Secuelas mentales de la cuarentena: la ansiedad y la incertidumbre afectan cada vez más a la sociedad

Además de infectólogos, Alberto Fernández convocó a profesionales de la salud mental a la reunión en la Quinta de Olivos. Preocupa la saturación de la población por una cuarentena tan prolongada

Angustia, depresión, miedos y muchos efectos más genera la actual pandemia por COVID-19 (Foto: Shutterstock)

Faltan pocas horas para que concluya la novena extensión del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), dictado por el presidente Alberto Fernández y que comenzó a regir en la Argentina el viernes 20 de marzo por el coronavirus que genera la enfermedad COVID-19. En la reunión previa que el Presidente tiene con el comité de expertos que lo asesoran, generalmente integrado por infectólogos, cardiólogos y médicos con experiencia en organizaciones sanitarias, la novedad vino por la presencia de un equipo netamente abocado a la salud mental.

Fernández invitó al psiquiatra Santiago Levin, la psicóloga Alicia Stolkiner y el cientista social Juan Piovani a la Quinta de Olivos para que participen de la reunión de asesoramiento a fin de confeccionar los próximos pasos a seguir que se anunciarán mañana, cuando venza el actual período de cuarentena.

El presidente Alberto Fernandez en Olivos (Foto: Reuters)

La gente sale con barbijos, algunos respetan la distancia social, los negocios están abiertos y la actividad comercial en el AMBA es muy amplia hoy en día”, expresó el Presidente, sin ocultar la preocupación que le genera el futuro inmediato en materia de salud.

Los expertos en salud mental coinciden en que la prolongación de la cuarentena, que va camino a los 150 días, ya saturó a la población, especialmente a aquella que vive en la región del AMBA, donde actualmente la tasa de contagios y la letalidad crecen vertiginosamente a cifras récord en los últimos días.

El jueves 19 de marzo, el día previo a la hora cero de la cuarentena, el Ministerio de Salud de la Nación había publicado una serie de recomendaciones para la población argentina. Signaba al coronavirus como foco de amenaza para la salud mental. Apuntaba que “ante un evento tan disruptivo socialmente como la pandemia actual, es importante tener en cuenta que nuestra salud mental se verá afectada de alguna manera”. Y destacaba, incluso, el valor de cuidar la salud mental tanto como la salud física.

Desde el 20 de marzo nos recomendaron no salir de casa (Foto: Shutterstock)

Hoy, las agencias de salud y los expertos advierten que se aproxima una ola histórica de problemas de salud mental: angustia, depresión, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático y suicidio.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha identificado las enfermedades mentales entre las más incapacitantes del mundo occidental, las cuales tienen efectos superiores a los de afecciones como la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares juntas. Se estima que, en 2030, la depresión será la principal causa de discapacidad.

Expertos en salud mental de Latinoamérica, España y Estados Unidos advierten sobre la importancia de dar visibilidad a los trastornos mentales, ya que se ha visto un incremento en la depresión, la ansiedad, el estrés e incluso en los suicidios como consecuencia de la pandemia. La atención debe ser aún mayor en el caso de las poblaciones vulnerables ante estos trastornos, como son los niños, pacientes ya diagnosticados con problemas de salud mental, pacientes que padecen la enfermedad COVID-19 y los profesionales de la salud. Estos temas fueron abordados en el marco del encuentro virtual dirigido a periodistas de Latinoamérica convocado por Janssen, la farmacéutica de Johnson & Johnson, “Salud mental en tiempos de pandemia” del que Infobae participó días atrás.

Expertos en salud mental hablan de las consecuencias negativas a nivel psicológico de la pandemia (Foto: Shutterstock)

Los pacientes depresivos son una de las poblaciones que se ha visto más afectada con la cuarentena y el aislamiento social, ya que la disminución de su actividad física ha generado una alteración del ritmo circadiano y la disminución de la adherencia al tratamiento. Por otro lado, las estadísticas muestran que las repercusiones psiquiátricas, específicamente de depresión, durante la crisis en los pacientes ingresados con COVID-19 han sido del 33% y el 23% en los profesionales de la salud.

Un estudio epidemiológico realizado en Argentina, Brasil, Colombia y México con 1.478 pacientes que padecen de depresión mayor presentó los hallazgos preliminares que demuestran que, incluso sin los factores biológicos y estresantes del COVID-19, el 30% de los pacientes con este tipo de depresión no responden a por lo menos 2 diferentes tipos de tratamientos antidepresivos. De ahí la importancia de abordar este tema para disminuir el número de pacientes de alto riesgo, sobre todo en el contexto actual.

Con el transcurso del tiempo, se ha observado un patrón común y es el incremento de los casos o síntomas asociados al trastorno de ansiedad y depresión debido a la falta de actividad y/o distracciones. “El 40% de la población presenta síntomas leves de ansiedad, el 12% moderados y el 4% graves. En cuanto a la depresión, el 29% presenta síntomas leves, el 9% moderados y el 5% graves. Sin embargo, es importante diferenciar entre tristeza y depresión. Si bien la tristeza es una emoción necesaria y natural del ser humano, si termina afectando el funcionamiento familiar, laboral y social, se debe consultar con un profesional, ya que puede tratarse de depresión”, explicó el doctor Eduard Vieta, Jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona.

Foto: captura de pantalla SSa

“Tenemos la responsabilidad con la sociedad de contribuir a dar visibilidad sobre la salud mental en esta época de pandemia ya que entendemos la dimensión del impacto que estamos teniendo en este tema”, afirma Josue Bacaltchuk, vicepresidente de Asuntos Médicos para Janssen Latinoamérica. La vida actual ha tenido una transformación debido a la pandemia y tanto el cuerpo como la mente de las personas se han visto amenazados. “Con este tipo de espacios, se pretende llamar la atención de la sociedad sobre la necesidad de abordar y, si es posible, prevenir los efectos devastadores de esta pandemia en la salud mental y evitar sus consecuencias en los años venideros”, concluye Bacaltchuk.

Con los avances actuales en investigación y desarrollo, sumados a la conciencia que se está generando en torno a esta problemática, se puede lograr un cambio que resultará en individuos y comunidades con mayor capacidad para prevenir o afrontar trastornos mentales que son parte de la vida diaria, dándoles así la oportunidad de disfrutar de una mejor calidad de vida.

La movilización del 1 de agosto en donde manifestantes pidieron el fin de la cuarentena (Nicolás Stulberg)

Para el profesor y doctor Eduardo Cazabat, psicólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma (MN 9.344), la pandemia constituyó un nuevo tipo de trauma masivo. En su análisis, describió el caso de una reacción normal ante una situación anormal con la interrelación de conceptos como incertidumbre, impotencia y prisión intervenidos por el tamiz de la angustia: “La incertidumbre proveniente de la indefinición de la duración de la cuarentena puede generar impotencia, dado que la persona no puede hacer nada para resolver la situación, se siente totalmente prisionero de decisiones ajenas en las que no puede influir. De esta manera, la angustia crece, pues no hay nada que pueda hacer para ‘ponerse a salvo’ de la cuarentena“.

Por su parte, el licenciado Fernando Calliari, terapeuta cognitivo-contextual (MN 34691), que entiende a la angustia como una sensación de inquietud generadora de malestar psíquico, ensayó una conjetura anclada en la experiencia: “El incremento de la incertidumbre está ligado, posiblemente, a la falta de representaciones mentales con las que contamos para afrontar una crisis con estas características. Podríamos decir que los Argentinos somos expertos en afrontar distintos tipos de crisis: políticas, económicas, sociales; pero no hemos convivido con ninguna generación previa que nos haya podido transmitir de forma fehaciente los efectos de un aislamiento social. Por consiguiente, nuestra mente se enfrenta a la falta de referencias, dificultando la construcción de expectativas en el desarrollo futuro de nuestras vidas”.

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