerman.

“Es cierto que la mayoría de la gente no va a ser hospitalizada, la mayoría de la gente no va a entrar en la unidad de cuidados intensivos o va a morir. Pero nadie es inmune a la enfermedad grave”, manifestó Maldonado.

Hasta una de cada tres personas que se recuperan de coronavirus tienen afecciones crónicas posteriores, incluyendo agotamiento y taquicardia, durante meses después. Esto incluye a personas menores de 35 años sin condiciones de salud previas. Algunos sobrevivientes de de la enfermedad también muestran signos preocupantes de que su cuerpo se ha vuelto sobre sí mismo, con síntomas similares a los del lupus y la artritis reumatoide.

Las vacunas para el COVID-19, en cambio, conllevan poco riesgo conocido. Han sido probadas en decenas de miles de personas sin efectos secundarios graves, al menos hasta ahora. “Una vez que se comienza a vacunar a millones de personas, se pueden encontrar eventos muy, muy raros. Pero tenemos que saber que son muy, muy raros y mucho más raros que los eventos adversos asociados con la infección natural”, finalizó Hanage.

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