Llevar barbijo en la calle, tiendas y peluquerías se ha convertido en algo natural para muchos de nosotros en los últimos meses. Pero con el aumento de casos de COVID-19 algunos expertos creen que deberíamos usarlos con más frecuencia. Así es que surge la pregunta: ¿alguna vez dejaremos de usar máscaras faciales? ¿O deberíamos aceptar que son parte de la vida a partir de ahora? Los expertos aportan sus mejores predicciones.
Arpana Verma, profesora de salud pública y epidemiología en la Universidad de Manchester, dice que “puede imaginar un momento en el que ya no se necesiten máscaras faciales, pero es difícil establecer una escala de tiempo”. “Espero que volvamos a una época en la que los niveles de coronavirus circulantes desaparezcan”, aseguró en diálogo con The Huffington Post. “Pero, al igual que con algunas culturas donde han repetido brotes de coronavirus, el uso de mascarillas para algunos es la norma”.
Se ha debatido mucho sobre cuándo estará disponible una vacuna y si la vida “volverá a la normalidad” para Navidad. Pero Verma cree que el plazo para las vacunas, y el posible fin de las máscaras faciales, será mucho más largo. “Creo que la primavera de 2021 (marzo, abril y mayo) será un momento de esperanza cuando tengamos mucha más evidencia y soluciones efectivas”, dijo.
“En sitios de circulación comunitaria van a seguir utilizándose las máscaras faciales. Cuando la circulación deje de ser comunitaria, posiblemente el uso de máscaras faciales se restrinja a los clústers de alta contagiosidad, como son los centros de salud. Deberíamos aceptar que ahora son parte de nuestra vida”, sostuvo en diálogo con Infobae el doctor Edgardo Bottaro, médico infectólogo, coordinador médico de Helios Salud.
El doctor Julian Tang, virólogo consultor y profesor del Departamento de Ciencias Respiratorias de la Universidad de Leicester, está de acuerdo con que si bien las máscaras no estarán aquí para siempre, es probable que sea un largo camino. “Al igual que con el virus de la gripe pandémica de 2009, creo que el SARS-CoV-2 gradualmente se adaptará más a los humanos”, explica. “Por lo tanto, más transmisible, menos letal, lo que aumentará lentamente nuestra inmunidad colectiva en general. Esto puede reducir la necesidad de máscaras, excepto en grupos específicos de personas mayores o vulnerables”.
La inmunidad colectiva ocurre cuando un gran porcentaje de la población ha desarrollado inmunidad a un virus, lo que dificulta la propagación del virus. El SARS-CoV-2 muta más lentamente que la gripe, agrega el doctor Tang, por lo que es probable que el camino hacia la inmunidad colectiva sea más largo. “Por supuesto, si se encuentra y se usa ampliamente una vacuna eficaz contra el SARS-CoV-2, esto aumentará la inmunidad colectiva en general mucho más rápidamente para limitar aún más la propagación del virus”, advierte.
Pero incluso con una vacuna, Tang advierte que la inmunidad colectiva podría tardar mucho en establecerse. “Al observar la creciente tasa de propagación mundial del SARS-CoV-2 a través de poblaciones susceptibles, algunas con intervenciones esporádicas de eficacia variable, sin una vacuna, podría llevar de cinco a 10 años alcanzar un nivel de inmunidad colectiva adquirida naturalmente”, dice.
Sin embargo, para Bottaro, “todavía no hay certeza de que exista la inmunidad colectiva porque tampoco hay certeza de que exista la inmunidad”. “Ya hay 8 casos publicados a lo largo del mundo de personas reinfectadas con cepas virales diferentes. Existe la percepción de que podrían haber reinfecciones. Por lo tanto, si no tenemos certeza de la inmunidad individual, no podemos tener certeza de que vaya a existir la inmunidad colectiva”, reconoció el experto.
Un desafío es que los científicos aún no saben con certeza cuánto dura la inmunidad, si se adquiere de forma natural o mediante una vacuna. “Irónicamente, cuanto más efectivas sean las intervenciones de control de infecciones (enmascaramiento, distanciamiento social, encierro, etc.), más tiempo tendrán que permanecer en su lugar, ya que también reducirán la tasa de adquisición de inmunidad colectiva”, agrega el doctor Tang.
En diálogo con Infobae, el médico infectólogo jefe de la Sección Infectología y Control de Infecciones del CEMIC, Pablo Bonvehí, explicó: “Por ahora, tenemos que seguir utilizando tapaboca ya que es una forma muy eficaz de contener la cantidad de virus que la gente elimina la mayoría de las veces sin saberlo. Es muy difícil saber por cuánto tiempo, pero en la medida que no se puedan asegurar los dos metros de distancia, se debe mantener su uso”.
Entonces, ¿estamos condenados a usar máscaras durante la próxima década? No necesariamente, añade Tang. Los gobiernos pueden decidir implementar un enfoque de “máscaras sí, máscaras no”, reaccionando a los niveles de virus locales. “Algunos países como Nueva Zelanda tienen muy pocos casos de COVID-19 por millón de personas, por lo que se podría argumentar que las mascarillas no son necesarias por debajo de un cierto umbral de incidencia / tasa de prevalencia de COVID-19”, dice.
“Pero -continúa- se necesitará un sistema de informes y pruebas muy eficiente, eficaz, coordinado y rápido para mantener estas incidencias actualizadas y precisas, para decidir cuándo se necesita nuevamente el enmascaramiento universal”.
Un programa de este tipo no sería “fácil ni barato de configurar o mantener”, y requeriría pruebas periódicas dentro de la comunidad, no solo en los que van al hospital. En resumen: no podremos deshacernos de nuestras máscaras en el corto plazo. Nuestra mejor esperanza radica en una vacuna eficaz, impulsada por un sistema de seguimiento y localización eficiente.
“El control de la diseminación de la enfermedad a partir de contar con una vacuna eficaz con buenas coberturas de vacunación permitiría que pueda dejar de utilizarse. El lograr inmunidad de rebaño parece algo más alejado”, finalizó Bonvehí.
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