Un equipo de científicos de la Fundación Instituto Leloir y del Conicet lograron un importante descubrimiento sobre el virus del zika.
“La clave de esta investigación fue el desarrollo de un clon infeccioso de zika que es una herramienta que nos permite modificar genéticamente al virus”, comenzó explicando el biólogo Horacio Pallarés, en diálogo con Télam. Dicho logro podría ser la base para la formulación de tratamientos y posibles vacunas.
El zika es una enfermedad viral que se transmite por la picadura del mosquito Aedes aegypti (el mismo del dengue y chikungunya) y que también se puede contraer a través de relaciones sexuales. Sus principales síntomas son: fiebre leve, sarpullido, dolor de cabeza, de articulaciones y muscular, malestar general y conjuntivitis no purulenta, que ocurre entre 2 a días después de la picadura del mosquito vector.
En 2014, Chile notificó la transmisión autóctona del virus en la Isla de Pascua. Al año siguiente, en Brasil se confirmaron casos en el nordeste, en julio se detectó una asociación entre el zika y el síndrome de Guillain-Barré (afectación del sistema inmunológico que ataca los nervios), y meses más tarde -octubre de 2015-, se alertó por un posible vínculo entre el zika y malformaciones del sistema nervioso central al nacer, incluyendo la microcefalia.
En 2016, en Argentina, un grupo de trabajo del Instituto Nacional de Enfermedades Virales “Dr. Julio I. Maiztegui” (INEVH), en Pergamino, liderados por María Alejandra Morales, logró aislar el virus de pacientes con infección en nuestro país. “Es decir, lograron las cepas locales del virus del zika”, precisó Pallarés, uno de los investigadores de la Fundación Leloir.
A partir de las cepas locales del virus, la Fundación Leloir pudo identificar la secuencia genética del zika y construir una herramienta que permita el clonado molecular, “clave para estudiar un virus y en el caso del zika se ha realizado en muy pocas partes del mundo”, expresó el biólogo.
Pallarés realizó la investigación junto a Mora González Ledesma, Luana de Borba, Diego Ojeda y Guadalupe Costa Navarro, bajo la dirección de Andrea Gamarnik. El trabajo y los resultados de la misma fueron publicados por la prestigiosa revista Journal of Virology.
Luego de logrado el clonado molecular, los científicos siguieron con la investigación buscando descifrar “cómo hace el virus del zika para evadir la respuesta inmune tanto de los mosquitos como de las personas para causar infección, porque este virus tiene la particularidad de infectar a las dos especies”.
A partir de este planteo, pudieron diseñar un virus al que le quitaron una porción del genoma. “Ese virus modificado infectó a las células de los mosquitos pero cuando cuando lo usamos para infectar células humanas instantáneamente se generaba una respuesta antiviral tan grande que lo eliminaban”, describió Pallarés.
Sin embargo, cuando utilizaban el clon del virus completo para infectar células humanas, “se generaba una producción del virus tan grande que terminaba generando la muerte celular, es decir que la célula no podía controlar la infección”.
Según el biólogo, la principal hipótesis es que “si nosotros logramos comprender cómo esta porción del genoma hace para evadir la respuesta inmune, si salteamos esta evasión, podemos generar antivirales que permitan que el cuerpo termine eliminando el virus durante la infección o bien podemos generar virus atenuados para vacunas que infecten con síntomas muy leves a las personas y que rápidamente generen anticuerpos que eliminen el virus”.
Pese al entusiasmo por el trabajo que tuvo repercusión internacional, Pallarés explicó que “aunque es una etapa de investigación en laboratorio, todas estas hipótesis tendrán que trabajarse a futuro para ver si funcionan”.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el primer caso de transmisión local de zika ocurrió por vía sexual en el año 2016 en la provincia de Córdoba. Semanas más tarde, de ese mismo año, hubo un rebrote en Tucumán, donde se registraron 25 casos.
En octubre de 2016, el INEVH notificó el primer caso confirmado de síndrome congénito, asociado a la infección por el virus del zika correspondiente a un niño nacido en Tucumán; y luego se notificaron otros dos en Córdoba y en la provincia de Buenos Aires. En ambos casos las madres habrían adquirido la infección en Bolivia durante la gestación, por lo que se los clasificó como casos importados.
Durante el primer semestre de 2017 hubo brotes en Ingeniero Juárez (Formosa), Embarcación, Tartagal y Mosconi (Salta) y El Sauzalito (Chaco); los últimos casos positivos de ese año se registraron el 4 de mayo en el Chaco y el 1 de junio en Salta. Al otro año se detectaron 57 casos -sin antecedentes de viaje-, en los departamentos salteños de General San Martín (29), Orán (25), en Salta capital (2) y en el partido bonaerense de La Matanza (1).
En Argentina, durante la temporada 2019/2020 no se registraron casos confirmados de infección por virus zika, aunque desde el año pasado al actual si hubo más de 30 mil casos de dengue y 24 muertes. Considerando que es el mismo mosquito que propaga el zika, al principio de la pandemia de coronavirus las autoridades sanitarias enfocaban la mayor parte de la preocupación en contener al dengue.
“Es muy importante estudiar estas enfermedades que se contagian por mosquito. El virus del zika pertenece a la misma familia que dengue y fiebre amarilla y existen muchos otros virus de esta familia con potencial de saltar de hospedador al humano, como sucedió con zika en el 2015”, concluyó Pallarés.
Este descubrimiento se suma al que lograron meses atrás un grupo del Conicet que contó con apoyo internacional. Los científicos crearon una fórmula que sirve para desarrollar un medicamento que evite los efectos del zika y que también podría aplicarse para casos de coronavirus
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