Desde la sanción de la ley nacional de reproducción médicamente asistida (26.862) el número de parejas que lograron el embarazo gracias a las novedosas técnicas creció exponencialmente. Lo propio ocurrió con la difusión de información sobre los distintos tratamientos de fertilidad y sus posibilidades, desde la inseminación artificial a la fertilización in vitro. Y, a la par, también se incrementaron los casos de personas que decidieron seguir el proceso de congelamiento de óvulos para maternidad diferida.
Sin embargo, el arribo del COVID-19 puso en pausa el proyecto de muchas personas en convertirse en padres. “A partir de la llegada de la pandemia, la primera recomendación del Ministerio de Salud fue la de no realizar más tratamientos de reproducción asistida hasta no tener más información sobre la enfermedad. Hoy por suerte, se abre nuevamente la posibilidad de realizar tratamientos y se le da prioridad a los pacientes que no pueden esperar a cumplir sus sueños de convertirse ya en padres, ya sea por la edad o por su reserva ovárica”, explicó el doctor Sergio Papier, ex Presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMeR).
De este modo, a partir del mes de mayo, los procedimientos se reanudaron con un estricto protocolo de cuidado tanto de los pacientes como de los trabajadores de la salud. No obstante, advierten que el retraso o la suspensión puede tener efectos emocionales y psicológicos en los pacientes.
Para estos pacientes, a las dificultades conocidas para lograr el embarazo ahora se le suman dificultades impensadas producto de la pandemia. El factor tiempo es una de las variables más difíciles de sobrellevar en fertilidad. Todas las instancias requieren de largas esperas que generan mayor ansiedad. Para ellos y para ellas, el deseo de ser padres es impostergable y la pandemia los obliga a esperar a que las nuevas normativas los incluyan. Desde el plano vital y emocional, el proyecto de tener un hijo/a es vivido como una urgencia y esta nueva realidad suma más incertidumbre a la incertidumbre que de por sí tiene la apuesta a lograr el embarazo con la ayuda de las técnicas de reproducción humana asistida.
“Hay que poner el foco en la edad porque es una de las principales causas de infertilidad, ya que genera problemas en la calidad de los óvulos. Por eso es vital hablar con la ginecóloga o con un especialista para ver la posibilidad de congelar óvulos si no se desea ser madre cuando uno es joven. Si hay problemas de fertilidad, lo que ofrece la fecundación in vitro, el estudio genético de los embriones es para tratar el efecto de la edad sobre la infertilidad. Si el paciente está en edades muy avanzadas o hay un problema sobre la calidad o la cantidad de los óvulos hay alternativas como la adopción o los tratamientos de ovodonación”, concluyó Papier.
La criopreservación de óvulos es una práctica que comenzó a realizarse a mujeres que padecían algún tipo de enfermedad que ponía en riesgo su fertilidad. Hoy además se utiliza en mujeres sanas que deciden congelar óvulos por motivos estrictamente personales. En ambos casos, la edad es fundamental y se sugiere que lo hagan antes de los 35 años, edad de la mujer en la que comienza a disminuir rápidamente la calidad ovocitaria.
Cada año, se realizan en el país unos 21 mil ciclos de fertilización asistida. Entre los procedimientos más comunes, están la fertilización in vitro convencional, que consiste en la fecundación del óvulo por el espermatozoide de manera extracorpórea, y el ICSI, en la cual a los espermatozoides se los introduce en el interior del óvulo para facilitar el desarrollo embrionario.
El objetivo de Stamboulian Talks es transmitir a través de exposiciones atractivas y sintéticas aspectos interesantes, importantes o novedosos en temas sanitarios. La meta es que cada presentación sirva de disparador para que la audiencia se sienta motivada a profundizar, indagar, crear conciencia o pasar a la acción en relación a los temas presentados.
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