Con el objetivo de encontrar posibles tratamientos a la esquizofrenia, la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y el ENyS del CONICET estudiaron a 25 participantes sin diagnóstico clínico de esquizofrenia, de entre 18 y 50 años. La investigación, publicada en la revista científica Neuropsychologia, midió el grado de esquizotipo de los participantes y, específicamente, su mayor o menor tendencia a tener percepciones auditivas inusuales (“escuchar voces”). Además, pudieron observar qué ocurre a nivel de la conducta y del cerebro.
La esquizofrenia es una enfermedad psiquiátrica caracterizada por síntomas positivos y negativos. Entre los primeros se distinguen las alucinaciones y las ideas delirantes. Y, entre los segundos, todo lo que tiene que ver con la apatía, el aplanamiento afectivo y la retracción social. Es considerada un espectro que incluye desde graves desórdenes hasta leves manifestaciones que no llegan a cumplir criterio para un diagnóstico clínico. Este abanico abarca una secuencia de rasgos comunes como la tendencia a experimentar percepciones inusuales o ficticias. Y, además, existen personas que, sin llegar a tener ese diagnóstico, comparten algunas características en forma leve.
La doctora Lucía Alba-Ferrara, a cargo del equipo investigador, explicó a Infobae el motivo de la investigación: “El objetivo era encontrar los mecanismos cerebrales que dan lugar a las alucinaciones. Mi pregunta principal era por qué hay gente que escucha voces cuando nadie les está hablando. Me parece una enfermedad de gran relevancia porque tiene un costo muy alto en la calidad de vida de los pacientes. Un costo social, económico muy grande a nivel mundial. Por eso la investigación es muy importante y, además, las alucinaciones en sí son uno de los síntomas más sufridos por los pacientes. Las voces escuchadas muchas veces son desagradables, o les piden que hagan cosas indebidas”.
La prueba consistió en escuchar palabras que estaban mezclados con ruido “blanco” (como una radio mal sintonizada). Algunas palabras no tenían significado emocional y otras tenían un significado peyorativo. Alba-Ferrara explicó: “La tarea consistió en escuchar sonidos, todas mezclados con “ruido blanco”, un sonido que contiene todas las frecuencias, similar al de una radio mal sintonizada, en diferentes proporciones para hacerlas más difíciles de entender. Y medimos la actividad cerebral a través de la técnica de Resonancia Magnética Funcional. Así, pudimos observar qué ocurre a nivel de la conducta y del cerebro ante estos audios”.
Los resultados mostraron que en un contexto ruidoso todos los participantes reconocían mejor las palabras peyorativas (por ejemplo, “miserable”) que las neutrales (“colorado”). Además, las personas con mayor grado de esquizotipo reconocían palabras, incluso, cuando el ruido era suficiente para tornarlas incomprensibles. Se observó, en estos casos, que se activaban con mayor fuerza las regiones cerebrales encargadas del procesamiento de la atención y del lenguaje.
Todo lo que es emocionalmente relevante siempre llama más la atención, aunque en personas con tendencia a “escuchar voces” está exacerbado. La activación simultánea de la atención y del área vinculada al lenguaje explica por qué se otorgan significados a esos ruidos. Esto desencadena en falsos reconocimientos de palabras, como ocurre en las alucinaciones funcionales. “La atención que se despierta ante estas palabras o sonidos, sobre todo las negativas, en las personas de alto esquizotipo, sumado al reclutamiento de áreas que corresponden al lenguaje, logran otorgar significado a estos sonidos. Incluso en palabras que no se entienden”, argumentó la investigadora.
La buena noticia es que al poder detectar las bases neurales, es decir la organización cerebral que da lugar a estas alucinaciones, y el mecanismo que las genera, se puede pensar en los tratamientos posibles. Sobre todo, para pacientes que sufren de este síntoma y cuya medicación no les funciona. Hoy en día, los tratamientos utilizados tienen que ver con la toma de medicación antipsicótica, con rehabilitación que trabaja sobre las habilidades sociales de los pacientes. Y con psicoterapia que ayuda a saber qué hacer cuando se escuchan voces, a ignorarlas, y a no actuar en función de lo que piden.
La novedad, luego del hallazgo, es que se podría llegar a suprimir el escucharlas trayendo de la mano una mayor calidad de vida para los pacientes. La investigadora adelantó el próximo paso: “Es posible, entonces, elegir las zonas target, las zonas implicadas, y a partir de ahí inhibirlas mediante técnicas como la Estimulación Magnética Transcraneal. La idea es apuntar a tratamientos que trabajen los nodos que no están funcionando. Estos métodos pueden adormecer esas partes del cerebro y, así, reducir las alucinaciones”. Y finalizó: “En esta oportunidad hicimos el estudio en población no clínica, con alto esquizotipo. Es decir, un rasgo que se asemeja a la esquizofrenia, sin ser pacientes. Lo siguiente es trabajar con pacientes con el diagnóstico. Esto implica cierta complejidad porque son personas que están medicadas y la medicación puede ser un factor que confunda a la hora de medir lo que sucede en el cerebro”.
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