La pandemia sitúa al personal sanitario en situaciones de exigencia excepcional. La vulnerabilidad y el riesgo del personal de salud en la primera línea de fuego los hace estar sometidos a un enorme volumen de trabajo y en ocasiones se ven en situaciones traumáticas y frente a decisiones difíciles, con una tasa de letalidad sin precedentes, y además deben convivir con el temor a contraer la enfermedad o a propagarla entre sus familiares y allegados.
Por las lecciones extraídas de otros brotes, como la epidemia de ébola en África Occidental en 2014, se sabe que los trabajadores y trabajadoras de salud pueden vivir en carne propia la discriminación y el estigma, debido al temor del público a contraer la enfermedad.
La Organización Mundial del Trabajo (OIT) ha sugerido una respuesta que debe prever, entre otras cosas, la prestación de asistencia social a los equipos, las familias y los allegados, además de información y orientaciones para los trabajadores de salud sobre cómo gestionar el estrés, y de asesoramiento y orientaciones para el estrés postraumático.
En situaciones de emergencia, el personal de salud tiene que trabajar en situaciones irregulares y en ocasiones atípicas. En el marco de la respuesta al brote, buena parte de este personal está afrontando una inmensa carga de trabajo adicional, horas de trabajo prolongadas, y falta de periodos de descanso. Ante el cierre de las escuelas y el confinamiento impuesto en muchos países, estas personas tienen además que organizar su vida privada y cuidar de personas a cargo.
Para este punto, la OIT insta a adoptar disposiciones apropiadas con respecto al horario de trabajo, para que los trabajadores y trabajadoras de salud puedan equilibrar las exigencias del servicio sanitario con sus responsabilidades domésticas de cuidados y su propio bienestar.
Sobre los recursos
Para luchar contra la pandemia, varios países han reaccionado recurriendo a asistencia profesional de corta duración, aunque también a voluntarios y a otros sectores, como el de las fuerzas armadas, estudiantes de medicina o enfermería, o a trabajadores de salud jubilados.
Si bien estas medidas son alentadoras pues aseguran la asistencia necesaria, deben aplicarse con cuidado para que estos trabajadores y trabajadoras gocen de la misma protección laboral que los demás trabajadores. La preocupación se centra en la tarea de los gobiernos que deberían celebrar consultas con los interlocutores sociales sobre la supervisión y regulación de esas contrataciones especiales, según procediera. Se han de tener en cuenta no solo la seguridad y salud en el trabajo, sino también otras condiciones contractuales, como la protección social, la remuneración, los periodos de descanso y las disposiciones con respecto a las horas de trabajo.
Según revela Victor J. Dzau, profesional de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos en su reciente estudio publicado en The New England Journal of Medicine “la pandemia de Covid-19, que había matado a más de 60.000 estadounidenses hasta el 1 de mayo, se ha comparado con Pearl Harbor y el 11 de septiembre, eventos cataclísmicos que dejaron huellas indelebles en la psique nacional de Estados Unidos”. Al igual que los voluntarios que inundaron Manhattan después de los ataques al World Trade Center, paraleliza en el análisis el especialista junto a su equipo de colaboradores, “los proveedores de atención médica que trabajaron en la línea del frente de la pandemia Covid-19 serán recordados por la historia como héroes”.
Este material, el más actualizado al momento, invita a considerar una serie de puntos para establecer el protocolo correcto que permita mantener. Para ello alerta:
- Integrar el trabajo de los responsables de calidad de vida de los médicos a los centros de comando de Covid-19 u otros órganos de toma de decisiones organizativos durante la crisis.
- Garantizar la seguridad psicológica de los médicos a través de mecanismos de denuncia anónimos que les permitan abogar por ellos mismos y sus pacientes sin temor a represalias. Las organizaciones pueden empoderar y alentar a los médicos a hablar libremente sobre los factores estresantes que enfrentan y defender su propia salud y la de sus pacientes. Este esfuerzo podría incluir el uso de sistemas de línea directa anónimos para permitir que los médicos expresen sus inquietudes sin temor a represalias. Para que dichos sistemas sean significativos, los líderes deben estar preparados para responder de manera transparente y proactiva a los comentarios.
- Mantener y complementar los programas de bienestar existentes.
- Asignar fondos para atender a los médicos que experimentan efectos en la salud física y mental del servicio Covid-19.
- Establecer un programa de seguimiento epidemiológico para medir el bienestar de los médicos e informar sobre los resultados de las intervenciones. Idealmente, dicho programa estaría dirigido por los centros de prevención de y utilizaría un muestreo aleatorio e instrumentos estandarizados para evaluar los efectos agudos y a largo plazo del servicio Covid-19 en los médicos. Los datos sólidos son esenciales para comprender el alcance del desafío y para informar los resultados de las intervenciones.
Prioridad para las prioridades
La Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa F. Etienne, llamó a los países a aplicar medidas para proteger a los trabajadores de la salud. “La escasez del equipo de protección más básico deja a los médicos, enfermeras y otros trabajadores de primera línea en peligro vulnerables a medida que atienden a pacientes con COVID-19 -advirtió-. Una pandemia como COVID-19 abrumaría a cualquier sistema de salud, pero su impacto en aquellos sin suficientes trabajadores de salud será devastador”.
“A medida que se prolongue la crisis de Covid-19, la carga del estrés solo aumentará”, anuncia Dzau. Después del brote de SARS de 2003 en Toronto, los estudios encontraron altos niveles de angustia emocional entre los trabajadores del hospital, derivados del aislamiento social, el dolor de perder a colegas a causa de la enfermedad y el estigma social asociado con la exposición al SARS, entre otros factores. El estigma, incluía la autoestigmatización, también fue un problema para las enfermeras encuestadas después del desastre nuclear de Fukushima en 2011, quienes describieron la confusión emocional de verse obligadas a elegir entre protegerse a sí mismas y a sus seres queridos y cumplir con su deber como cuidadores durante una crisis.
Covid-19 supone un golpe para una población que ya tiene un mayor riesgo de sufrir trastornos psicológicos y problemas de salud mental. Incluso antes de la pandemia, un número alarmantemente alto de profesionales de la salud sufría de agotamiento, según algunos estudios, entre un 45 y un 55%. El agotamiento se asocia con tasas más altas de trastornos de ansiedad, depresión, abuso de sustancias y tendencias suicidas, cuestiones que se agravarán con la pandemia. Y el costo de los médicos se convertirá en un costo para los pacientes, ya que los cuidadores enfermos y agotados abandonan la fuerza laboral en un momento en que se los necesita desesperadamente.
Enfrentado condiciones crónicas como el trastorno de estrés postraumático entre los socorristas del 11 de septiembre, el Congreso estableció el Programa de Salud Federal del World Trade Center en Estados Unidos, que proporciona seguimiento médico y tratamiento a casi 78.000 socorristas y 24.000 supervivientes. “Es probable que el número de médicos que sufren daños a largo plazo por la pandemia de Covid-19 sea mucho mayor”, indica Dzau. Profesionales de salud en 20 países de Latinoamérica han manifestado escasez de infraestructura, equipo de protección personal y falta de apoyo.
El bienestar de los médicos es un tema de sistemas complejos con múltiples partes responsables, incluidos empleadores, asociaciones profesionales, aseguradoras, organizaciones de mejora de la calidad y el gobierno. Para Dzau nunca ha habido un momento más importante para invertir en la fuerza laboral de los médicos. “Tenemos una breve ventana de oportunidad para adelantarnos a dos pandemias -afirma-, la propagación del virus hoy y el daño al bienestar de los médicos mañana. Si fallamos, pagaremos el precio en los próximos años. En la carrera por responder a la crisis de Covid-19, no debemos dejar de cuidar a quienes nos cuidan”.
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