El 2020 sin dudas es un año donde los términos “ansiedad”, “estrés”, “depresión” y “angustia” tomaron mayor relevancia entre la población por la llegada de la pandemia, la cual obligó que todos se tuviera que adaptar a una nueva realidad.
Actualmente, la mayoría de las encuestas muestra un aumento de los síntomas de depresión, ansiedad y estrés relacionados con COVID-19, como resultado de factores estresantes psicosociales como la interrupción de la vida, el miedo a la enfermedad o el miedo a los efectos económicos negativos. Ansiedad fóbica, pánico y ver televisión en exceso (que se ha asociado con alteraciones del estado de ánimo, alteraciones del sueño, fatigabilidad y deterioro de la autorregulación), y la exposición a las redes sociales se ha asociado con un aumento de las probabilidades de ansiedad.
En este contexto, el Fleni junto al Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias del CONICET y la UBA realizaron una nueva investigación con el fin de evaluar cómo afecta en la salud mental de los argentinos el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como aquella que abarca una amplia gama de actividades directa o indirectamente relacionadas con el componente de bienestar mental incluido en la definición de salud conocida como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Además, está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento y rehabilitación de las personas afectadas por dichos trastornos.
El aislamiento social constituye un factor de estrés conocido ya que estudios anteriores encontraron niveles significativos de malestar, ira, desesperanza, depresión, miedo al contagio y ansiedad en personas en cuarentenas breves como la del SARS en 2003.
El estudio realizado se llevó a cabo en abril y participaron más de 5000 personas de diferentes edades, niveles de educación y socio-económico.
Dentro de los principales hallazgos, encontraron que la experiencia de la cuarentena en general es similar para la mayoría de las personas, ya que los síntomas difieren en su intensidad.
Por otro lado, el contexto se asoció con malestar (estrés) psicológico moderado-severo en un 80% de las personas y una alta prevalencia de síntomas de fobias (41%), ansiedad (31%), depresión (27,5%), obsesión-compulsión (25,1%), malestar general (27,1%) y hostilidad (13,7%).
Los síntomas específicos más frecuentes en todas las personas fueron: nerviosismo (86,1%), irritación (73,9%), tristeza (70,1%), miedo (67,8%), alteraciones del sueño (61,2%), problemas de concentración (58,3%), miedo a lugares concurridos (56,5%), sensación de bloqueo (55,4%), miedo a viajar (50,6%), sentirse distante de las personas (50,2%), dificultades de memoria (50%) y Tensión / Agitación (49,6%).
Dentro de los grupos con mayor riesgo de padecimiento emocional se encontraron las mujeres, los jóvenes y las personas con diagnostico psiquiátrico o neurológico previo, los que tuvieron un trauma previo, altos niveles de personalidad neurótica fueron los que presentaron un mayor miedo al COVID-19.
Ser un adulto mayor, estar casado, pertenecer a la clase media alta y alta, tener una personalidad resiliente y buenas habilidades de afrontamiento frente a la cuarentena, fueron las características que se asociaron a menor riesgo de presentar síntomas. “La identificación de los grupos de riesgo para el padecimiento emocional es muy importante ya que colabora en la detección precoz y posibilita el diseño de herramientas preventivas o de tratamiento para esta población”, explicó Lucía Crivelli, coordinadora del área de Neuropsicología del Fleni.
La relación entre estas características individuales y el nivel de severidad de los síntomas es explicada por el miedo al COVID-19 y las habilidades de afrontamiento frente a la cuarentena. Estos hallazgos sugieren que las personas en cuarentena corren el riesgo de sufrir malestar psicológico moderado a grave y pueden requerir atención a largo plazo.
“El estrés psicológico existe en un continuo dentro de la población. Los niveles de estrés elevados son comunes en los trastornos mentales. Sin embargo, hay que remarcar que si bien encontramos la presencia de muchos síntomas de ansiedad, depresión, estrés, entre otros, en las personas en cuarentena, esto no significa que todas ellas ahora padezcan un trastorno mental. El estrés en este sentido, es un mecanismo conservado evolutivamente que nos permite hacer frente a situaciones que percibimos como amenazantes y promueve la adaptación a un ambiente incierto y desafiante como el actual. Actualmente estamos continuando con la investigación y es probable que el curso de los síntomas y los niveles de estrés se hayan modificado”, apuntó Rodrigo Fernandez, Investigador del CONICET en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFYByNE).
SEGUÍ LEYENDO