El rol de los niños en la pandemia por COVID-19 fue discutido desde la aparición del nuevo virus en China. Y de hecho su papel de “super contagiadores” fue lo que justificó en el país medidas como la suspensión de clases de manera presencial, que ya lleva casi ocho meses.
Ahora, la médica epidemióloga pediatra Ángela Gentile enfatizó en el hecho de que “los chicos en general hacen formas leves o asintomáticas de la enfermedad, lo que significa que tienen una baja carga viral como cualquier caso leve”. “No son las bombas biológicas que en algún momento se pensaba”, remarcó en declaraciones a Futurorock FM, al tiempo que consideró que en ese sentido “no es complicado que vuelvan a clases presenciales mientras se haga con protocolos”.
“Hay revisión sistemática de 190 trabajos en todo el mundo y uno muy interesante de la Universidad de Edimburgo acaba de volver a refrendar el tema de que si se trabajan los protocolos es perfectamente posible (la vuelta a clases presencial); los niños no contagian más que un adulto -enfatizó la jefa del Departamento de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez-. Tenemos que tener mucha prudencia para avanzar, pero también aprender a vivir con este coronavirus y eso incluye el regreso de los niños a las aulas”.
Ya un estudio publicado en mayo en la revista científica JAMA daba cuenta de la causa por la que los niños representan menos del 2% de los casos de COVID-19: la expresión de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), que se demostró que se une a la proteína espiga del SARS-CoV-2 y promueve la internalización del virus en las células humanas es más baja en los menores y esta aumenta en la edad adulta.
“Los niños no tienen el receptor ACE2; terminan de expresarlo después de los 18 años”, había dicho en esa oportunidad a Infobae el médico infectólogo pediatra Eduardo López, que integra con Gentile el comité de expertos que asesoran al Gobierno en la pandemia. “Sólo entre un 10 y un 15% lo tiene antes de esa edad”, insistió.
Para la autora del estudio, Supinda Bunyavanich, de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí, “por qué los niños tienen menos COVID-19 que los adultos ha sido un rompecabezas”. “Ahora se ha formulado la hipótesis de que una menor expresión de la ACE2, que el virus del SARS-CoV-2 utiliza para entrar en el cuerpo, podría explicar por qué los niños tienen menos probabilidades de contraer COVID-19”.
En la misma entrevista, Gentile se manifestó acerca de los asintomáticos, otro grupo que despertó gran interés en el desarrollo de la pandemia y sobre el que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) se contradijo en varias oportunidades. “Aprendimos a lo largo de estos meses el rol que tienen las formas leves o asintomáticas; se preparó todo el sistema de salud para las formas más graves de la enfermedad y a partir de los hallazgos en Europa, empezamos a saber del tema e implementar estrategias para detectarlos con el fin de comenzar a disminuir la transmisión”, destacó la especialista.
Y tras considerar que “el foco en este momento tiene que seguir siendo la detección de formas leves para encarar un rebrote de menor magnitud”, explicó que “los asintomáticos contagian menos porque la carga viral tiene relación directa con la sintomatología clínica”.
Sobre cómo se propaga el virus en el aula
Las dinámicas de contagio por aerosoles en el aula son muy distintas si el paciente cero es alumno o docente. Según un relevamiento realizado por Public Health England, los adultos parecen ser más contagiosos que los niños. La investigación de la agencia gubernamental británica sostiene que los niños no serían un vector de transmisión comunitaria tan relevante como los adultos en el contexto educativo.
La situación más peligrosa se daría en un aula sin ventilación en la que la persona infectada fuera el profesor. Si pasaran dos horas de clase con un docente enfermo, sin tomar ninguna medida contra los aerosoles, la probabilidad de contagio alcanzaría hasta a 12 alumnos. Si todos llevaran máscaras faciales, sólo cinco se podrían contagiar. Si además se ventila durante la clase (de forma natural o mecánica) y se para después de una hora para renovar completamente el aire, el riesgo se desploma.
En todos los contextos, el escenario ideal sería en exteriores, donde las partículas infecciosas se diluyen rápidamente. Si no se mantiene la distancia con el posible paciente cero, la probabilidad de contagio se multiplica porque entran en juego las gotas expulsadas y porque la ventilación no sería suficiente para diluir los aerosoles si las dos personas están muy pegadas.
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